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Fuera de tiempo, de Lilian Elphick. Dibujo de portada: Sergio Astorga
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Crónica
literaria de Eddie Morales Piña
Probablemente
-si la memoria no me engaña-,
conocí a la escritora Lilian Elphick en el III Congreso Internacional de
Minificción el año 2004 en la Universidad de Playa Ancha en Valparaíso. En esa
instancia se dieron cita connotados cultures del relato breve, así como
académicos/as que teorizaban sobre el denominado género del tercer milenio. Si
no fue así, seguro que estuve con la autora en algún encuentro sobre el
microrrelato en Santiago. Desde este momento, he procurado seguir la huella
escrituraria suya. Recientemente, hemos leído su libro Fuera de tiempo (2022) y al
acabar el proceso de lectura inicial y luego una doble lectura, se puede
concluir que estamos frente a una maestra del relato hiperbreve.
Una breve
disquisición teórica, nos permite afirmar que, si el cuento puede ser definido
como un artefacto verbal breve, y la brevedad en este caso cae dentro de la
subjetividad de cómo la entendemos, el microrrelato, por su parte, ahonda,
profundiza, en dicha cualidad. La brevedad exigida a su máxima potencialidad es
como su cualidad intrínseca. Los que han estudiado esta forma escrituraria han
fijado el límite de la extensión de un microrrelato en la página -una línea, un
párrafo, media página, o una página y media-, para ser leído de un tirón o un
solo vistazo, ya que su hiperbrevedad
nos permite empezar y terminar de leerlo en cualquier parte. En su transitar
como forma discursiva en la búsqueda de su delimitación, definición e historia,
el relato breve ha sido denominado minicuento, microcuento, minificción, cuento
ultracorto, cuento brevísimo, cuento en miniatura, relato hiperbreve. En este sentido, la
autora Lilian Elphick conoce bien la retórica de la forma escrituraria y su
reciente obra así lo demuestra.
El texto
está dividido en dos secciones; la primera parte, le da nombre al libro, Fuera de tiempo, mientras que la
segunda, se denomina Escritura del
parapente. Se trata, por tanto, que dos de los microrrelatos que se
titulan así, sirven de soporte al resto de las minificciones que componen el
libro. En total, cincuenta y nueve textos que dan cuenta de la solvencia
narrativa de Lilian Elphick. Una de las características de este formato
discursivo literario está en la reescritura, en la intertextualidad, en la
presencia de epígrafes que son motivación de la escritura, en el diálogo metadiscursivo con el gran mapa
de la literatura universal. Elphick lo sabe bien. De la totalidad de los
relatos, se desprende una suerte de prosa poética, casi lírica, en más de una
ocasión, lo que inmediatamente lleva al lector a rememorar los haikus japoneses. El uso del
lenguaje y de la retórica literaria con imágenes y descripciones sintéticas
propias de esta escritura del microrrelato ponen en evidencia, sin duda, que la
autora se ha transformado en una maestra de este género narrativo, al que bien
le caben las características que Italo Calvino daba como propuestas para el
tercer milenio: “El hielo en lo más
alto de la montaña nunca duerme. El agua en las laderas de la montaña salta al
vacío. El lago a los pies de la montaña refleja toda la montaña y no lo sabe”
(La pasión).
