Microrrelatos de Gabriel Jiménez Emán

Gustav Klimt


Última carta de Ambrose Bierce



A Víctor Valera Mora


Esta es la última carta que te escribo. No porque quiera, sino porque materialmente no puedo hacerte otra. La tinta está cara, lo sé, y tampoco ahora fabrican los lápices que me gustan. Ya no hay cuadernos como los de antes, muy anchos y de páginas blancas y suaves. Las estampillas han subido mucho, pero de cualquier modo ahora no las necesito, ni siquiera un sobre para meter la carta cuando esté terminada, porque en verdad ahora lo urgente es el tiempo, se acaba el tiempo y todavía no he empezado a escribir todas las cosas que debo decirte, aunque me exijo un enorme esfuerzo para mover las manos y sacarme el lápiz y el papel que llevo en los bolsillos.
Me cuesta solamente intentarlo, pero todo estará recompensado sabiendo que leerás mi carta como si fuese la primera misiva de amor que te envié desde aquella ciudad remota cuyo nombre olvidé; además en este instante todo se me borra en la memoria debido a la escasez del aire y a cierta incomodidad que no debiera representar un problema en un momento tan importante para nosotros como éste.
También me apena molestarte porque debes ser tú la que debes venir a buscar la carta, pues a mí me da vergüenza presentarme con esta corbata y este traje negro que no me pertenecen. Perdóname, desde el comienzo no he hecho más que lamentarme y hay tantas otras cosas en las cuales no es justo culparte de nada, pero has debido fijarte bien, cuando me viste en la cama no estaba muerto sino dormido, y delante de ti me taparon y metieron en este ataúd donde me cuesta mucho escribirte porque no hay luz y es bastante incómodo gritar en esta posición y sin el aire suficiente para rogarte que me saques de aquí.



Los dientes de Raquel

Raquel mordió una manzana, y todos sus dientes quedaron en ella. Fue a su casa con la boca sangrando a avisarle a su mamá. La mamá vino corriendo asustada a buscar los dientes de Raquel, y cuando llegó, los dientes se habían comido la manzana.
La mamá quiso recogerlos, pero los dientes se levantaron y se comieron a Raquel y a la mamá.
Después, los dientes volvieron a la boca de Raquel, quien muy hambrienta corrió a pedirle a su mamá que le comprara una manzana. 
 

Un pez arrepentido


Frank Tor lloró tanto que se convirtió en pez. Después se arrepintió tanto de haber llorado, que odió ser pez (sus lágrimas no tienen valor en las profundidades del mar), y así, de tanto llorar de ser pez, Frank Tor es hoy el único hombre-pez que existe y se cree que jamás podrá ser encontrado para preguntarle porqué ha llorado tanto.



El hombre de los pies perdidos

Un día un par de pies que habían perdido su dueño entraron a un bar a tomar cerveza.

—Disculpen— dijo el portero. Aquí no puede entrarse sin zapatos.

—Ah, es verdad— dijeron los pies, y se regresaron a una zapatería. Ahí fueron muy bien atendidos: encontraron a unos zapatos que les calzaron de maravilla. Entonces se dirigieron nuevamente al bar, y el portero se alegró mucho de que los pies estuviesen ahora protegidos y elegantes.

El hombre que había perdido sus pies estaba muy incómodo, pues los necesitaba para ir a tomar cerveza; era mediodía y hacía un calor terrible.

El hombre se las arregló para llegar hasta un taxi, y pedirle lo llevara hasta donde quería ir. Al llegar a la puerta del bar, el portero le dijo:

—Disculpe señor. No se puede entrar sin pies.

—No puede hacerme esto— dijo el hombre. Es muy difícil encontrar unos pies a esta hora.

—No lo es— respondió el empleado. —Hace poco entraron unos aquí.

—Entonces deben ser los míos. Solemos tomar cerveza a esta misma hora. Déjeme entrar.

—No puedo— replicó el portero. —Mejor se los llamo. Espere aquí.

El portero se alejó a buscarlos, y el hombre pensó que era una gran suerte haber coincidido en aquel bar. Cuando el portero y los pies regresaron, el hombre no pudo reconocerlos, pues traían puestos unos extraños zapatos.

