Ernesto Ortega: "Microenciclopedia ilustrada del amor y el desamor"

Pierre Bonnard


Cuestión de tiempo
Cuando la vi por primera vez estaba tendida al sol, sobre la arena. Llevaba unas gafas oscuras y un bikini rojo, y bastaron un par de segundos para saber, sin ninguna duda, que quería pasar el resto de mi vida a su lado. Desde entonces, dedico todo mi tiempo a buscarla. Esta tarde la he encontrado. El sol ya comenzaba a ponerse en el horizonte y una brisa suave me acariciaba el rostro. Mientras corría hacia ella ha vuelto a suceder. La arena ha empezado a desaparecer bajo nuestros pies y nos hemos precipitado al vacío.
Durante un instante he logrado agarrar su mano. Luego, todo ha sido muy rápido. Una montaña de arena se nos ha venido encima y nos hemos soltado. Alguien ha debido de darle la vuelta al reloj. Ahora tendré que encontrarla de nuevo.

Adicciones
Ana solo tenía un defecto: siempre olía a tabaco. Todavía no había apagado un cigarrillo y ya tenía encendido el siguiente. En la mesa del salón, con la televisión de fondo, el cenicero se llenaba de colillas. Cada vez que le pedía que lo dejase, me contestaba con evasivas. Pero el amor también se consume y un día le obligué a elegir: o el Marlboro o yo.
Ahora, cada noche, antes de meterme en la cama, enciendo un cigarrillo. Cierro los ojos y doy una calada. Inspiro y la nicotina viaja a través de mi cuerpo hasta llegar a mis pulmones. Espiro y una nube de humo se extiende por la habitación y se difumina en la blancura del techo. Después apago la colilla y la luz. El olor trepa por las sábanas. Solo entonces consigo dormirme.

Colada
Coincidíamos muchas tardes tendiendo la colada. Las ventanas estaban tan próximas que nuestra ropa parecía confundirse y una ligera corriente de aire serpenteaba por el patio de luces, balanceando las cuerdas. Las mangas de mi camisa se estiraban hasta rozar su blusa, mis pantalones se agitaban intentando aproximarse a su falda y mis calzoncillos se mostraban desvergonzados delante de sus prendas más íntimas. Mientras yo tendía los calcetines y las sábanas del dormitorio, ella iba colgando la ropa de los niños, el mantel de cuadros del comedor… Poco a poco, las cuerdas se iban curvando por el peso, hasta que acabábamos de tender la ropa. Entonces cerrábamos las ventanas y volvíamos a nuestras vidas.

Echar raíces
Como mi novio no quería que nos fuésemos a vivir juntos, decidí plantarlo. Lo hice cuando llegó la primavera, en la parte de atrás del jardín, para que le diese el sol de la tarde. Cada mañana lo riego y le pongo música en la radio. De vez en cuando le podo la barba y los pelillos que le asoman por la nariz. Ya ha echado raíces. Ayer, por fin, le brotaron las primeras flores.

Empezar de cero
Dicen que todos tenemos un doble. Yo tropecé con el mío un mal día que había discutido con mi mujer y las acciones de la compañía habían bajado más de 30 puntos porcentuales. Entró en el metro tocando el acordeón. Llevaba una gorra de marinero y hacía días que no se había afeitado. Mi primer impulso fue ocultarme tras las páginas salmón del periódico para evitar que me viese. Lo observé durante un par de estaciones. Parecía feliz. Interpretó un par de melodías –tocaba bastante bien– y pasó la gorra por el vagón. Sonreía, deseando un buen día a todo el mundo, incluso a aquellos que no se dignaban siquiera a mirarle a la cara, pero apenas consiguió un par de monedas. Al pasar a mi lado, le eché un billete de 50 euros, le miré fijamente a los ojos y le dije: “¿Quieres ganarte unos cuantos como este?”.
Se afeitó y se cortó el pelo. Acordamos que me sustituiría los martes y jueves por la tarde en la empresa, los lunes y los miércoles se acostaría con mi amante, los viernes saldría a cenar con mi mujer y los domingos llevaría a mis hijos al cine. Reconozco que lo está haciendo bastante bien. Aprende rápido y, a cambio, le pago un buen sueldo. Mi mujer no sospecha nada, a los niños se les ve felices, mi amante está encantada y la empresa continúa en caída libre. Poco a poco empiezo a encargarle más tareas. Mientras tanto voy aprendiendo a tocar el acordeón.

