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ESTO NO ES POEMA
Toda pesadilla tiene el encanto de la poesía.
No se interpreta el sueño, sino el relato del sueño. Entre el poema y el mito,
desperté por si moría del otro lado. Tener el temple para contar el horror.
Donde acecha rampante cualquier deseo, vas y sueñas. Quién te viera despierto,
tan callado de día y tan de noche taumaturgo (si no es que dios de los
antiguos). Digo que desperté. Y ya era tarde. No había tiempo para poemas. Que
florecieran. Pero el cuento sí. Día laborable. Ahora ya no comparto los
cuentos. Impertinencia de contar los sueños, las pesadillas, los ensueños.
Soliloquios que me digo sin reglas, sin canon, para que sean lo que quieran
ser. Si fueran poemas, estarían rotos. No hay tampoco hilo argumental.
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LA PLUMA
Si bien su aspecto era repugnante, no
terminaba de parecerme un detalle interesante la pluma Mont Blanc prendida a la
bolsa de su camisa. Estaba bien que fuera zombi, que se agitara ante mi
presencia con frenesí alimenticio, pero no lo iba a dejar que me mordiera. La
pluma llevaba inscritas sus iniciales y lucía como nueva. Enajenado como
estaba, la pluma se reducía a mero ornato.
Un día comencé a codiciar la pluma, a
imaginar de qué modo me haría de ella sin ponerme en peligro durante la empresa
de arrancarla del pecho de este zombi que veía casi a diario desde que comenzó
la epidemia. Al final desistí porque imaginé al pobre zombi en soledad, en su
guarida, iluminado por destellos de lucidez pasajera, queriendo escribir su
historia o una carta para alguien que extrañara al que fue antes. Ahora ya no
me fijo en la pluma y cada vez que veo al zombi, me pregunto si alguien lo echa
de menos, si ya habrá comido ese día.
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TENDEDERO DE DOMINGO
En el marco de un domingo, prendo con
alfileres la orilla inusitada de un poema y se queda pegado a la pared, no se
mueven sus palabras. Haría mejor si lo tendiera al sol de un abril agonizante
al lado de mi ropa repetida de poeta, entre mi pantalón y los cinco pares de
calcetines; la hoja donde las palabras limpias habrán de agitarse al mediodía.
Al ocaso, la ropa en los cajones y, sobre mi escritorio, el poema y sus
arrugas, un crujir de papel apenas tenebroso, cosechas de un poeta en chanclas
que ha metido en el papel las manos delicadas de una casi niña, que ha cambiado
el monstruo del laberinto por un héroe de mitología. Mejor que lleguen mayo y
la canícula para seguir poniendo espuma en las palabras, enjuagarlas y dejarlas
secar al sol, papeles, hojas sueltas, jeroglíficos para futuras hojarascas.
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HORIZONTALIDAD DE LOS ESPEJOS
A veces quisiera no haber caído en la trampa
del lenguaje. Vivir más con los por qué en los labios, como un temblor, un
balbuceo, y no como palabras. Haber perdido todos los poemas y ganado en el
número de la esperanza. Este lenguaje, no haberlo adquirido. Este lenguaje
donde duelen los huesos prisioneros de la carne, y la lengua es la terrible
mariposa que aletea en las sienes y crees ingenuo en su palabra. No ves que se
trata de la muerte. Por eso, a veces lo quisiera en ruinas, rescatar del polvo
símbolos de piedra para nuevos himnos en donde la noche baje del cielo al
suelo, y pueda caminar sobre el espejo horizontal de mi ensueño, en silencio,
libre, ser nada más que un hombre sin palabras.
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AFORISMO
Existen erizos de mar, pero el aforismo es
una ostra: irritada por un grano de arena, forma una perla, y a veces vas y la
pescas.
EL QUE INVENTÓ LAS MOSCAS
Viajé desde el principio de la vida a las
orillas del agua. Nada pisaba la tierra ni volaba. Cuando al fin salieron de mares
y ríos, había que devolver los ingredientes de lo vivo al lugar de su
nacimiento.