—Qué desea?— preguntaron los zapatos.

—Quiero saber si esos son mis pies— respondió el hombre. Los necesito para entrar al bar.

Entonces los zapatos comenzaron a desamarrar sus trenzas.

Al instante, los pies estuvieron descubiertos, y con gran sorpresa el hombre vio que no eran los suyos. Los pies volvieron a calzar sus zapatos y, muy contentos de no pertenecer a nadie, regresaron al bar.

El hombre aún no ha podido tomarse esa cerveza.



El idiota

Cuando el sabio señaló la luna, el idiota se quedó mirando el dedo del sabio, y vio que se trataba del índice. Era un dedo arrugado, envuelto en una epidermis desgastada, cuyo tejido anterior se hacía tan fino que el espesor de la sangre, fragmentado en pequeños puntos rojos, se dividía a su vez en forma de tabique, debido a las líneas irregulares que en grupos de cinco separaban las falanginas de las falangetas. Por la parte posterior, en la superficie de los nudillos, estas líneas eran más numerosas y parecían nervaduras de hoja, pues el sabio era tan viejo que la piel del nudillo era un pellejo de consistencia inerte, y hasta tenía ciertas marcas de los mordiscos leves que el sabio le había dado en los momentos de reflexión.



En los demás dedos del sabio había ciertos vellos que el idiota apenas podía registrar con el ojo. Tal era su concentración en el índice, distinto de aquellos por ser lampiño, con los poros más grandes y de una uña más pronunciada, curva y de una pátina tenue de amarillo. Su superficie se adivinaba casi tan lisa como la de un cristal, y brillaba. El contorno de la cutícula estaba perfectamente dibujado; no había en su línea cóncava ni el más mínimo desprendimiento. El nacimiento de la próxima uña, blanco y puntiagudo, formaba con la cutícula un óvalo que el sabio miraba a veces, encontrando en él una especie de centro universal cuyo significado desconocía. Se detuvo por fin el idiota en la parte superior de la uña, que coincidía exactamente con el nivel de la yema, y cuyo borde se inclinaba hacia abajo. Allí el idiota vio, perfectamente reflejada y redonda, a la luna.



Archivo de olvidos

A todos nos llegará el tiempo de la memoria, y cuando le llegue a Ernesto va a ser muy difícil para él.

Vive recordando que tiene que olvidar su pasado, y no piensa en el futuro porque le asusta la idea de olvidar los recuerdos que le deja el presente, su terrible presente, su archivo de olvidos.

Por eso, cuando llegue el tiempo de la memoria, Ernesto va a verse en el enigma de recordar lo que siempre ha tenido que olvidar.



Pequeño cielo

Cuando muera, no quiero ir a un cielo grande, de extensión inmensa y promesas cumplidas. No me engaño al saber que lo merezco: he sido bueno, he sacrificado mi vida por los demás y nunca he hecho mal a nadie, ni siquiera por olvido u omisión. He sido fiel a mi mujer y he creído en el Señor hoy, antes y después, por encima de todo creo en el Señor Todopoderoso, y que alguno de mi familia ha de seguirme.

Por todo ello, pido cuando muera ir a un cielo pequeño, privado, donde vuelva a encontrarme con mi padre y mi madre y ver cómo ellos se besan y aman, y entonces yo vuelva a estar en el vientre de mi madre, chupando con fruición el pequeño cielo de mi dedo pulgar.



Entre ángeles

Dos ángeles regresan volando, uno del cielo y otro del infierno, y coinciden por casualidad en una nube, donde se sientan a descansar.

—¿A dónde te diriges?— el pregunta al otro el que viene del cielo.

—Al cielo. ¿Y tú?

—Al infierno.

—¿Entonces que hacemos aquí?

—Pues nada— dijo el que venía del cielo. —Me imagino que contribuyendo al fortalecimiento de la naturaleza humana.

—Sí, estoy de acuerdo. Feliz viaje al cielo entonces, amigo.

—Y tú, que disfrutes de un buen recorrido por el infierno. Nos vemos aquí a tu regreso, en esta misma nube ¿te parece?

