MANUEL SERRANO: «CUATRO MICRORRELATOS»


 
Marc Chagall
ESTA VEZ NO

—¿Dónde está?
—Ahí detrás.
La recogí y la llevé a casa. Estaba sucia y desaliñada. La metí en la ducha y el agua pareció revivirla. La noche anterior habíamos tenido nuestra enésima bronca por sus manías y porque gastaba mucho.
—Ahí te quedas, payaso —me dijo y dio un portazo que hizo temblar la casa.
Ya había ocurrido otras veces, se iba y tenía que ir a buscarla. Nuestra relación estaba muy machacada.
Cuando se le pasaba era un mar de lágrimas y se diluía en culpabilidad hasta dar lástima.
Lo de ayer había sido demasiado. No podríamos seguir ni un minuto más. Esperaría a que amaneciera y en cuanto empezara con sus excusas y promesas vanas me iría para siempre.
—Tenemos que hablar —dijo al despertarse.
—No hay nada de qué hablar.
—No voy a decirte que no lo volveré a hacer: necesito que me lleves a algún sitio para que me ayuden.
No podía irme y dejarla sola con su enfermedad. El psiquiatra que la trataba la ingresó en una unidad de salud mental.
Hoy su trastorno bipolar está controlado y hacemos una vida normal, como cualquier otra pareja.


HALLAZGO INESPERADO

Hace unos días estaba jugando conmigo cuando se paró de repente encima de uno de mis pechos. Me gusta que me los acaricie. A él también. Paró y le miré. No me dijo nada. Al cabo de un rato hizo que me tendiera y volvió a jugar con ellos otra vez. Se detuvo de nuevo en el mismo punto. Esta vez se le veía algo raro en la mirada.
Esta mañana hemos salido pronto de casa. Él y yo solo. Me ha llevado a la clínica y me han extirpado una cadena mamaria.
No sabía cómo decirme que además me habían hecho una histerectomía total y que nunca podría tener descendencia.
Ahora hemos vuelto a que me quitaran los puntos y estamos esperando el resultado de la anatomía patológica para saber si es malo.


AGRADECIDA

Una señora mayor estaba atemorizada porque en el barrio se habían produciendo varios robos. Procuraba salir cuando más gente había por las calles. Al llegar a su patio se percató que había una señora buen vestida detrás de ella.
—¡Uy, qué susto me he llevado! —dijo la anciana.
—Lo siento, no era mi intención.
—Es que hay cada gente por ahí que … —dejó la frase en el aire.
—Tiene razón usted. Hace un rato he visto subir a unos jóvenes que iban a su piso.
—¿No me diga?
—Si quieres, le guardo las cosas aquí, incluso el monedero. Usted suba y cuando llegue arriba y esté a salvo, me llama por el telefonillo y se lo subo.
—Ay, muchas gracias. ¡Qué haríamos si no hubiera gente tan honrada como usted!
Y así fue como llegue sana y salva a casa.
De aquella señora tan amable no volvió a saber nada.


ESTÁTICO

Todos piensan que soy un tipo distante porque no hablo con nadie. Me dicen que me quedo mirando como un pasmarote y que ni siquiera pestañeo. Otros me odian porque solo salgo de noche. Hay quien dice que solo soy un mirón. Resumiendo: les encanta meterse conmigo. Pero yo soy así. No puedo hacer nada para cambiar mi forma de ser. A quien no le guste que se fastidie. Ya estoy harto. Que si mirón, que si pasmarote, que si antisocial, que si yo qué sé. Que se vayan a la mierda. No necesito a nadie.
—¡Oh, perdón que se me escapa aquel ratón!

*
Mi nombre es Manuel Serrano.
Vivo en Valencia (España)
Soy maestro desde 1979 y jubilado. Me gusta la escritura desde siempre y escribo como afición desde hace cinco años.
He publicado dos cuentos para niños en la editorial WeebleBooks y en diversas publicaciones de ámbito nacional e internacional.