Apoteosis de la ambigüedad: los aforismos de Felix Trull




Por Antonio Reinoso Lamela

Siempre vacila el poeta ante la tarea ingente de dar voz al misterio hacia el que apunta el poema. Su objetivo es indeciso, vacilante, y camina entre la niebla, tan solo llevado por su leve intuición y por una voz, que, al par que lo guía, lo extravía del camino soñado al principio. Nunca arriba el poeta a puerto seguro. Él tan solo marcha sin rumbo cierto, y, al par que confía en la palabra, que es lo único que tiene, sabe que su objetivo es imposible, pues es infinita la distancia que tiene que cubrir y muy cortos sus pasos.

Este movimiento lineal del poeta hacia lo imposible en busca del significado total, mediante el símbolo lingüístico, siempre contingente y precario, se convierte en cambio en arabesco, en movimiento pendular o en un intento por cerrar el círculo del sentido en el aforismo. El aforista avanza, también sin conocer desde el principio su objetivo, por el estrecho sendero de unas pocas palabras por delante y por detrás; pero va lanzando dardos a cada paso, mas seguro de sus fuerzas, perdida la ingenuidad, trazando gestos autoafirmativos en el aire, comprobando a cada paso si ha dado en la diana. Sus objetivos, a diferencia del poeta, son siempre limitados, sabedor de la precariedad del medio que utiliza, pero va, al mismo tiempo, seguro, o aparentando estarlo, tratando de captar una porción limitada del sentido implícito en el lenguaje y en sus juegos consigo mismo.Pues, en efecto, las palabras juegan en el aforismo, se cargan de dobles, múltiples sentidos que van y vuelven entrelazándose, generando en su marcha nuevos significados. Es el poder del lenguaje tratando, al jugar consigo mismo, de capturar relaciones insospechadas entre las cosas. Pues el aforista sabe que todo está en relación con todo, que es imposible "que el aleteo de las alas de una mariposa no se sienta al otro lado del mundo", y quisiera inaugurar al modo del cálculo inventado por Leibniz un nuevo lenguaje en el que por la mera combinación de sus elementos constitutivos se pudiera dar cuenta de la estructura de lo real, en un isomorfismo mundo-lenguaje que en el fondo esconde una consideración optimista de la fecundidad de esa relación.
 
Veamos con un ejemplo sacado de este mismo libro algunos de los elementos constitutivos de un buen aforismo:

“Desde que dejé de buscar lo nuevo por doquier, ya no encuentro lo viejo por todos lados”.

-Un elemento sorpresa ineludible que sirve como detonante, o como caja de sorpresa, que al abrirse de pronto libera ante nuestras narices la polisemia implícita como un explosivo lingüístico.

-Un movimiento pendular o de vaivén, o quizá mejor, una elipse que, partiendo de la periferia tratara de encontrar su centro, sin conseguirlo. Por eso en los buenos aforismos queda algo como reverberando, como un eco que queda en nuestros oídos. 

-Un elemento "de fondo", especie de tercera dimensión del aforismo, que no se da en todos ellos, y que es lo que evita que caiga en el puro ingenio o el puro juego del lenguaje.

En mi opinión, los mejores aforismos son los que no renuncian a acercarse a la paradójica condición del ser humano, sabedores de que existe una esencial analogía entre la ambigüedad que utiliza en su lenguaje y la propia de la condición del hombre.

Metas volantes, el libro de Felix Trull abunda en ejemplos de aforismos de este tipo, que, aparte de exhibir el fecundo ingenio y la brillantez lingüística de prácticamente todos ellos, no eximen al lector de la ardua tarea de extraer de la ambigüedad del género el máximo número de significados posibles, incluidos los de carácter más propiamente moral o"filosófico".

Encomendamos, pues, al lector, esa exigente tarea intelectual, en la confianza de que no ha de quedar defraudado, habida cuenta de la maestría y la pericia del autor; a la vez que deseamos saboreen en  estas "delicatessen" lingüísticas toda la intensidad y riqueza de matices que pretenden y en muchos casos consiguen apresar en su brevedad variable, cual pasteles milhojas que se abren en sus múltiples capas, aspirando a un solo, armonioso, sabor.

Ser mejor que los malos no nos convierte necesariamente en buenos.

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Cualquier reforma educativa fracasará mientras prefiera preocuparse por lo que se le quiere enseñar a los niños, en lugar de indagar por lo que ellos están dispuestos a aprender.

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La simplicidad es la complejidad aceptada.

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Resérvale a la imaginación una parte muy amplia de tu vida. De lo contrario, la realidad se vengará por ella.

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Si no existiesen los otros, no existiríamos nosotros; sin el reflejo que nos brindan de nuestro propio ser, ni siquiera sabríamos si estamos vivos o ya hemos muerto. Eso les confiere una infinita superioridad: les hace imprescindibles. ¡Qué trágica paradoja! Somos seres sociales incluso para aislarnos... gregarios hasta para ser únicos.

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A diferencia del escepticismo, que se cansa de todo enseguida, la ingenuidad es insaciable. Ya sólo por eso, vale la pena defenderla a toda costa.

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Ningún tiempo pasado en realidad ha pasado.

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La emoción obedece a una razón que ni ella misma imagina.


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Toda la ridiculez, la estúpida incongruencia del mundo en que vivimos, se plasma en la carita de perplejidad de un niño cuando compara la redondeada caligrafía que le obliga a trazar en el cuaderno su maestro, con los garabatos ininteligibles de la receta que le extiende el pediatra a sus papás.


Felix Trull, Metas volantes. Libros al Albur, Sevilla, 2015.