—Seguro.



Diálogo en un bar


—La vida no tiene sentido.

—De acuerdo: no lo tiene.

—Entonces, ¿para qué vivimos?

—Vivimos sólo para eso: para vivir, no hay más nada.

—O quizá para morir.

—No, eso es otra cosa. La muerte es independiente.

—Mientras vivimos vamos muriendo. Eso lo sabe todo el mundo.

—Pero no nos damos cuenta.

—Sólo cuando estamos viejos nos parece que es así, aunque ya sea tarde. No necesitamos ese consuelo porque ya hemos vivido.

—Por eso te digo: la vida no tiene sentido.

—Eso no puedo contradecirlo. Aunque lo dices con cierto tono fatalista.

—¿Fatalista yo?

—Sí. Hablas como si la vida tuviera que poseer un sentido. ¿Sentido de qué?, me pregunto.

—Pues de crear, de amar, de tener hijos... qué sé yo.

—Eso es otra cosa. Son cosas sin sentido también.

—Ahora el que suenas fatalista eres tú.

—Tal vez. Aunque nadie puede considerarme un escéptico.

—Ahora sí parece que estamos entrando en asuntos filosóficos.

—A lo mejor ese sea el mejor sentido de la vida: el de notar su sinsentido.

—No, eso me parece una paradoja fácil.

—Sí, una paradoja, pero no fácil.

—Como si fuésemos la broma de algún dios.

—Sí, algo así.

—Entonces estamos de acuerdo.

—De acuerdo.

—Hasta luego.
—Hasta nunca.



Inundación

Una mañana, la mujer de Tesalio lo despertó para decirle:

—Mi amor: estamos inundados.

—No importa— respondió Tesalio entre dientes, dando vueltas en la cama y sin poder abrir los ojos. —Sacamos el agua y asunto arreglado.

—Es imposible— replicó ella. —Estamos en el mar.

—Ah, entiendo— dijo Tesalio sin abrir los ojos.

Y se ahogaron.



Ocho cuentos mínimos


Dios

Dios mío, si creyera en ti, me dejaría llevar por ti hasta desaparecer, y me he dejado llevar y no he desaparecido porque creo en ti.


El hombre invisible

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.


Los 1001 cuentos de 1 línea
Quiso escribir los 1001 cuentos de una línea, pero sólo le salió uno.


La brevedad
Me convenzo ahora de que la brevedad es una entelequia cuando leo una línea y me parece más larga que mi propia vida, y cuando después leo una novela y me parece más breve que la muerte.


La prueba irrefutable

Hoy soñé que había muerto. Esa es la prueba irrefutable que dejo a los demás acerca de mi seguro paso por la tierra.


El laberinto

Al salir del primer tramo del laberinto, al hombre le esperaba lo más difícil en el segundo tramo: entrar a sí mismo. 
 

El método deductivo

Al abrir el periódico, vio que el asesino le apuntaba desde la foto. Lo cerró rápido, antes de que la bala pudiera alcanzarle en la frente. Dejó el periódico a su lado, todavía humeante.


Hasta el infinito
Aquel señor pensaba tanto en el infinito, que una tarde se quedó dormido y desapareció.


Selección de Virginia Vidal.




***

Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950), escritor venezolano destacado por su obra narrativa y poética, la cual ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas.

Vivió cinco años en Barcelona y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Oporto, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito. En el terreno cuentístico es autor de Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, 1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (Fundarte, 1980), Relatos de otro mundo (1988) Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, 1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule, España, 2005) y La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, Caracas, 2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009) y Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (La parada literaria, Barquisimeto, 2011), Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (Ediciones Rótulo, San Felipe, Estado Yaracuy, 212), Cuentos y microrrelatos (Monte Ávila Editores Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, Caracas, 2013), Gabriel Jiménez Emán. Literatura y Existencia. Valoración Múltiple de su obra Varios autores (Imaginaria, San Felipe, estado Yaracuy, 2013).

