ACERCA DE PRADERAS AMARILLAS, DE LILIAN ELPHICK
Por Francisco Martínez Bouzas
Sabía, por haber
leído cuatro de sus libros, que Lilian Elphick es una de las principales
figuras del relato hiperbreve en Latinoamérica, pero desconocía su pericia
escritural en el relato de formato medio. Hasta que desde Santiago de Chile me
llegó Praderas amarillas. Quince relatos de mediana extensión
condensados en poco más de cien páginas. El color amarillo que aparece en buena
parte de los cuentos, le hace justicia al título.
Lilian Elphick es
una buena narradora, y narrar, como escribe Ricardo Piglia es como jugar al
póquer; todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo
la verdad. O a la inversa, añadiría yo. Es el pacto narrativo: un contrato
implícito que se establece entre el emisor de un mensaje narrativo y cada uno
de sus receptores, mediante el cual estos aceptan la ficcionalidad de los que
se les va a contar y el principio de sinceridad por parte del que narra.
Posiblemente de esto último están exentos la mayoría de los cuentos de Praderas
amarillas.
Algo que también
deseo dejar claro es que los cuentos de Lilian Elphick no son dulces golosinas
para el lector, ni en cuanto a la temática ni en cuanto al vocabulario, a veces
repleto de términos técnicos o de un vocabulario más cercano al español del
Chille. Relatos además que demandan un lector capaz de congraciarse con el
lenguaje metafórico.
Escritos en
primera o tercera persona, una buena parte de estos cuentos giran en torno a
las palabras del título: praderas amarillas, que han sido interpretadas como
metáfora de lo infinito, de esas extensas y casi ilimitadas praderas cuyos
confines se pierden en el horizonte. Y son amarillas, aunque el amarillo es un
espejismo como se nos dice en el cuento final.
Es la metáfora que
aparece en los primeros cuentos, especialmente en el que se apropia del título:
dos amantes se desgarran a mordiscos, satisfaciendo la singularidad de la
carne. El acto sexual y amoroso que acaban de realizar es una huida de la
muerte. Uno de los amantes sueña con lobos. Es una hembra que corre libre por
las praderas amarillas. Y en su onirismo llega a la conclusión de que está
siendo más loba que los lobos que forman parte de la raza que más aniquila. La
amante besa al amante de tal forma que es capaz de oler sus fragancias más
secretas. Un relato profundamente metafórico, basado en un sueño de lobos
ansiosos de correr por las praderas amarillas, praderas sin límites, frente a
la protagonista que vegeta obstinada por emular a Marilyn Monroe.
Siguen catorce
relatos que nos permiten revivir varios mundos y situaciones diversas, con protagonistas
que luchan, de una forma o de otra, por ser aquello que la naturaleza les veda.
El hombre que está dejando escapar a la mujer que había amado más que a nadie,
porque su esposa estaba embarazada y separarse en aquel momento sería un acto
de cobardía. Y de noche sueña con ella, con lobos y con ella, también loba,
corriendo por las praderas amarillas. Tatuarse unos ojos en los pozos de Venus
y sentir el dolor como placer que baja hacia su vulva. Pero con los
ojos tatuados en la zona cercana al cóccix, crece el tumor a
la par que el feto que lleva en su útero.
El onirismo se
hace presente en muchos de los cuentos: “Ellos durmieron, se amaron y durmieron
nuevamente” (página 48), escribe la autora explícitamente. Relatos muchos
de ellos con un alto contenido erótico: cuentos que hablan de deseos carnales,
besos y mordiscos, placeres vaciados, de desnudez, de crueldad, de “tirar”, de
copular, de seducciones alevosas, amores desesperados, amores que se juegan.
Si tuviera que
quedarme con uno de los cuentos, sobre todo por su clara diégesis,
citaría “La cena” que narra los inconvenientes de adelgazar cuando el
pretendiente casado y adúltero la quiere gorda, con varices en las piernas. Un
escalofrío recorre la espalda de la amante al verse en su historia convertida
en antropófaga: el plato estrella con que el amante la obsequia es la pierna asada
de la esposa. Cuentos, algunos cerrados; otros con finales abiertos que
componen una colactánea que merece ser leída por partida doble.
Praderas amarillas
Lilian Elphick
Simplemente Editores, Santiago de Chile, 2019, 125 páginas.