Microrrelatos de Laura Nicastro


The Australian Cartoon Museum


LECCIÓN

Si hay algo que ese hombre le enseñó a aquella mujer fue a expresar sus deseos.

Si hay algo que aquella mujer aprendió de ese hombre fue que los deseos no siempre se cumplen.



LA OMISIÓN DEL EVANGELIO


Según el Evangelio de San Marcos, Capítulo 10, versículo 25, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de los cielos.

Antiguamente se llamaba “ojo de aguja” a una puerta estrecha, secundaria, abierta en las murallas de las ciudades. Se utilizaba durante la noche tras haber sido clausurado el portalón principal. Fuertemente custodiada, después de la caída del sol permitía el ingreso individual a los viajeros rezagados para que no quedaran expuestos a los salteadores. El “ojo de aguja” sólo podía ser franqueado por viajeros de a pie, sin armas y sin equipaje. Ningún evangelista hizo esta aclaración pues jamás sospecharon que las ciudades cambiarían su diseño.

Ahora los ricos pueden abrigar nuevas esperanzas: es cuestión de que se enteren.


EN CASA DEL HERRERO

La lima reinaba en la herrería porque ningún metal podía con ella.

Un día entró una vieja serpiente y empezó a roerla. Creyendo que el reptil se la quería comer, la lima le dijo riendo:

- ¡Qué tonta! Si yo deshago el mismo hierro, ¿cómo vas a romperme?

A lo que contestó la serpiente:

- Sólo estoy afilando mis colmillos gastados.

Y se fue, sinuosa.


MEDICINA MODERNA

Le dolía la cabeza al caminar. Por error, le hicieron una radiografía de la cadera.

- Hay que operársela –diagnosticaron.

Le sacaron la cabeza de fémur. Ahora camina sin dolores y sin memoria.


POLIZONTE EN EL UNIVERSO

Era una partícula, una nada, suspendida por un rato entre el cielorraso y el vacío, colgada de su hilo plateado. Alpinista invertida sin montaña, empezó a hipar metódicamente ese hilo que surgía de los laberintos microscópicos de su plexo. ¡Acróbata loca, motita roja con sus ocho levísimas patas: hay que tener agallas para ser tan poca araña! Abajo, los papeles, la alfombra, la aspiradora, la muerte.

Un dedo índice intercepta su liana vertiginosa. Otro destino, sí, pero ¿cuál? Sin práctica, es muy arduo ser Dios.

Hay un macetón coronado por un enorme helecho. Allá va el dedo, con liana y tejedora. En cuanto ella toca terreno firme, se larga verde abajo por el puente vegetal. ¡Rápido, a cumplir con su sino!

Cuando días después casi invisibles arañitas bermejas se afanan entre los tallos, surge la pregunta: ¿igual a nosotros?




Robert Thompson


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Laura Nicastro nació en Buenos Aires (Argentina), estudió Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Residió dos años en Alemania. Comenzó a publicar en los años ochenta.

Su obra incluye libros de cuentos -Los ladrones del fuego, Oyó que los pasos, Pueblos de Arena, Libro de los amores clandestinos, La Tigra-, microficciones: e-Nanos, Caleidoscopio- y novelas: Intangible y Jueves para siempre. Incursionó en dramaturgia. Sus textos fueron traducidos al francés y al alemán.

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