Dejé mi huella en callejones, casas en obra
negra, basureros a cielo abierto; en ciudades sin ley y pueblos olvidados. Fui
persiguiendo guerras y hambrunas, nacimientos explosivos de volcanes y los
restos de tsunamis. Visité selvas y bosques, playas pestilentes.
«Ése quién es. Qué busca», murmuraban. Me
confundían con un saqueador de cadáveres. Mi vestimenta oscura y mi maletín de
aluminio, aún les impone respeto.
Yo removía carroñas en búsqueda de una
solución efectiva. Y lo logré. No sé si estaré al final de los tiempos. Lo vivo
me provoca. La mosca es mi criatura.
VIDA ÍNTIMA DE LOS LIBROS
Todos los días, en bata y con pantuflas, se
instalaba en el sillón de respaldo alto de su biblioteca y leía. Todos los
días, el niño hurgaba en la basura de las casas ricas buscando algún mendrugo.
Así vivió realidades amables y terribles, como si él fuera el protagonista. Su
cara sucia y los cabellos tiesos, bajo las uñas mugre, sus dedos encontraron un
libro entre los deshechos pestilentes. De tiempo en tiempo tiraba a la basura
los que ya no leía. Tocó a la puerta y le abrió un viejo en pantuflas, los dos
se miraron con un libro en la mano. «¿Tiene más?», preguntó el chico mostrándole
el respetable tomo desechado. Era su oportunidad. Lo invitó a pasar, le mostró
su vasta biblioteca. Al niño le brillaron los ojos y su estómago hizo ruidos.
El viejo le invitó un pan y un vaso de leche. Le obsequió sus amados libros
infantiles. En la puerta lo despidió satisfecho y fue a sentarse frente a la
chimenea, donde continuó exultante la lectura. El pequeño atravesó el dédalo de
calles, y llegó feliz al depósito con su pesada carga, en tanto el viejo ya
dormía con una sonrisa. El niño salió del tiradero con un puñado de monedas:
ojalá pagaran un poco mejor el papel por kilo, pensó. Y entró de nuevo al
laberinto.
*
Los textos que
van numerados son parte de la serie «Epifanías de bolsillo», de Marti Lelis.
***
Marti
Lelis(Ciudad de México,
1968).
Escritor mexicano radicado en Tlaxcala desde
1975. Es Licenciado en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma
de Tlaxcala (UATx), lugar donde actualmente practica la docencia en Literatura
y es el bibliotecario responsable de la Biblioteca de la Facultad de Filosofía
y Letras.
Sus textos de ficción literaria han aparecido
publicados en diarios locales y nacionales (La Jornada Semanal); también
en revistas electrónicas como: Penumbria - Revista fantástica para
leer en el ocaso y Revista Anapoyesis (revista literaria de ficción
especulativa).
Ha sido antologado en libros como Cien
fictimínimos (Ficticia, 2012), Alebrije de palabras (BUAP, 2013), y Cuentos
pequeños, grandes lectores (Cofradía de coyotes, 2014). A propósito de
San Juan y otras miniaturas (ITC, 2016) es su primer libro publicado.
Antologado en el libro Cortocircuito (BUAP, 2018). También hay textos
suyos en los siguientes libros digitales: PequeFicciones (Parafernalia
Ediciones Digitales, 2020); Mosaico (Parafernalia Ediciones Digitales, 2020);
Minimundos (Dendro Ediciones, 2021); Microscopios (Editorial
digital EOS Villa Argentina, 2022); Una 44 con ocho balas. Antología
minificcional de género negro (Editorial Kañy, Argentina, 2022) y Contra
toda violencia (Editorial Kañy, Argentina, 2023).
En 2022 se publicó su primera novela, La
noche fragmentada, en edición digital, Editora BGR, España, 2022.
En 2015 fue ganador del «Premio Estatal de
Cuento Beatriz Espejo 2015» del estado de Tlaxcala por la obra A propósito
de San Juan y otras miniaturas.
En 2016 obtuvo el «Premio Estatal de Poesía
Dolores Castro 2016», del estado de Tlaxcala, por la obra Salvar caracoles
con palabras.