Yayoi Kusama |
CERTIDUMBRE
Por fin
lo podía ver todo claro en medio de aquella sala. Me veía rodeado de gente de
pie, en silencio. Nadie se miraba entre sí. Tampoco yo lograba reconocerlos.
Solo me reconocía estirado en el extraño mesón. Cada vez lo veía más claro:
estaba muerto y esto no me lo sabía responder a mí mismo.
A LA HORA DE SALIDA
Cada
vez que volvía a respirar el aire fresco de la calle mientras miraba moverse de
nuevo el mundo, sentía una invasión de libertad capaz de hacerlo creerse
superior al resto. Era salir del infierno, se decía cada tarde. Libre del
infierno aquel. No le importaba saber en ese momento cuantas horas le restaban
para volver a él.
ESPERA EN EL CAFÉ
He
venido a esperarla en el rincón de este café. No sólo esta tarde. Ya son tantas,
como para perder la cuenta y desesperar de incertidumbre. Pero he venido a
esperarla puntual, como de costumbre. Y aún no llega. No ha venido en tantos
días de espera. Las tardes de asfalto mojado me revelan una certidumbre. Va a
venir. Llegará antes de levantarme de esta mesa, como creí el primer día,
estará en la entrada de este café mirando hacia donde me encuentro mientras se
percata que el tiempo ya ha hecho sus estragos.
VENDEDOR DE ESPEJISMOS
Compré
la lámpara convencido por la palabrería del comerciante de antigüedades cuya
apariencia me alcanzó a hacer pensar que lo habían sacado de la lámpara antes
de ser su vendedor. Y era cierto. Apenas la pagué se desvaneció frente a mí. La
lámpara también parecía real.
MÍMESIS
Estábamos
en pleno baile de máscaras cuando ella y yo, por pleno acuerdo decidimos
intercambiar nuestros rostros reales.
UNA DEMOCRACIA
La
demora fue bajar del bus para reordenar sus pensamientos y sus huesos que creía
desvertebrados. Sentía que le faltaban fuerzas para gritar algún insulto o dar
un portazo. Estaba magullado, deprimido. Desde ese momento pensó en la
democracia. Y algo repentino y revelador se le cruzó por la mente. Podría
existir democracia y cumplirse con toda perfección en los autobuses: pagaban lo
mismo los que iban sentados y los que iban de pie.
***
Luis Ignacio Muñoz (Nemocón, Colombia)