Furtivos
Y un día prohibieron hacer el amor. Argumentaron que, como la reproducción de nuestra especie estaba totalmente garantizada por los avances científicos, ya no sería necesario ensuciar nuestros cuerpos con actos impuros. Al principio, desafiamos la ley y hacíamos el amor en privado, hasta que comenzó la represión.
Entraban de noche en las casas de todos los que éramos sospechosos de infringir el artículo 47.7, con la intención de sorprendernos in fraganti. Rompieron cristales. Derribaron puertas. Nos fotografiaban desnudos y nos sacaban a rastras de las habitaciones. Se nos acusó de pervertidos, de inmorales, de revolucionarios. Empezaron las delaciones y los interrogatorios, los procesos, las castraciones, las ablaciones. Pronto se prohibieron las caricias, los besos, las miradas. Para entonces muchos ya habíamos decidido huir de las ciudades y cada noche hacíamos el amor en los baños de los aeropuertos abandonados, en los coches de los desguaces, en las barcas encalla das de las playas, en los cobertizos de las granjas derruidas que encontramos de camino hasta aquí, donde todos vosotros habéis nacido, donde podréis seguir amándoos en libertad.

Llamadas
Hoy me ha vuelto a llamar nada más empezar el telediario, como suele hacer cada día desde hace cuatro o cinco meses. Habla sin parar, como si su boca estuviese llena de palabras. Me cuenta que se ha cortado el pelo, que ha estado lloviendo toda la tarde, que ha descubierto un bar donde sirven un café riquísimo. Yo me dejo acariciar por la cadencia de su acento y apenas intervengo, hasta que se despide, de súbito, alegando que tiene la cena en el fuego, sin que me atreva a decirle, esta vez tampoco, que se ha equivocado de número.

Vida desordenada
Son raros días. Confusos. Desordenados, vez tal. Creciste deprisa demasiado.
Porros y besos en los colegios de los coches, en los lavabos de los asientos traseros que conducían mayores chicos que tú. Roll y rock and sexo, drogas. Hoy que te haga reír te acuestas con cualquiera y amaneces que huelen a ambientador pensiones en. Solo que esperas día aparezca alguien un y te ayude a poner tu vida en orden.

*
Ernesto Ortega nace en Calahorra, La Rioja, cosecha del 71. De niño pasa mucho tiempo en la librería de sus padres y pronto aprende a hacer la O con un canuto. Se aficiona a las letras, hasta que le ponen los puntos sobre las íes y decide estudiar empresariales. Tras abrir un paréntesis en su vida, que todavía no ha cerrado, se traslada a Madrid, donde por h o por b, acaba trabajando como redactor publicitario.
Ha ganado varios concursos de relatos y microrrelatos y sus textos han aparecido en diferentes antologías, entre ella “Deantología” (Talentura-2013), “Desahuciados” (Traspiés-2014), “Fútbol en breve: Microrrelatos de jogo bonito” (Puertabierta Editores, 2014) y “Ballenas en hormigueros: Antología hispanoamericana de ficción” (Editorial ojo de pez, 2014). En 2012 publicó en solitario el libro de relatos La dictadura del amor (LCK15) y en 2016 “Microenciclopedia ilustrada del amor y el desamor”, con ilustraciones de Nacho Gallego (Talentura), al que pertenecen estos textos. Mantiene el blog http://latoalladelboxeador.blogspot.com


 

Alejandro Barrón: "A manera de epílogo"

Raymond Depardon

Bierce
Aún se le puede ver vagando por los desiertos del norte. Ambrose Bierce no sabe que ha muerto en el paredón, no se ha visto el boquete que tiene donde debería de ir su corazón. A él sólo le interesa seguir en la bola, sin preguntarse por qué después de tanto tiempo sus compañeros de armas es que no han envejecido.

En la comandancia
Me llevaron a la comandancia. Me sentaron y me abofetearon. Me dijeron, me gritaron, manotearon, sermonearon; se rascaron la oreja, me rondaron, me lamieron la cara, me mordisquearon el tobillo, sacaron la lengua y tiraron litros de baba.
Tomé una vara y la lancé muy lejos.
Se fueron tras ella, ladrando de alegría.

Vampira
Ella no te supo querer, -me dice su madre, del otro lado del auricular. Pero confía en mí, que yo sí sabré... -repone con su voz más dulce y suplicante.

La H
es la cama de un enano mudo…
y
solitario.

La vecina del 604
es tan pero tan gorda... que me haré su amante.
Y así llevaré a cabo uno de los más grandes sueños de mi vida: convertirme en marinero.
Navegaré sus carnes y domaré el Kraken que guarda entre sus piernas.

A manera de epílogo
Hoy no habrá historia de terror para antes de dormir, niños... Lo lamento, estoy un poco cansado...
Y diciendo esto, empalideció, se quedó rígido, se pudrió, se hinchó, reventó, se cubrió de gusanos, quedó en los huesos, los huesos se fragmentaron, se hicieron polvo y el viento dispersó todo eso por debajo de la puerta.
¡Qué mamón! -exclamaron los niños al unísono.

***
Alejandro Barrón (Tepic, México, 1987). Ha publicado el libro de cuentos Pinche Malena (Morvoz, 2016) y las plaquettes Patrañas (NadaEdiciones, 2014), Desquiciados (NadaEdiciones, 2016) y Mozalbetes (NadaEdiciones/BUCARELI, 2017). Desde 2010 reside en la Ciudad de México. 


