Por Mariela Ríos
Ruiz-Tagle
Al leer los cuentos de Lilian Elphick, la pregunta inevitable que vuela
por mi mente es: ¿de dónde provienen estos relatos y ese ímpetu devastador que
los crea?, y entonces intuyo que la única respuesta posible a esa pregunta
existencial, la hallaremos hurgando minuciosamente algunos párrafos hasta
encontrar lo esencial de su obra.
El siguiente epígrafe del cuento “Detrás de los ojos”, resume la
intensidad de estas narraciones que van a permanecer intactas en nuestras
memorias, sin morir, en una leve eternidad:
“Habla en medio de la noche y yo escucho su voz en pleno día”
Masuo Ikeda.
Gratamente leyendo y analizando estos catorce cuentos, sentimos que nos transportan
a mundos diversos, conocidos y diferentes, desde lo afectivo, la praxis,lo
histórico,lo contingente, incluyendo al suspenso.
Praderas amarillas, es una metáfora de lo infinito, lo que no termina,
lo que simula lo eterno, en una contradicción vital, sus cuentos finalizan de
manera sorpresiva, a veces cruel, a veces mágica, a veces sutil y
tangencialmente poética.
Mas, en todos ellos encontramos la profunda humanidad de seres que
anhelan ser aquello que no logran, la idealización de sus vidas en proceso,
descritas en forma magistral y prolija por la autora.
Se puede sintetizar esta conceptualización ontológica, en el primer
cuento del libro, “Praderas amarillas”, dónde se destaca en cursivas lo
primordial de la obra.
El magistral y extenso párrafo, del cual extraemos sólo una pequeña
parte, consiste en un sueño de lobos, de una loba libre, esteparia, que decide
su destino más allá del ensoñamiento, sueño del absoluto desde sus palabras de
loba terrenal.
“Como si supieran que estoy siendo más loba
que los lobos, entrometiéndome en la raza que más aniquila, sin compasión por
la naturaleza que la rodea. Sin embargo, no soy ni la una ni la otra, acepto
esta condición de soledad porque no tengo alternativa.”
Se requiere un estilo magistral para relatar este cuento y la autora lo
tiene con creces.
La protagonista vive aprisionada en una realidad asfixiante, obsesionada
por emular a su madre, quien imitaba a Marilyn Monroe, en cada detalle de su
físico y personalidad.
Entre sueños va relatando su devenir, la vida en sueño, la loba en sueño,
la Marilyn en vida, la madre obsesiva y detallista, la mujer encarcelada, la
embajadora bajo cánones sociales, la libertad de la loba en su manada y la
libertad de sus hijos, la loba que antes o en algún lugar del tiempo fue mujer.
La mujer que intenta volver a ser loba y lograr su libertad y olvidar el recodo
amarillo del cobertor de mamá para correr por las praderas amarillas. Un grandioso
relato que hoy se instaló entre mis predilectos en la historia de todos los cuentos
existentes y leídos.
El color amarillo aparece citado en gran parte de los textos, también los
epígrafes literarios, escritores y las exquisitas citas a músicos, tales como Lou
Reed, Bjork, Coltrane, Jobim, Miles Davis, Charly García y otros. Se agradece
su incorporación para todos los que amamos estas artes.
Luego de este primer cuento magistral, resulta imposible para el lector
no seguir navegando entre letras envolventes, sensuales, sin dormir, con los
ojos abiertos, viajando entre luz y sombra, brindando por la vida y la muerte,
donde nadie gana sin dejar antes todo en el camino, desnudos en la playa,
escuchando los ladridos de algún perro a lo lejos.
El concepto recurrente e importante, presente en la obra de Lilian
Elphick, es la relevancia de lo onírico, como premonición del deseo, en la
mayoría de sus cuentos.
Lo detallamos en el cuento “Praderas amarillas”, y en el comienzo del
cuento “Detrás de los ojos”, podemos encontrar esta frase tan expresiva:
“Ellos durmieron, se amaron, y durmieron nuevamente”
El eterno retorno de los amantes, la vida es un sueño y verán sus ojos
la llegada de la muerte entre el velo de la lluvia.
Los personajes de estos cuentos son seres incomunicados, formando parejas
separadas por distancias silenciosas, dudas, dónde no hay certezas, sino preguntas
y rebelión frente a un sistema injusto.
Lo anterior se expresa claramente en el cuento “Liturgia de la sombra”, dónde
el protagonista podría afirmar tal como lo hizo Romeo, en Romeo y Julieta de Shakespeare:
“Soy un juguete del destino”.
Este gran cuento, logra conmovernos, al presentir a la muerte como una imposición inevitable, desde y fuera del hombre.
Así mismo, la narrativa de Lilian Elphick posee un claro elemento de
suspenso, por ejemplo, en el cuento “La cena”, cuyo sorpresivo desenlace no es
un punto final, sino un final abierto digno de un relato de Stephen King.
Existe un enorme componente poético en la obra de Lilian Elphick, sus
relatos emergen como oleaje, nos sumergen y nos recogen como el mar en sus
imágenes oceánicas.
“(…las olas iban y venían a lo lejos; las
miré, dejando el libro enterrado en la arena. La brisa mojada del mar refrescó
mi cara y los versos que recién había leído pasaron al olvido, como si la sal
del agua hubiera mamado esas palabras de sangre. Aquí no hay pena, me dije,
mientras caminaba con el sol a mis espaldas, sintiendo que el cuerpo estaba
vivo y solo, rodeado de esa ínfima gratitud que tienen las playas de invierno…)”
Del cuento “Felicidad en blanco y negro”.
Será un placer para los lectores, como lo ha sido para mí, desentrañar y
ver a través de los ojos lúcidos de la autora, estos cuentos, estos parpadeos
simbólicos que nos permiten observar una realidad que nos pertenece, una
sociedad agresiva con sus habitantes y protagonista de un anhelo que no se
cumple y se transforma en sentimientos compartidos, ciegos y frustrados.
Este es un magnífico libro, pleno de sensualidad, de magia, de imágenes inmersas
en un caleidoscopio excitante, cómo si el húmedo tiempo se hubiera detenido en cada
letra de nuestra gran escritora Lilian Elphick, ella que está afuera, observándonos
sin temor, en sus cuarteles invisibles, desde sus praderas amarillas.
*
Texto leído en la presentación del libro Praderas Amarillas, de Lilian Elphick. 26 de julio de 2019,
Santiago de Chile.
Praderas Amarillas, de Lilian Elphick, Simplemente Editores, Santiago
de Chile, 2019.