Besa las estrellas, querido maestro René Avilés Fabila

René Avilés Fabila
 
René Avilés Fabila (México,15 de noviembre de 1940-9 de octubre de 2016) fue catedrático universitario desde hace 50 años de la UNAM y, desde hace 36, de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En su amplia bibliografía destacan las novelas Los juegos, El gran solitario de Palacio y El amor intangible; los volúmenes de cuentos Hacia el fin del mundo, El Evangelio según René Avilés Fabila y El bosque de los prodigios y los libros autobiográficos Recordanzas, Memorias de un comunista y Antigua grandeza mexicana.

Inició su carrera literaria en 1960. Se formó principalmente con los escritores Juan José Arreola, Juan Rulfo, José Revueltas, Ermilo Abreu Gómez y Francisco Monterde.

Su labor periodística fue amplia, colaboró en La Crónica y Excélsior. Fue presidente del Premio Nacional de Periodismo 2013 de carácter ciudadano que auspició la Universidad Benito Juárez de Tabasco.

Sus cuentos figuran en multitud de antologías nacionales e internacionales y parte de su obra literaria ha sido traducida al inglés, francés, alemán, italiano, chino, ruso y coreano.

Al cumplir 50 años como literato, académico y periodista, Avilés Fabila recibió diversos homenajes donde participaron la UAM, la UNAM, el IPN, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el INBA. (En Cronica.com.mx)



Microrrelatos de René Avilés Fabila


La comida del distraído


Llegó al lujoso restaurante y el mesero, por descuido, en lugar de ofrecerle la carta, le entregó la cuenta.

El cliente vio la abultada suma y sin más pagó añadiendo una generosa propina.

Salió a la calle sintiéndose terriblemente satisfecho: la comida había sido magnífica, los vinos también y el postre insuperable; caminaría un poco para ayudar a la digestión.


Burocracia


(Después de leer El testamento de Orfeo de Jean Cocteau)

Un elegante ujier le pidió al poeta que esperara para ver al señor ministro. Así lo hizo. Pero tanto aguardó que cuando al fin fue recibido, el ministro era ya presidente de la República.


El más extraño de los animales prodigiosos

Dentro de esa jaula de grandes proporciones, pasta tranquilamente una rara especie. Ningún letrero lo anticipa. Algunos expertos en zoología señalan que se trata de un pegaso sin alas, otros más afirman que es un unicornio sin cuerno. La gente sencilla, que se arremolina en el lugar, prefiere decirle caballo.


Hambre


Desperté con un apetito atroz e inaplazable; me dirigí a la cocina: el refrigerador estaba vacío; de una alacena obtuve un libro con decenas y docenas de sabrosísimas recetas; de inmediato lo herví en la olla de presión y luego puse la mesa dispuesto a darme un suculento banquete con sus páginas.


Los fantasmas y yo


Siempre estuve acosado por el temor a los fantasmas, hasta que distraídamente pasé de una habitación a otra sin utilizar los medios comunes.


Trabajo asegurado

Al morir, los arpistas van directamente al Cielo en donde nunca padecen desempleo.


Wells y Einstein

Aquel científico necesitaba saber qué sucedería si en la máquina del tiempo retrocedía al momento en que sus padres estaban por conocerse e impedía la relación.

Llegó a esa época sin mayores dificultades. Un joven llegaba al pueblo en donde el destino le depara una esposa. De inmediato supo quién era. No en balde había visto fotografías del viejo álbum familiar. Lo que hizo a continuación fue relativamente sencillo: convencer a su padre que allí no estaba el futuro, que mejor fuera a una gran ciudad en busca de fortuna. Y para cerciorarse lo acompañó a la estación de ferrocarril. Se despidieron y mientras desde la ventanilla una mano se agitaba, el riguroso investigador sintió cómo poco a poco se desvanecía hasta convertirse en nada.


La esfinge de Tebas

La otrora cruel Esfinge de Tebas, monstruo con cabeza de mujer, garras de león, cuerpo de perro y grandes alas de ave, se aburre y permanece casi silenciosa. Reposa así desde que Edipo la derrotó resolviendo el enigma que proponía a los viajeros, y que era el único en su repertorio. Ahora, escasa de ingenio, y un tanto acomplejada, la Esfinge formula adivinanzas y acertijos ingenuos, que los niños resuelven fácilmente, entre risas y burlas, cuando van a visitarla a su morada, durante el fin de semana.


Perversiones
 
La correspondencia y las autobiografías son como el espejo: un invento perverso para desatar la vanidad.


No nos olvidemos mutuamente

Nunca olvidaré los ojos fríos del hombre que conducía a toda velocidad e irresponsablemente su automóvil: fue un impacto brutal y mi cuerpo quedó destrozado, del mismo modo espero que él jamás olvide los míos, abiertos por la angustia, el dolor y la desesperación de la muerte.


El hombre infeliz

Siempre detesté la felicidad. No hubo día en que no batallara contra la estúpida sonrisa y sus manifestaciones rudimentarias y prosaicas. Hoy al fin logré eliminarla de mi vida mediante un pistoletazo muy preciso en la sien.


Amor eterno

Alicia dijo que lo amaba como a nadie. Hicieron el amor en una infinita y suave dulzura, con tiernas caricias. Pero aquella era la última ocasión que estaban juntos. Ella partía al día siguiente. Al concluir, Alicia habló: No puedo dejarte aquí, tienes qué venir conmigo. Es lo que más deseo en el mundo y sé que tú también lo quieres. ¿Cómo iré contigo?, preguntó emocionado su amante. Ya lo sabrás, repuso la mujer. Fue hasta un maletín y extrajo un bisturí; con la habilidad de un cirujano fue cortando cada uno de los miembros de su compañero. Cuando hubo terminado los colocó cuidadosamente dentro de su equipaje. De ese modo, Alicia regresó a su patria. Para fortuna suya en la aduana no revisaron sus maletas. Al llegar a casa, con impaciencia, sacó las partes de su amado y las cosió. Una vez completo, le dijo: ahora sí ya estamos juntos para siempre, nada podrá separarnos, y lo besó con todo el amor que le era posible.


Infidelidad a la luz de la teoría de la relatividad


Fue descubierto en plena infidelidad por su esposa (¡Y en mi propia casa, canalla!), pero no se preocupó mayor cosa: simplemente –recordando al viejo Einstein– avanzó a tal velocidad, a la de la luz, que regresó al punto anterior a la vista de su amante. Sin embargo, tuvo la sensación de que no había hecho el amor: comenzó a acariciar a la hermosa mujer y el pasado se reprodujo. Una vez que se amaron la esposa apareció en la recámara. De nuevo no tuvo más salida que moverse rápidamente y reinició el adulterio. Otra vez quiso evitar el terrible encuentro y fue imposible. Así quedó atrapado (condenado) dentro de un incómodo e infinito círculo vicioso. Todo por no aceptar la escenita de los celos.


Adán y Eva

Amanecí nuevamente con las costillas intactas: ninguna mujer me acompañaba.

Sin embargo, siento dolor en el pecho.

Algo crece dentro de mí. Ojalá sea Eva.

Inquieto la espero

y la amo.


*

En: Minificción de los jueves. Selección de Violeta Rojo.