Joan Miró |
Primera incisión
Hundió el filo con minuciosidad tortuosa y se fue dibujando así el mapa del mundo.
Sistema
Y llegaron los hunos. Y dejaron tierra arrasada.
Y quedó Atila multiplicado por miles.
Pequeña fábula sin importancia
El gato persa, rechoncho y peludo, nunca llena su estómago. Reclama porque todo lo que va a su plato le resulta insuficiente. Reclama si acaso algún ratoncito mordisquea una cascarita de su pan. Los ratones, sometidos pero solidarios, arriman lo que tienen a su alcance, privándose del propio alimento. Cada vez engorda más el gato, y cada vez enflaquecen más los ratones.
El gato sabe convencerlos de que así, son todos felices.
Génesis
Y Dios creó a la mujer. Y la puso en los jardines del paraíso que había sembrado de leves tréboles y desafiantes orquídeas, y los jaguares se acercaban a lamer sus pies mientras se solazaba en lagunas de agua tibia.
Un día el Señor de todo lo creado vio un dejo de tristeza en sus ojos y se dijo: “No es bueno que la mujer esté sola”. Y dio forma a un nuevo ser para que le hiciera compañía. Sumido en esta labor, travieso, tomó de los cromosomas de la mujer un puñado de sus miles de genes y los agregó al nuevo cromosoma y, recién imaginado.
No es dable conjeturar si lo que se inició, fue a sabiendas.
Aldonza
La fama que le acarreó el libro de aquel viejo loco que una vez la galanteó le valió unos cuantos pretendientes, todos escritores.
Amo los caballos
Era el caballo de fuego. El cuello potente, la cabeza erguida, crines al viento; las patas nerviosas sacando estrellas los cascos, pura noche los ojos destellantes, ancha la grupa y el pecho negro. Tenía, además, un nombre que no podía haber sido otro: el Imperial. Seguramente ese flaco caballito blanco, casi angélico, no podría competir con él. Dieron la señal de largada. Galoparon uno junto al otro durante un largo rato. Casi me parecía oír el resoplar de los belfos espumosos en la carrera, que a poco fue disminuyendo en velocidad hasta que el carrusel al fin paró con el tilín tilín de la musiquita.
La llave
Cierro la puerta y comienzan los rumores. Ya estoy acostumbrada a ellos. Al principio me detenía a escuchar ese bisbiseo creciente de palabras truncas, sobrepuestas, siempre en el mismo tono de voz. A veces alcanzaba a desbrozar algunas voces: Romeo reclamando amores a Julieta, Antígona airada, Paolo y Francesca amándose en el infierno.
Ahora giro la llave de la biblioteca y vuelvo a mí.
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Norah Scarpa Filsinger, exdocente, argentina, vive en Tucumán. Publicó Hojas al tiempo, poesía, 2010; Cuentas de maíz, 2009; Incisiones mínimas, 2011 y La vida y otras inquisiciones, 2014, microficciones. Integró el grupo de dramaturgos de Arte en voz y Dramaturgos Asociados. Obtuvo diversas distinciones entre ellas en el Concurso de Textos Teatrales 2001 auspiciado por el Instituto Nacional del Teatro, I Premio con puesta y publicación por su obra Estación sin rosas y en el Concurso Iberoamericano de Poesía de SADE Córdoba 1999. Jurado en certámenes de cuentos, teatro y títeres de objetos, sus textos fueron incluidos en antologías regionales, nacionales y extranjeras.