En el campo novelístico es autor de La isla del otro (Monte Ávila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, 1991), Mercurial (Planeta, 1994), Sueños y guerras del Mariscal (Tres ediciones: Sueños y guerras del Mariscal, Ediciones B, Bruguera, Caracas, 2007; Sueños y guerras, Fondo Editorial Eugenio Espejo, Quito, Ecuador, 2010; Sueños y guerras, Alba Bicentenario, Narrativa, Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba, 2012)), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, 2004) y Averno (El Perro y la Rana, 2007), Hombre mirando al sur. Tributo al jazz (Imaginaria, Coro, estado Falcòn, 2014)

Sus libros de ensayos literarios son Diálogos con la página (Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1984), Provincias de la palabra (Planeta, Caracas, 1995), Espectros del cine (Cinemateca Nacional, Caracas, 1998), El espejo de tinta (Fondo Editorial Ambrosía, Caracas, 2007), Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (Biblioteca Básica Temática, Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Caracas, 2004), El contraescritor (Editorial El perro y la rana, Caracas, 2008) e Impreso en la retina. Crónicas de un adicto fílmico (Universidad Experimental de Yaracuy, San Felipe, Estado Yaracuy, Venezuela, 2010).

Es autor de los libros de poesía Materias de sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, Caracas, 1978), Baladas profanas (La oruga luminosa, San Felipe, Estado Yaracuy, 1993) y Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial del Caribe, 2007), Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006 (Monte Ávila Editores, Caracas, 2010).

Ha realizado una amplia labor como investigador y antologista, entre cuyas obras se encuentran: Relatos venezolanos del siglo XX (Biblioteca Ayacucho, 1989), El ensayo literario en Venezuela (La Casa de Bello, Caracas, 1988), Mares. El mar como tema en la poesía venezolana (Banco Unión- Ateneo de Caracas, Premio ANDA, 1990), Ficción Mínima. Muestra del cuento breve en América, (Fundarte, Caracas, 1996), Noticias del futuro. Clásicos literarios de la ciencia ficción (Fundación Editorial El perro y La rana, 2010), En Micro. Antología del microrrelato venezolano (Alfaguara, Caracas, 2010). Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico. Dirige Imagen. Revista latinoamericana de Cultura, publicación del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (Caracas, Venezuela, 2013). 
 
Gabriel Jiménez Emán  



 

Árbol de Diana



Dibujos de Alejandra Pizarnik




Por Alejandra Pizarnik


1
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.

2
Estas son las versiones que nos propone:
un agujero, una pared que tiembla...

3
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra

4
Ahora bien:
Quién dejará de hundir su mano en busca
del tributo para la pequeña olvidada. El frío
pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará.
Pagará el trueno.

5
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo

6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe

7
Salta con la camisa en llamas
de estrella a estrella,
de sombra en sombra.
Muere de muerte lejana
la que ama al viento.

8
Memoria iluminada, galería donde vaga
la sombra de lo que espero. No es verdad
que vendrá. No es verdad que no vendrá.

9
A Aurora y Julio Cortázar

Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.

10
un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar

11
ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada

12
no más las dulces metamorfosis de una niñ3; de seda
sonámbula ahora en la cornisa de niebla

su despertar de mano respirando
de flor que se abre al viento

13
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome

14
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.

15
Extraño desacostumbrarme
de la hora en que nací.
Extraño no ejercer más
oficio de recién llegada.
 
 

16
has construido tu casa
has emplumado tus pájaros
has golpeado al viento
con tus propios huesos
has terminado sola
lo que nadie comenzó

17
Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días
sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta,
se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me
lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su
espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nom-
bres creciendo solos en la noche pálida.)

20
a Laure Bataillon

dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe

21
he nacido tanto
y doblemente sufrido
en la memoria de aquí y de allá

22
en la noche
un espejo para la pequeña muerta
un espejo de cenizas

23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos

32
Zona de plagas donde la dormida come lentamente
su corazón de medianoche.

33
alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va


34
la pequeña viajera
moría explicando su muerte

sabios animales nostálgicos
visitaban su cuerpo caliente

35
a Ester Singer

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,
de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate caer y doler, mi vida.


37
más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia


38
Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas'
este canto me desmiente, me amordaza. 
 
