RICARDO BUGARÍN: LOS JUEGOS DEL TIEMPO


 
Joan Miró
SUEÑOS
Tengo sueños capilares. A veces son subacuáticos pero, generalmente, son rizomas texturados ascendentes que se enredan en tu garganta. No te lo comento pues temo que te asustes y decidas abandonar el aljibe. ¿Cómo contarte que a veces sueño con un transatlántico?, ¿cómo confesarte que un buque fantasma anda orillando nuestras costas?, ¿cómo decirte que he visto a un náufrago del otro lado del brocal que nos circunda?. Te parecerá que alucino, que tal vez comida en descomposición ha producido mi febril estado o que una pesadilla de infancia está golpeando mi presente. De todos modos estos sueños ya no me desvelan, no me atemorizan, se destiñen con el cloro y he descubierto,  finalmente, que se vuelven inofensivos.

UN PROBLEMA DE ATENCIÓN
El problema comienza cuando el virus del aburrimiento se extiende por toda la sala. Hay un desatado vaivén que va sacudiendo impulsos y después todo se desmadra. La regla de Ruffini se convierte en arma poderosa en las manos juveniles, los paralelos y meridianos se descuelgan de los mapas y son utilizados a modo de proyectiles que vuelan sobre las cabezas, las fosas oceánicas son trampas mortales dispersas por los pisos y un terrible olor a cateto hace insoportable sostener buenas intenciones. Se dispersa la atención y no hay conjugación verbal que aquiete los ambientes. La contienda se vuelve agitadora y casi inextinguible. El único recurso es el Himno Nacional que, solemne y preciso, se levanta de su letargo conmoviendo corazones y hace que el estadio, en que se ha convertido la clase, encuentre su cauce rítmico. Después hay silencio. Y vienen los aplausos.

LOS JUEGOS DEL TIEMPO
Cuando se es chico, uno se entretiene con cualquier cosa. Seguir el camino de las hormigas, raspar paredes con los dedos para comer trozos de revoque, cazar arañas con moscas o desflorar las ramas de acacia para jugar a producir nieve perfumada sobre las cabezas ajenas. Cuando se es grande, la cosa va cambiando. Uno se esfuerza en ir tolerando los kilos de más y los pelos de menos, anotando las visitas a médicos y conociendo dolores nuevos, dejando de lado algunos excesos, perdiendo el sueño más fácilmente y se comienza a hablar del tiempo, del reuma y otros escasos entretenimientos. Cuando se es viejo, solo se espera. Y la espera es larga y lo que viene parece que nuca llega. Cada generación tiene su tiempo y modo de jugar sobre el tablero. Ya tenemos todo dispuesto: dados, barajas, piezas de ajedrez, lo que deseen. Y para los impacientes, para los que todo lo quieren ya, como a pedir de boca, preparada también está la ruleta rusa.

BARBICIDIO
Mi barba es terriblemente tímida, situación que resulta bastante complicada y, además, agotadora. Apenas cruzamos el umbral de la puerta se apretuja toda alrededor de mi cara y no se suelta ni por un instante. Cruzamos calles, vamos al trabajo, cumplimos el horario estipulado y luego, antes de regresar a casa, suelo pasar por el café a reunirme con los muchachos del laboratorio. Y ella siempre ahí, paso a paso, aferrada a mí. Todo el día más cercana que mi sombra. Una vez en casa, pierde toda la timidez pública y lo primero que hace es tirarse despatarrada sobre el sofá esperando que yo prepare la cena. La veo desde la cocina como se despereza en la sala mientras mira su programa favorito de televisión y me recuerda, con su mejor sonrisa, que no prepare pescado, que no le gusta el pescado. Abro el cajón del bajo mesada, miro los cuchillos y recuerdo que tengo una navaja.

SUSPENSOS EN LA IGNORANCIA
Influenciados por los principios de la cladística se decidió que la suegra sería ubicada en el piso superior. Todos sabíamos que había problemas con el ascensor y con la calefacción. Nadie se dio por avisado y continuamos con los preparativos como estaba programado. Cada ala de la casa tuvo su designación de uso y en los espacios compartidos se dispuso la distribución de cada una de las comidas. No quedó detalle librado al azar y las visitas comenzaron a llegar. A pesar de todo cuidado, las primeras noches hubieron algunas situaciones poco agradables que pretendimos obviar. Nunca supusimos que sobre el final de semana habríamos de vivir la alteración de los sentidos. La casa (o la suegra) en su fuerza chamánica, invirtió todos los espacios. Una voluntad aquelárrica se apoderó de la casa y, de repente, nos vimos sujetados de los cielos rasos para no caer en el vacío. Por suerte todo ha quedado registrado en fotos pero la casa de seguros no aceptó las garantías del clado y aquí estamos, como suspensos en la ignorancia de no saber qué hacer con el ayer.
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RICARDO ALBERTO BUGARÍN
(General Alvear, Mendoza, Argentina, 1962)
Escritor, investigador, promotor cultural.
Publicó “Bagaje” (poesía, 1981). En microficciones ha publicado:“Bonsai en compota”(Macedonia, Buenos Aires, 2014), “Inés se turba sola”, (Macedonia, Buenos Aires, 2015), “Benignas insanias” (Sherezade, Santiago de Chile, 2016) y “Ficcionario” (La tinta del silencio, México, 2017).
Diversas publicaciones periódicas y revistas especializadas han publicado trabajos suyos tanto en Argentina como en Ecuador, España, Italia, USA, Venezuela, Chile, México, Perú, Colombia, Bolivia y Uruguay.
Textos de su libro “Bonsai en compota” han sido traducidos al francés y publicados por la Universidad de Poitiers (Francia).
Integra las ediciones  “Borrando Fronteras-Antología Trinacional de Microficción Argentina, Chile y Perú”; “¡Basta! Cien hombres contra la violencia de género” (edición argentina); “Antología Iberoamericana de Microcuento” (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia); “Vamos al circo. Minificción Hispanoamericana” de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP, México) y “Cortocircuito. Fusiones en la Minificción” (BUAP, México).