El brindis
Era una joven hermosa. Sirvió un muy añejo vino en dos copas de cristal
y dijo:
—Por la eternidad.
—No entiendo, respondí sin comprender demasiado.
Ella simplemente sonrió.
Me desperté en mi cama, totalmente desnudo, transpirado y atontado. No recuerdo
de qué manera llegué a mi casa. Recurrentes imágenes oníricas deambulaban por
mi mente. Esos extraños sueños fueron los que me despertaron. Veía una y otra
vez a la hermosa joven, desnuda sobre mí, sonriendo y gozando, con la boca
cubierta de sangre.
Me levanté turbado, fui a lavarme la cara. El espejo me devolvió la
imagen de dos orificios en la base de mi cuello.
Comprendí todo. Ahora, agazapado en las sombras, con nuevos hábitos
nocturnos, busco mi cena entre los habitantes de Buenos Aires.
El encargo
—¿Qué debo hacer con esta lista de nombres?
—Asesínalos y lo más importante, no faltes a su
entierro.
—De acuerdo, lo mantendré al tanto.
El sacerdote se quedó tranquilo. Castigar a los pecadores es importante
pero más lo es cumplir con el piadoso ministerio de sepultar a los muertos.
Sacerdotes
I
Cuando el joven ingresó a la iglesia el sacerdote sonrió pero, al
reconocerlo como un antiguo pupilo, ya era tarde.
II
Al ver que ingresaba una pareja de policías a la iglesia, el sacerdote
se puso nervioso.
El Camarero
El menú consistió en “brochette de prosciutto crudo y verduras
grilladas” “"Caponata" “Pasta con sardinas y piñones” “Enrolladitos
de boquerones” “Tiramisú” y “Canoli”.
A Rocco le pareció adecuado y aceptó el lugar de la reunión con Mazzini
y, a sabiendas de que infringía todas las reglas, hizo algunos arreglos. Uno de
sus secuaces trabajaba en la cocina y
sería el encargado de darle al camarero ciego, previamente amenazado, las dos
bandejas con canolis envenenados, tocándole la mano derecha para que supiera
cual servirle a Mazzini
El Chianti fue aflojando las tensiones. Los dos comensales fueron
relajándose. El camarero ciego se manejaba con gran destreza. Sabiéndose en un
lugar neutral y a buen recaudo, ambos pistoleros hablaban sin tapujos y
trataban de limar sus diferencias. Rocco llamó al ciego y le solicitó que
trajera una botella del mejor champagne y que sirviera el postre. Desde el
mostrador, el soldado de Rocco se apresuró a tener todo dispuesto. El camarero
recibió la fuente y el apretón en el
brazo derecho. Al aproximarse a la mesa Mazzini, que hasta el momento no le
había dirigido la palabra a Cosme le dice:
—¿Cómo stai, Cosme, e tua figlia va bene?
—Va bene, grazie.
Fue suficiente, el ciego comprendió. Dando un rodeo a la mesa, depositó
la bandeja de la mano derecha frente a Rocco.
*
Héctor Darío Vico nación en San Jorge, Santa Fe,
Argentina en 1956. Contador Público de profesión y escritor aficionado.
Ganó varios premios literarios en su región y tiene cuentos publicados
en varias antologías: “Memorias del Pasado” del Dpto. San Martín (Vol. I y II,
año 1999 y 2000), Antologías del Círculo de escritores Sanjorgenses, etc.
Ha publicado en el año 2007 el libro: “Una vida, muchas vidas” y en
2017: “Cuentos envenenados y otros cuentos oscuros”
Desde el año 2010 sus relatos se difunden desde Murcia (España) a través
de la emisora por internet “La voz silenciosa” en la voz de su factótum José
Francisco Díaz Salado, actor y locutor de esa ciudad.