 
 
 

Los fantasmas y yo: microrrelatos de René Avilés Fabila


Obras de Rufino Tamayo

Los fantasmas y yo


Siempre estuve acosado por el temor a los fantasmas, hasta que distraídamente pasé de una habitación a otra sin utilizar los medios comunes.


Euclideana

En una ciudad actual la distancia más corta entre dos puntos no es la recta: es el zigzag que nos evita los semáforos.


Anuncio


Oriundo de Hamelín, soy flautista y alquilo mis servicios: puedo sacar las ratas de una ciudad o, si se prefiere, a los niños de un país sobrepoblado.



El flautista electrónico de Hamelín

Como no quisieron pagarle sus servicios, el flautista, furioso, decidió vengarse raptando a los niños de aquel ingrato pueblo. Los conduciría por espesos bosques y altas montañas para finalmente despeñarlos en un precipicio. Sus padres jamás volverían a verlos. Para ello no era suficiente su flauta mágica, sino algo más poderoso. Optó entonces por prender el aparato televisor: los niños encantados lo siguieron hasta su perdición. (En Revista Puro Cuento, 1987)


Soñar o no


Soñar que uno sueña es algo tan común, trillado, que mucho ha servido a la literatura. Pero soñar que uno no sueña es algo distinto y quizá novedoso. 
 



Un hada en mis sueños

En mi sueño, esa hermosa mujer, alta y esbelta, de sedoso cabello negro, misteriosa, acepta mi conversación. Hablamos de pintura. Al poco tiempo hacemos el amor. Luego, en un edificio extraño, bajamos por unas escaleras eléctricas muy largas. Avanza más rápido que yo. En la medida en que se aleja de mí presiento peligro y trato de alcanzarla. Entre nosotros hay dos jóvenes, uno saca el revólver y le dispara; la mujer cae al suelo e inútilmente trato de auxiliarla. El otro tipo también la balea. La sostengo en mis brazos y veo cómo desaparecen los criminales. Al despertar sé que ella me amaba y la echo de menos, necesito verla. No quiero averiguar por qué la mataron, tampoco siento ningún deseo de venganza. Tan sólo aguardo con ansiedad las noches para dormir y estar en posibilidades de soñar con la enigmática mujer, evitar que la asesinen y de tal forma extender nuestra pasión, que fue violenta y que fue dulce.



El vampiro literario


Las 12 de la noche. La luna estaba oculta tras nubes espesas y entonces la oscuridad aterraba. El vampiro abandonó su féretro en busca de víctimas que le proporcionaran alimento. Se puso su capa negra y avanzó hacia la biblioteca del gran castillo amurallado. Sus pies apenas tocaban el suelo, casi flotaba. Mostrando lo colmillos marfilinos y agudos parecía sonreír. Era un espectáculo macabro que pocos hubieran resistido. Sus ojos rojizos brillaban en la noche y lo conducían hacia sus objetivos.

Ya en la biblioteca, el monstruo infernal prendió la pequeña lámpara del escritorio y sin mayores trámites tomó libros de Cervantes, Shakespeare, Poe, Joyce, Kafka, Proust, Faulner, Hemingway… y se dispuso a beberles la sangre para escribir su novela.
 
 

Wells y Eistein

Aquel científico necesitaba saber qué sucedería si en la máquina del tiempo retrocedía al momento en que sus padres estaban por conocerse e impedir la relación.
Apareció en esa época sin mayores dificultades. Un joven llegaba al pueblo donde el destino le deparaba una esposa. De inmediato supo quién era. No en vano había visto fotografía del álbum familiar. Lo que hizo a continuación fue relativamente sencillo: convencer a su padre de que allí no estaba el futuro, de que mejor fuera a una gran ciudad en busca de fortuna. Y para cerciorarse lo acompañó a la estación de ferrocarril. Se despidieron y mientras desde la ventanilla una mano se agitaba, el riguroso investigador sintió como poco a poco se desvanecía hasta convertirse en nada.