Fuera
de tiempo, la primera
sección, puede tener varias connotaciones interpretativas. El microrrelato que
lleva este título tiene como un paratexto una cita de Virginia Woolf, por
tanto, la narradora, es decir, quien se trasluce en la escritura bien podría
ser la propia autora de El cuarto
propio: “y es esta rebeldía que llevo al caminar en la escritura tierna e
incomprensible”. Estar fuera de tiempo es una condición existencial
en un mundo ajeno. De esto hay más de una muestra en la primera parte. También
la evocación de un tiempo pasado reciente o más lejano, pero presente cabalmente
se nos muestra como espacios de dolor e ignominia. El sufrimiento del pueblo
judío en la Segunda Guerra Mundial se rescata en unas notables micro
escrituras, que se transforman en una lección moral para la humanidad actual: “La mano sujetó con fuerza la maleta de
cartón. El pañuelo en la cabeza voló al subir al tren, pero ella no miró hacia
atrás. Estaba abandonando a su querida Budapest con la estrella de David cosida
al pecho” (Viaje de ida). Un relato magistral en este mismo
contexto histórico rememorado es La
trapecista donde la voz narrativa evoca a Franz Kafka -escritor que
incursionó en esta forma narrativa y que lo tiene como uno de los referentes
esenciales, y al que Lilian Elphick recuerda en más de una oportunidad en la
actitud dialogante con los textos universales. Todo lector/a de Kafka sabe de
su relación sentimental con Milena Jesenská. Las cartas que se cruzaron entre
ambos hace tiempo que las leí. En el microrrelato que lleva el nombre de «Milena»,
muerta en Ravensbrück, la narradora rescata su memoria martirizada y nos
recordó aquellas misivas que eran “como
golondrinas que vuelan sin coordenadas”. Elphick, la autora,
mediante su transfiguración en la locutora testimonia “78 años después vuelves a pasar por el
corazón, el mío, y así te enlazo a mi escritura”. De la misma forma
este enlace escriturario aparece en el texto «Ana» -Ana Frank, la niña judía
autora de un diario que escribió en los casi dos años y medio que estuvo oculta
de los nazis y que inmortalizó su memoria -, donde se interpela a la “niña hermosa”: “borra mi huella e imprime la
tuya”. Los textos de la sección primera trasuntan una melancolía y
dolor que abarca sucesos más recientes como el tema de las migraciones y los
desplazados -hombres y mujeres de distintas edades que rearticulan el drama de
estar fuera de tiempo,
así como también el de los ancianos que sólo esperan
salir del sueño de la vida.
La
segunda parte del libro recoge microrrelatos que son de caída libre. Por eso está
la palabra parapente en el título de la sección y en el texto respectivo. El
parapente es aquel cuasi paracaídas que permite saltar de una montaña y
sobrevolar manejando el aerodino. No sé por qué, pero se nos vino a la memoria
la imagen de Altazor. Los relatos tienen esta connotación. La relatora,
narradora o locutora lo tiene claro: “Hemos
caído las dos: yo por escribir y tú por leerme” (Caída), esta se
transforma o metamorfosea en una excritora
(“convirtió la palabra en silencio, ahora, cuando hay tanto que escribir, es la
excritora” donde hay un guiño al cuarto
propio) o en la palabrera (“El
olvido, en el mejor de los casos, es una escritura inocente”). Dos
textos relevantes que abarcan más de una página -podrían ser cuentos, pero en
esencia mantienen los caracteres de la escritura minimalista- son Monterroseana II y La línea verde. Estamos en
presencia de una escritura perfecta donde nada sobra o nada falta. El primero
alude a Augusto Monterroso -uno de los maestros del género- en diálogo y
deambulando con Gregorio, que no es otro que Samsa, mientras el dinosaurio pasta. Lo
metadiscursivo puesto en acto en un relato notable, al igual que el que cierra
el volumen donde la narradora tematiza el viaje hacia el hospital y su
transitar por dentro del espacio del dolor en busca de su hermano siguiendo una
línea verde.
En
síntesis, como lo dijimos al principio, no cabe la menor duda que Lilian
Elphick con este nuevo libro consolida nuestra percepción de que nos
encontramos ante una maestra en el género del tercer milenio. Quienes ingresen
a las páginas de este libro no saldrán defraudados, pues los relatos atrapan y
sostienen su lectura, producto de la llegada de la escritura como lo recuerdan
los epígrafes de Hélène Cixous.
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Lilian
Elphick. Fuera de tiempo. Santiago:
Eutôpia Ediciones Ltda. 2022. 81 págs.
El libro
está disponible en Busca Libre.