ESTA
VEZ NO
—¿Dónde está?
—Ahí detrás.
La recogí y la llevé a
casa. Estaba sucia y desaliñada. La metí en la ducha y el agua pareció
revivirla. La noche anterior habíamos tenido nuestra enésima bronca por sus manías
y porque gastaba mucho.
—Ahí te quedas, payaso
—me dijo y dio un portazo que hizo temblar la casa.
Ya había ocurrido otras
veces, se iba y tenía que ir a buscarla. Nuestra relación estaba muy machacada.
Cuando se le pasaba era
un mar de lágrimas y se diluía en culpabilidad hasta dar lástima.
Lo de ayer había sido
demasiado. No podríamos seguir ni un minuto más. Esperaría a que amaneciera y
en cuanto empezara con sus excusas y promesas vanas me iría para siempre.
—Tenemos que hablar
—dijo al despertarse.
—No hay nada de qué
hablar.
—No voy a decirte que no
lo volveré a hacer: necesito que me lleves a algún sitio para que me ayuden.
No podía irme y dejarla
sola con su enfermedad. El psiquiatra que la trataba la ingresó en una unidad
de salud mental.
Hoy su trastorno bipolar está controlado y
hacemos una vida normal, como cualquier otra pareja.
HALLAZGO INESPERADO
Hace unos días estaba jugando conmigo
cuando se paró de repente encima de uno de mis pechos. Me gusta que me los
acaricie. A él también. Paró y le miré. No me dijo nada. Al cabo de un rato
hizo que me tendiera y volvió a jugar con ellos otra vez. Se detuvo de nuevo en
el mismo punto. Esta vez se le veía algo raro en la mirada.
Esta mañana hemos salido
pronto de casa. Él y yo solo. Me ha llevado a la clínica y me han extirpado una
cadena mamaria.
No sabía cómo decirme
que además me habían hecho una histerectomía total y que nunca podría tener
descendencia.
Ahora hemos vuelto a que
me quitaran los puntos y estamos esperando el resultado de la anatomía
patológica para saber si es malo.
AGRADECIDA
Una señora mayor estaba
atemorizada porque en el barrio se habían produciendo varios robos. Procuraba
salir cuando más gente había por las calles. Al llegar a su patio se percató
que había una señora buen vestida detrás de ella.
—¡Uy, qué
susto me he llevado! —dijo la anciana.
—Lo
siento, no era mi intención.
—Es que
hay cada gente por ahí que … —dejó la frase en el aire.
—Tiene
razón usted. Hace un rato he visto subir a unos jóvenes que iban a su piso.
—¿No me
diga?
—Si
quieres, le guardo las cosas aquí, incluso el monedero. Usted suba y cuando
llegue arriba y esté a salvo, me llama por el telefonillo y se lo subo.
—Ay,
muchas gracias. ¡Qué haríamos si no hubiera gente tan honrada como usted!
Y así fue
como llegue sana y salva a casa.
De aquella
señora tan amable no volvió a saber nada.
ESTÁTICO
Todos piensan que soy un tipo distante porque no hablo con nadie. Me
dicen que me quedo mirando como un pasmarote y que ni siquiera pestañeo. Otros
me odian porque solo salgo de noche. Hay quien dice que solo soy un mirón.
Resumiendo: les encanta meterse conmigo. Pero yo soy así. No puedo hacer nada
para cambiar mi forma de ser. A quien no le guste que se fastidie. Ya estoy
harto. Que si mirón, que si pasmarote, que si antisocial, que si yo qué sé. Que
se vayan a la mierda. No necesito a nadie.
—¡Oh, perdón que se me escapa aquel ratón!
*
Mi nombre es Manuel Serrano.
Vivo en Valencia (España)
Soy maestro desde 1979 y
jubilado. Me gusta la escritura desde siempre y escribo como afición desde hace
cinco años.
He publicado dos cuentos
para niños en la editorial WeebleBooks y en diversas publicaciones de ámbito
nacional e internacional.