Frankensteiniana


El señor Gerardo de la Torre fue arrollado por el tren de Cuernavaca. Como es costumbre, trató de pasar primero y no supo calcular la velocidad de la máquina. De su cuerpo despedazado, según informaron médicos del Banco Nacional de Reconstrucción Humana, sobreviven algunos dedos de la mano derecha, la pierna izquierda, y la nariz, hallada lejos del sitio del accidente, aún daba señales respiratorias. Estos órganos fueron conducidos a un refrigerador en donde aguardan ser colocados en otros cuerpos.


El hombre lobo

Damas y caballeros: están a punto de presenciar una de las más asombrososa metamorfosis: este terribe y feroz lobo, de aspecto innoble y aterrador, medinate efectos especiales que hemos conseguido llevar a cabo (en unos minutos parecerá que estamos en plena noche de luna), se transformará e un lastimoso e indefenso ser humano.


El hombre árbol

(Apuntes para un cuento de hadas)

Un hombre se come la semilla de un fruto mágico. Dentro de él germina, crece se mezcla con el organismo humano y al poco tiempo se convierte en un árbol pensante, cuyos frutos tienen ideas.


Historia erótica de un McDonald’s

Luego de una Big Mac, que mucho nos excitó, Alice y yo fuimos a un motel. Algo deben de tener las hamburguesas, dijo ella tocándose los muslos con fiereza, deber ser la cebolla, el tocino o posiblemente la salsa Ketchup. Aguarda, le advertí, no tardaremos en llegar. De lo contrario, tú terminarás antes de tiempo y yo tendré que masturbarme. Aceleré mi Harley –Davidson y pronto estuvimos en una enorme habitación del motel La guarida del León Degenerado, con jacuzzi y cama de agua. Como pudimos, nos desvestimos. En mi caso era complejo: botas, chamarra de cuero, camisa vaquera, cinturón de hebilla de plata, jeans… Ella sólo traía una falda corta, medias negras, una sudadera que precisaba el origen de sus estudios: University of Kansas y una mascada para sujetarse el cabello rubio. Nos abrazamos con fuerza y caímos sobre la cama. La besaba y ella correspondía con fogosidad. Jadeando, preguntó: ¿Qué hago amor? ¡Muévete!, contesté imperioso. Y Alice comenzó a hacer aerobics.


Franz Kafka

Al despertar Franza Kafka una mañana, tras un sueño intranquilo, se dirigió hacia el espejo y pudo comprobar horrorizado
 
.....a. que seguía siendo Kafka,


.....b. no estaba convertido e un monstruoso insecto,


.....c. su figura era todavía humana.


Seleccione el final que más le agrade marcándolo con una equis.



El harén de un tímido

Como temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado.

En Cuentos de hadas amorosas, 1998



Las sirenas o la libre empresa


Cierto balneario hubo de adquirir, para fines estrictamente propagandísticos, un lote de sirenas. Traídas en peceras anchas y altas, las distribuyeron por todas las piscinas. Para que no extrañaran su lugar de origen, también se compraron pececillos dorados, caballos de mar y uno que otro tritón. El siguiente paso fue ahondar las albercas y colocar un letrero luminoso que con descaro anuncia a las bellas y sugestivas sirenas e indica tarifas.

Ninguno nada por admirarlas. Su belleza es elocuente. Pero como lanzan al viento su voz que encanta a los humanos hasta cultivarlos y hacerles olvidar a la mujer y a los hijos, es indispensable tener dos o tres salvavidas -cuyos oídos están tapados con cera dulce- dispuestos a evitar que alguna persona se ahogue al arrojarse tras ellas.
La clientela, masculina en su totalidad, abarrota las piscinas desde entonces. Los balnearios cercanos, sin recursos económicos suficientes para contrarrestar la hábil propaganda, tuvieron que cerrar por quiebra, ya que sus albercas se habían secado de soledad.

(El pez grande se traga sin remedio al pequeño.)

