Por Francisco Martínez
Bouzas
Lilian
Elphick es uno de los referentes fundamentales de la microficción tanto en
España como en Latinoamérica, ese género nuevo -menor para algunos- y que poco
a poco se está abriendo camino porque, con la calidad de muchas de sus
producciones, ha convencido a autores, lectores y críticos de que no es un
subgénero baladí, subordinado a la narrativa extensa o de largo recorrido. Las
mismas obras de Lilian Elphick (Bellas de
sangre contraria, Diálogo de Tigres,
Confesiones de una chica de rojo y K), comentadas en esta bitácora, son una
prueba palpable y de difícil refutación de cuanto digo. Sus microrrelatos, esos
«textículos» a los que se refería Cortázar, incluidos en múltiples antologías
han servido para enaltecer esas ficciones de hechura breve, de desenlace
inesperado y de la recompensa inmediata.
La
microfición de la escritora se ve aumentada en este inicio de 2019 con Capilar, cerca de sesenta minificciones
en las que Lilian Elphick no se repite, sino que sigue explorando nuevos
caminos y haciendo gala de su creatividad. Y se enfrenta por enésima vez a ese
arte, hasta ahora poco valorado, que se juega la vida en las primeras líneas y
resucita, si su excepcionalidad es insoslayable, en las últimas, tal como
declaraba Andrés Neuman.
Capilar se halla estructurado en dos secciones de desigual
tamaño, aunque de similar enjundia: «Capilar» y «Las aristas del tiempo». Una
cita de Primo Levi sobre la perniciosa ilicitud de callar («No es lícito
olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿quién hablará?», que
remite sin duda a Si esto es un hombre,
abre la puerta a diecisiete breves relatos en los que el amor, la pasión, el
erotismo toman el protagonismo, mientras la protagonista y el ser apelado «huyen
de los gases, del agua sucia de la policía», hasta que en la bravura de las
aguas del Pacífico explotan sus cuerpos amarrados con alambres y dejados
caer desde las alturas. Otros relatos de esta primera sección reescriben en
nuestras pupilas la persecución -no precisamos preguntarnos cuál, la de
la dictadura pinochetista-, fusionada con una pasión irrefrenable capaz de
acariciar al mismo miedo.
Capilar, en su brevedad y por la sangre vertida, es el testamento
de los enterrados juntos, «hueso contra hueso», de los masacrados, de los
silenciados en las salas de tortura; en la lucha por la libertad y contra la
tiranía, pero alimentados por el inmenso poder del amor y del erotismo. Es el
olvidado recordatorio de la muerte que revive en las flores, en la naturaleza y
en la bondad del mundo, a pesar del olvido porque eso fue hace mucho tiempo.
Historia de los amantes que acaso reviven en la zona capilar. E historia de un
país frustrado que parece que ya se olvidó de aquellas traumáticas
experiencias.
«Las
aristas del tiempo», la segunda parte de estas minificciones, introduce al
lector en amplio un puñado de historias en las que el tiempo, la vida que
transcurre a través del tiempo, deja sus tijeretazos en personajes que, no solo
por su nombre, sino por su hechura, parecen extraídos de un sueño de Cien años de soledad. Personajes de
ficción y personas reales como Adolf Eichmann, Josef Mengele o Walter Rauff,
pueblan con bondad o con sus demenciales crueldades estos relatos,
aterrorizando todavía hoy a los fanatismos «que navegan por los fiordos de la
memoria». Historias de personajes temidos, de sangre vengativa, otros
defensores de la igualdad y el pan de los hambrientos, de lavanderas temporeras
y prostitutas cuando anochece.
Microcuentos muy cultos e intensamente profundos, capaces de hablar de lo
cotidiano y de lo filosófico. Otros rebosantes de sentido común, de ansías
utópicas y del orgullo de las más humildes. Sin que, al final falta ese embrujo
del amor, la fragilidad de ser amantes, la fuerza del deseo y la renuncia
al amor bravo para seguirse amando, rodeados por la inocencia de múltiples
sueños.
Como excelente maestra del microrrelato, Lilian Elphick echa mano de vez en
cuando de la intertextualidad, con guiños a escritores y lingüistas. Y sobre
todo condensa tramas completas en estructuras lingüísticas hiperbreves, en muy
pocas líneas. El tercio sumergido en la condensación y nos las transmite con la
exquisitez de una prosa primorosa, elegante, fuerte a veces y siempre
llena de tensión e impulsos torrenciales. Leer algunos textos de Lilian Elphick
significa tener la posibilidad de degustar unos de los mejores lenguajes
literarios que hoy se escriben en español.
***
Tres microrrelatos
de Capilar
Tres
«Escríbeme, dame
forma, conmuéveme y descéntrame. Escríbeme, señala el norte de las palabras,
hazme historia fugitiva para arrancarme esta piel y entregarme a tus manos,
Escríbeme, inventa cómo era yo en el tiempo de las cerezas corazón de paloma,
cómo tu boca recorría las caderas y besaba el cielo del pubis.
Querías ser
testigo de mis sueños. Me veías marchando por las calles, huyendo de los gases,
del agua sucia de la policía. Me veías gritando consignas: «queremos comida»,
«queremos salud”, «queremos justicia”, «queremos memoria».
Dijeron que
merecía la muerte. Así, amarraron mis pies y manos con alambre y, desde un
avión, me lanzaron al Pacífico. Llevé tu nombre al agua.
No te olvides de
mí: escríbeme.»
...
La soldadera
« Iba a pie. Él,
a caballo. Asaba las tortillas, lavaba sus ropas, colocaba paños húmedos en su
cuello. Mantenía el filo de la navaja con el cuero, revolvía el jabón y era la
guardadora del espejo.
Muchas veces
perdí criaturas en las trincheras. Tanta era la sangre. Es que a él no le
gustaban mis modos de afeitarlo. Me tenía miedo. Decía que cualquier día iba yo
y lo degollaba. Y me pateaba en el suelo. Por eso, esa mañana, le sostuve el
espejo. Ante las tres señales de luces, mi comadre tomó su 30-30 me encajó
la bala en el corazón. Tal cual le pedí. A ella la acribillaron allí mismo.
Este hecho no pasó inadvertido para la revolución: nos recordaron como
valientes lesbianas.»
...
Hija de Afrodita
«Son las cinco
de la tarde y camino por las calles vacías. Pero, ojos, esto es una
canción; no hay un yo melancólico que desee cambiar las cosas, no hay nada.
Desde el vacío me rebelo. Y no es que no pueda ir a la esquina a comprar
pan y cigarrillos. Eso es muy fácil. No es que no logre mirar al cielo y decir:
va a llover. No me hallo en esta detención de valva imperfecta, esta
ruina de mis ojos, que siguen viendo las maletas de mi bisabuelo en el fragor
de la guerra.
Temblores de
labios.
Labios como
espadas, decía Aleixandre
Voy a la bala y
a la muerte, como una hija de la tierra.»
(Lilian Elphick,
Capilar, páginas 13, 41, 62)
Capilar
Lilian Elphick
Ediciones
Eutôpia, Santiago de Chile, 2018, 81 páginas.