Microrrelatos de Miguel Ángel López

Robert Mapplethorpe


LOS DUELISTAS


No sé cuántas veces he visto esa peli. Mi papá me dejó verla por primera vez una noche de cine en Telemadrid. Primero hablaban dos escritores, pero yo aproveché para meter una cuatro quesos en el horno. En la primera escena una niña es sorprendida por un húsar francés mientras contempla el primer duelo. Luego, los dos combatientes se pasan años y batallas por medio, duelo tras duelo, y parece que se matarán de un momento a otro, con pistola, con sable, pero sobreviven, a pesar de las heridas. Luego, un día, el más guapo le perdona la vida al otro en un último duelo. Cuando terminó la peli, le pregunté a papá por el motivo de ese duelo de por vida y no supo qué decirme. Cosas de mayores, supongo.

El verano terminó y conocí a esa niña odiosa el primer día de clase. Me he hecho una promesa de por vida. Nada más llegar a casa, le supliqué a papá que porfi me buscara Los duelistas en el videoclub del barrio.



EL POZO

Mi papá dice que mi hermano es un cobarde, pero yo no lo creo. Cuando nos reta a ir hasta el pozo, mi hermano me lanza una mirada de pavor. Me coge de la mano, me aprieta fuerte y me hace daño y siento que vuelve la cabeza y camina más deprisa. La noche es como la manta que mamá nos echaba encima cuando jugábamos los tres. Huele a verano, a rosas y a algo podrido muy cerca. Mario es un año mayor que yo, pero no puede ver una peli de terror sin taparse con la mano. Y jamás ha ido y vuelto solo del pozo. Yo sí, pero nunca he visto a mamá. En la tele hablan de una luz pero, pero aquí todo es negro y no deja de oler a podrido. Cuando Mario me suelta de la mano siento frío y rabia. Otra vez que se ha vuelto corriendo hacia la casa. Y antes, mucho antes lo agarro por sorpresa y termina el juego. Seguro que mañana papá nos llama, como siempre, hasta que se hace de noche.

Pobre papá, con una casa tan grande para el solo y con pozo.



REALITY DESDE LAS TAPIAS


Me van a fusilar, lo sé, pero cómo convencer al sargento que manda el pelotón. Cómo convencerlo de que me maten al otro lado de las tapias de esa casa maldita. Cómo pedir un último deseo antes de la descarga de fusilería. Por favor, mi sargento, que me pongan encima otra venda, que los sigo viendo, que me miran fijo y me alargan sus manitas.



EL ÚLTIMO REBELDE


Sé lo de los genes, por favor. Que desde antiguo, mis antepasados cumplen con su destino a rajatabla, allá ellos. También sé que mis días terminarán en otro mar, tan distinto del que salí, casi como volver a una casa y una familia desconocida. Los míos renunciaron río arriba a otra forma de vida.

Pero lo que no entiendo es que tenga que ser el mártir de la especie, aquí, luchando contra este sedal, justo ahora que tomé la estúpida decisión de no saltar más río arriba.



BABEL

No conozco otro patio de luces. Mi madre me cuenta que llegamos apenas salió del hospital, conmigo en los brazos, los dos solos pero acompañados de esos hombres a los que nunca me atreví a llamar papá. Mi madre se alegra de tener lo necesario para que crezca sano y fuerte. Cuando me asomo y miro primero hacia arriba y luego a mis vecinos inferiores, sólo veo caras desconcertadas, pálidas, inmensamente tristes y escucho ese coro de voces confusas y desconocidas.

No sé qué nos espera ahí fuera, cuando esos hombres abran por fin el portal.



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Miguel Ángel López Manrique, nació en Madrid,1962, abogado, colabora con Liverdades y ha publicado en otras revistas (Escribir y Publicar). Fernando Valls en La nave de los locos publicó dos micros de un libro en preparación.