***

René Avilés Fabila nació el 15 de noviembre de 1940, en México, DF, donde actualmente vive. Obtuvo la licenciatura en relaciones internacionales e hizo estudios de posgrado en la Universidad de París, Francia. Su bibliografía reúne cuentos, novelas, libros de memorias, ensayos y artículos. Destacan las novelas Los juegos, Tantadel, La canción de Odette, El gran solitario de Palacio, Réquiem por un suicida, El reino vencido y El amor intangible; los volúmenes de cuentos Hacia el fin del mundo, La lluvia no mata a las flores, Fantasías en carrusel, Todo el amor, Cuentos de hadas amorosas, El Evangelio según René Avilés Fabila y El bosque de los prodigios; los libros autobiográficos Recordanzas, Nuevas recordanzas y Memorias de un comunista. Ha sido incluido en antologías nacionales y extranjeras, está traducido a diversos idiomas y actualmente aparecen sus Obras completas. Si bien sus textos de microficción están esparcidos a lo largo de más de una docena de libros, la mayor parte de sus relatos breves están en los dos tomos de cuentos titulados Todo el amor y los dos llamados Fantasías en carrusel, todos editados por Nueva Imagen. Es, sin duda alguna, uno de los más fieles seguidores del texto breve de su país y Latinoamérica.

En: Internacional Microcuentista



Autobiografía procaz. Aquí 
 

Muchos de estos microrrelatos fueron seleccionados del blog Máquina de coser palabras, de Juan Yanes.
 
 
René Avilés Fabila
 

Microrrelatos de Juan Manuel Montes




El baile nupcial


El loco Julio, alimenta a las palomas de la misma manera que su madre alimentaba a las gallinas. Mueve primero su mano derecha en un cuenco (dejando caer unas pocas miguitas) y repite la escena con su mano izquierda, casi como invitándolas a bailar un minué. De entre todas las que lo rodean, elige una, y el loco Juan se saca el sombrero (y caen más miguitas). La paloma retrocede, pero él, galante, se le acerca y le extiende la mano. La paloma se voltea y toma un pedacito de pan, él encantado de ser correspondido, le sonríe.

Ahora, la pareja baila haciendo círculos dentro de una ronda alada, gris y blanca. El baile continúa hasta que se le acaban las miguitas. Luego su paloma lo observa, espera más pan, pero él le muestra las manos vacías. Ella espera ladeándole la cabeza, espera, espera… y sale volando.

El loco Juan, piensa, quizá así es el amor.



Accidente: día 20


Por desgracia sobrevivimos. Ni yo era tan buen piloto ni tú tan buena compañía. Dentro de este horizonte blanco, todo se ha mantenido quieto e inmóvil como si el mundo aún no comenzara. Ya no temo que los rescatistas o mi familia nos encuentren juntos.

La poca comida que trajimos para nuestro fin de semana de pasión, hace semanas se acabó y en estas alturas nada crece, porque nada hay y la nieve sola no sacia el hambre. Hoy temo decirte en voz alta que esas curvas que tienes me gustan cada día más.



Después del primer beso

Luego de haber destruido la maldición, la Bestia se deshizo de su condición zoomórfica para ser sólo un hombre normal, demasiado normal llegó a pensar Bella ya que los jueves salía con sus amigos a tomar unas cervezas, el viernes se pasaba toda la tarde lavando su carruaje y pasándole pasta para lustrar madera a las ruedas, el sábado y el domingo se sentaba en el sillón de la sala frente al espejo mágico para ver a un grupo de hombres patear a una pelota redonda y cosida.

De esta manera la pobre Bella envejecía año tras año y siempre antes de dormir cerraba bien la puerta de la habitación, se arrojaba al piso y abrazaba la alfombra de oso, llorando su desconsuelo.



Entre la jauría


Dicen que los lobos devoran a sus víctimas mientras aún siguen con vida. Tienen razón.


***

---Juan Manuel Montes---



Escritor, profesor de Lengua y Literatura por la U.N.Cuyo, Mendoza, Argentina. Miembro de Triple-C (La cofradía del cuento corto). Ha publicado en 2008 La soledad de los héroes, y en 2012 Relatos desde liliput. Sus textos aparecen en diversas antologías como: Con la literatura no se juega (2012), Destellos en el cristal (2013), Brevedades: antología argentina de cuentos re breves (2013),El mundo de papel (2014), Fútbol en breve (2014) y Todo el país en un libro (2014). 
Juan Manuel Montes