Microcuentos de Patricia Nasello


Joan Miró



Ira

Acostumbrados a verlo levantar sus olas, rítmica y tranquilamente, como magníficos bostezos de hipopótamo, no notan el cambio de humor que lo domina. No perciben su sorda rabia ante la nauseabunda mancha que se extiende. Por tal motivo sus primeros ataques —un grupo de pescadores, la sirenita de Andersen, el Libro de Jonás y cierta antigua casa labrada en coralina—, los tomará desprevenidos. Y para cuando, por fin, organicen la defensa, él, descontrolada ya su furia, con descomunales lenguas líquidas estará arrastrando a su abismo manadas de centauros, quebrachales, la regla de tres simple, acuarelas, niebla, agujeros, cuentos de suspenso, nidos, pesadillas, ocarinas, políticos y simios, el Paraíso Perdido y las Islas Bienaventuradas.

Pervertida la última gota de agua límpida de mar, llegará el aciago momento en el cual todo lo que de él surgió yazga bajo esa viscosa sangre de la muerte que los hombres llamaban petróleo.



La caricia

Quizá se debió a un ansia inconsciente de elevarme hasta encontrarte, o a un efecto de la desesperación; el caso es que comencé a volar.

Sostener mi cuerpo en el aire, orientarme según los vientos, descubrir en las alturas un presagio de tormenta, fue un aprendizaje arduo, un proceso peligroso que ocupó mi tiempo y dio sentido a mi vida.

En las montañas la vista es maravillosa y el silencio casi perfecto. Los cóndores ya no recelan mi presencia, sin embargo bajo a diario al llano. Visito el camposanto. Recorro con mis yemas las letras de tu nombre.



Regocijo


Él vio a una desconocida, está seguro.

—¿Cómo, si el amontonamiento del basural apenas deja ver de noche? —lo increpa un niño cara sucia cuyas costras de roña parecen duplicar su peso exiguo. El resto de la barra apoya al desconfiado.

—¡La vi con estos dos ojos! —los chiquilines ríen, su ojo izquierdo, que a ratos se desvía como si quisiera unir fuerzas con la nariz, ni derecho ni torcido logra ver nada—. Dejó un ramo de flores abajo del árbol que está después del paredón. Capaz que hay un muerto ahí, enterrado —agrega con el desparpajo que le otorgan sus diez años largos de hambre. Sonrisa torcida, perversa.

Haciendo caso omiso a la escarcha que el sol aun no derrite, recogen del basural algo que fue una pala. Entusiasmados, discuten quién será el que cave, cada uno encuentra el argumento que justifique su derecho a usarla. La expectativa colorea sus mejillas magras, los excita.

—Yo pateo las flores si todavía no las han cagado los perros —anuncia—. ¿Y si el muerto tiene anillo, cadena, medallita? —habla entre risas.

Los otros, mocos expuestos al aire gélido, ríen con él. La felicidad es contagiosa.



Salvaje


Decide eliminar con crueldad al enemigo: detona una carga de palabras odiosas, gastadas, en descomposición.



Postal

Para Mario y Alejandro


Bajo la brillante claridad que precede a la aurora, un par de niños corren a través del valle y ríen. El mayor, con los brazos en alto, sostiene un aparejo de pesca en cada mano. Las cañas, talladas en madera de cerezo, apuntan orgullosas hacia el delicado fulgor que se abre paso tras las sierras mientras las líneas, como si fuesen banderas, flamean detrás. El pequeño hace su mejor esfuerzo para que el primo más grande no se le adelante y observa maravillado como los anzuelos atrapan rayos de sol. Las capturas dejan su huella en el cielo: hasta un forastero podría distinguir ese efecto bello y extraño, esos vacíos en la luz.


Hado

Ovillado en mí un hombre imaginario dormita. Vencerá a la realidad cuando despierte.



Cerdo

Era una mujer. La vi venir desde lejos, bajaba la cuesta a tropezones. Se caía, se volvía a levantar. Intentó volverse un par de veces, trepar la sierra. No pudo. Continuó desbarrancándose. Hasta que se topó con el chiquero. Entró temblando —de cansancio— supuse. Y se acostó entre nosotros, en el barro.

Sus piernas, sus brazos, estaban cubiertos de moretones; el pelo en desorden; la blusa y la falda, rotas.

—Viene cayendo desde hace mucho —pensé.

Durmió varias horas.

Cuando reaccionó caminó hasta el comedero.

Una chancha llorando no conmueve a nadie. Es patético. Grotesco. Ella debe saberlo, porque da vuelta la cara, esconde las lágrimas.

Ahora está en mi manada. Tarde o temprano tendrá que entrar en celo. Si todavía llora, será su problema.


Vida

—Dios es el primer alfarero —dice papá, y me enseña a amasar el barro para que no queden grumos. Los grumos arruinarían las cosas importantes que hace: platos, fuentes, ollas, macetas. Desde que era más chiquita me gusta verlo trabajar. Dice que enseñarme “el oficio” es un regalo que me hace porque es navidad, pero no, es porque aprendí a sumar rápido y también a leer.

—¿El primer alfarero cómo? —pregunto mientras ponemos a secar las piezas antes de llevarlas al horno. Me gusta mucho ver el conejito que modelé al lado de sus cántaros.

—¿Cómo? —ríe—. Haciendo con barro al primer hombre —. A veces habla de cosas que no entiendo a propósito, para que no se me vayan las ganas de estudiar—. Lo llamó Adán y es el padre de todos.

Se pone serio, creo que piensa en el abuelo. Quiero darle la mano para espantar la tristeza pero está peor. Mira mi conejito que se ha llenado de esa pelusa blanca tan linda y ahora salta para el lado nuestro.

Lo alzo, es tibio y suave.

—Tocalo papi, no tengas miedo.

***

Patricia Nasello (Córdoba, Argentina, 1959).


Editora de contenidos de “Microfilias” revista digital trimestral de los géneros breves en español (publica Editorial Libros al Albur, Sevilla, España).

Tiene publicado el libro de microcuentos “El manuscrito”, edición de autor, 2001.

Ha obtenido varios galardones con sus cuentos, entre otros, los otorgados por la SADE (Sociedad Argentina de Escritores, seccional Córdoba), el periódico “La Mañana de Córdoba”, la Municipalidad de Alta Gracia (Pcia de Cba, Argentina), la red ning TRIPLE C (Cofradía del Cuento Corto), la “Escuela de Escritores” (España), y las revistas digitales Internacional Microcuentista y Cuentos para el andén.

Edita los blogs “Patricia Nasello microrrelatos” (textos propios), "Piedra y nido" (antología de microrrelatos) y “REY ARTURO, el hombre, el mito” (análisis de los núcleos históricos y literarios que disparan —dan nacimiento y nutren— la leyenda artúrica).

Coordinó talleres de creación literaria, desde el año 2002 hasta el 2012 inclusive, en las siguientes instituciones: Centro Cultural de Alta Córdoba, Paseo de las Artes, SADOP (Sindicato Argentino de Docentes Privados) secc. Cba.

Algunos de sus microcuentos han sido distinguidos con traducciones al inglés, francés, rumano e italiano.