Fotos: Robert & Shana Parkeharrison |
TORTURA
Sueña que lo alzan cual guiñapo humano chorreando sangre de narices. Siente la boca llena de coágulos espesos y dientes aflojados. Sueña que lo cuelgan de los pies y le golpean el cuello y la cabeza. Debajo las hormigas huyen de las gotas de sangre que remueven el polvo. Sueña que le abren los párpados resecos de lágrimas y queman su visión invertida.
Al despertar transpira helado y manotea en la oscuridad.
Se palpa el cuerpo como si algo le faltara.
-¿Qué te pasa?- Pregunta la esposa sacudiéndole los hombros.
-No es nada. Soñé que me estaban golpeando.- Contesta tembloroso, mientras su mujer se mira con horror las manos ensangrentadas.
PALOMAS
Al principio eran dos o tres y les dimos unas migajas de pan. A los pocos días una veintena parloteaba por el patio y otras subían picoteando las escaleras del edificio. Hace una semana centenares se asoman por las ventanas y las más cercanas nos miran compasivamente. Cuando algunas migajas caen hasta el suelo nos empujamos indignamente disputándolas sin ningún decoro.
VISITANTE
Lo angustia un temor envolvente al quedar solo en el cuarto. Se engaña inútilmente buscando en las repisas un libro para distraerse. Sabe que será inevitable apagar la luz cuando el sueño lo venza. Se despereza con gesto teatral y excusa su falta de cansancio en el espejo. Da unas vueltas pausadas, de fingidas apariencias, alrededor de la pieza. Al fin, se recuesta y presiona el interruptor. Queda de cara a las sombras sintiendo esa presencia invisible flotando en la oscuridad. -Es absurdo- piensa. -En esta habitación no hay nadie.- Y se cubre la cara con las sábanas. Pero una especie de jadeo cansado orillando la cama y un rumor sosegado en las paredes, lo aterra. Se incorpora sonriendo como si su temor fuera ridículo. Pretextando una lectura presiona de nuevo el interruptor. La luz abarca de golpe la habitación. Piensa que ese acecho endemoniado ha huido para siempre y procura dormir rodeado de esa claridad artificial.
Afuera el perro aulló toda la noche como si algo extraño le impidiera dormir en paz.
Sueña que lo alzan cual guiñapo humano chorreando sangre de narices. Siente la boca llena de coágulos espesos y dientes aflojados. Sueña que lo cuelgan de los pies y le golpean el cuello y la cabeza. Debajo las hormigas huyen de las gotas de sangre que remueven el polvo. Sueña que le abren los párpados resecos de lágrimas y queman su visión invertida.
Al despertar transpira helado y manotea en la oscuridad.
Se palpa el cuerpo como si algo le faltara.
-¿Qué te pasa?- Pregunta la esposa sacudiéndole los hombros.
-No es nada. Soñé que me estaban golpeando.- Contesta tembloroso, mientras su mujer se mira con horror las manos ensangrentadas.
PALOMAS
Al principio eran dos o tres y les dimos unas migajas de pan. A los pocos días una veintena parloteaba por el patio y otras subían picoteando las escaleras del edificio. Hace una semana centenares se asoman por las ventanas y las más cercanas nos miran compasivamente. Cuando algunas migajas caen hasta el suelo nos empujamos indignamente disputándolas sin ningún decoro.
VISITANTE
Lo angustia un temor envolvente al quedar solo en el cuarto. Se engaña inútilmente buscando en las repisas un libro para distraerse. Sabe que será inevitable apagar la luz cuando el sueño lo venza. Se despereza con gesto teatral y excusa su falta de cansancio en el espejo. Da unas vueltas pausadas, de fingidas apariencias, alrededor de la pieza. Al fin, se recuesta y presiona el interruptor. Queda de cara a las sombras sintiendo esa presencia invisible flotando en la oscuridad. -Es absurdo- piensa. -En esta habitación no hay nadie.- Y se cubre la cara con las sábanas. Pero una especie de jadeo cansado orillando la cama y un rumor sosegado en las paredes, lo aterra. Se incorpora sonriendo como si su temor fuera ridículo. Pretextando una lectura presiona de nuevo el interruptor. La luz abarca de golpe la habitación. Piensa que ese acecho endemoniado ha huido para siempre y procura dormir rodeado de esa claridad artificial.
Afuera el perro aulló toda la noche como si algo extraño le impidiera dormir en paz.
ALIENÍGENA
Por un momento imagine no reconocerme. Que llegando de Venus surjo ante usted como un maniquí reflejado en la vidriera. Imagine que a pesar de ello percibió en mí un resto de vaga humanidad. Suponga un instante que su percepción y el reflejo son un antecedente mutuo y fraterno. Y por último -aunque se esfuerce en ignorarme- imagine por un segundo que el maniquí es usted y que yo, -viniendo de Venus cual ser humano común y corriente- yo sí lo reconozco.
MEDIAGUA
Teníamos mucho frío, así que decidimos sacar la puerta y quemarla en la cocina. Luego seguimos con los marcos de las ventanas, y al bajar la temperatura a cero grados desmantelamos los paneles. Cuando llegaron los bomberos estábamos abrazados sobre las cenizas. Apenas sentimos unas manos heladas tocando nuestros cuerpos todavía tibios.
---Juan Mihovilovich--- (1951)
Poeta, cuentista y novelista nacido en Punta Arenas, Chile. Es además abogado de profesión y juez rural por elección. Actualmente reside en Puerto Cisnes, Región de Aysén, donde se desempeña como juez de letras, garantía y familia. Ha publicado las novelas, El contagio de la locura (2006), Desencierro (2008), Grados de referencia (2011) y el libro de cuentos Restos mortales (2004). Otras novelas de su autoría son: La última condena, Sus desnudos pies sobre la nieve, El asombro, Yo mi hermano, y los libros de cuentos, El ventanal de la desolación, El clasificador y Los números no cuentan.
Por un momento imagine no reconocerme. Que llegando de Venus surjo ante usted como un maniquí reflejado en la vidriera. Imagine que a pesar de ello percibió en mí un resto de vaga humanidad. Suponga un instante que su percepción y el reflejo son un antecedente mutuo y fraterno. Y por último -aunque se esfuerce en ignorarme- imagine por un segundo que el maniquí es usted y que yo, -viniendo de Venus cual ser humano común y corriente- yo sí lo reconozco.
MEDIAGUA
Teníamos mucho frío, así que decidimos sacar la puerta y quemarla en la cocina. Luego seguimos con los marcos de las ventanas, y al bajar la temperatura a cero grados desmantelamos los paneles. Cuando llegaron los bomberos estábamos abrazados sobre las cenizas. Apenas sentimos unas manos heladas tocando nuestros cuerpos todavía tibios.
---Juan Mihovilovich--- (1951)
Poeta, cuentista y novelista nacido en Punta Arenas, Chile. Es además abogado de profesión y juez rural por elección. Actualmente reside en Puerto Cisnes, Región de Aysén, donde se desempeña como juez de letras, garantía y familia. Ha publicado las novelas, El contagio de la locura (2006), Desencierro (2008), Grados de referencia (2011) y el libro de cuentos Restos mortales (2004). Otras novelas de su autoría son: La última condena, Sus desnudos pies sobre la nieve, El asombro, Yo mi hermano, y los libros de cuentos, El ventanal de la desolación, El clasificador y Los números no cuentan.
Juan Mihovilovich. Foto: L. Elphick |