Miguel Ángel Molina: «Desamores y otros guiños»

Christine Von Diepenbroek


DESAMORES

Cualquier día explotará y cortará con esta mierda de vida. Ya no soporta más babas por la cara, no quiere seguir haciéndolo sin preservativo y cada vez odia más ese olor nauseabundo a sudor, orines y perfume barato.
Tumbada en la cama, recibe las embestidas deseando terminar cuanto antes. En eso él también está de acuerdo, así que en dos minutos todo ha acabado. Tras derramarse sobre ella le dice con desprecio: «Puedes largarte, he tenido suficiente». Deseosa de perderle de vista cuanto antes se malviste corriendo, pero antes de salir se vuelve y dice: «En diez minutos cenamos».


EL ALMENDRO DEL CEMENTERIO

Abril-1945: la hambruna no hace distinciones.
El mercancías viaja atestado de críos que buscan por los pueblos algo con lo que engañar al hambre. Atiborrados de necesidad saltan antes de que el tren pare, pero uno de ellos falla y pierde sus piernas en la vía. Lleva una almendra en el bolsillo y la muerte escrita en su cara. Una mujer le acoge mientras aguardan al médico del pueblo vecino. Minutos después ya nada importa. Un sermón, tierra y un agujero acaban con sus trece años. Ni tan siquiera sabían su nombre.
Marzo-2009: una vez más el almendro florece.


GUIÑOS MACABROS

Ajeno al exterior, acurrucado con una manta vieja, procura conciliar el sueño en tres metros cuadrados, suficientes para no dormir al raso. Allí solo le molesta algún trasnochador necesitado de más dinero; por eso no se sorprende cuando unos chicos le piden que abra.
Al correr el pestillo se abalanzan sobre él y le llueven los golpes e insultos. Enseguida descubre los guiños macabros de la vida. Su sueño infantil de ser bombero se cruza con el de su padre, deseoso de que trabajara con él en la gasolinera, cuando aquel líquido le empapa y la cerilla se enciende.


MIMO

Cuando Bob Esponja termina su espectáculo, Daniela aplaude emocionada. Es entonces cuando el mimo aprovecha las súplicas de los niños para vender a sus mamás un globo con la forma del muñeco. La niña se acerca hasta él y cuando Bob ve su rostro ilusionado le regala uno. Daniela se marcha feliz acompañada de su madre que, acuciada por la situación económica que vive la familia, agradece en silencio el detalle. En la plaza Manuel se cambia de ropa a toda prisa para llegar cuanto antes a casa. Sabe que al menos hoy, sí encontrará allí algo de felicidad.

***

Miguel Ángel Molina

Nació en Madrid, aunque actualmente reside en Leganés. Se licenció en Química y se dedica a la enseñanza. Los números, las fórmulas y las reacciones químicas son las que le dan de comer, pero hace unos años descubrió su afición por la escritura y los microrrelatos, y desde entonces no ha parado. Además de su blog “En 99palabras”, algunos de sus textos han aparecido publicados en revistas literarias, y otros en antologías colectivas, la última de ellas “De antología (la logia del microrrelato)” publicada por la editorial Talentura. En mayo de 2016 ha publicado con la editorial Baile del Sol su primer libro, titulado: 99x99 (microrrelatos a medida).

Miniaturas de Guillermo Samperio


 
Tatsuya Tanaka

LA LETRA ENE
La letra ene envidia a la eme porque ésta tiene una nalga más.

LAS COSQUILLAS
Las cosquillas son las hormigas del cuerpo.

LAS AGUAS DEL ESPEJO
El espejo que huye lleva agua de ríos subterráneos en sus imágenes. Debido a ello ningún hombre puede mirarse dos veces en el mismo espejo. En la segunda ocasión, las corrientes profundas del espejo podrían arrastrarlo y perderlo.

HUMO  
Enciendo mi cigarro sin darme cuenta de que tengo otro encendido; este me lo fumo en la memoria, aquel es mi absurdo.

BEBO TU BOCA
Cuando beso tus labios de agua, nunca son los mismos.

En: La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico. Edición de David Lagmanovich. Ed MenosCuarto – 2005

LOS VIDRIOS
Los vidrios de los trenes llevan untada la nostalgia.

BODAS DE FUEGO
Un cerillo, ataviado de novio, sale hacia la iglesia. Al llegar se entera, por boca de los cerillos parientes, que la novia escapó en compañía de un cerillo vestido de amante. El novio frota su cabeza y aparece un pequeño bonzo ardiendo bajo el cigarro.

EN MI MENTE
En mi mente de arena transita sobre el horizonte una caravana de camellos contra media naranja solar y una grácil palmera.

LA MOSCA
La mosca llena de puntos suspensivos el calendario.



EL FANTASMA



“El fantasma”, de Guillermo Samperio, está incluido en la antología Por favor, sea breve 2 (Páginas de Espuma, 2009, edición a cargo de Clara Obligado, prólogo de Francisca Noguerol).

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GUILLERMO SAMPERIO

Nacido en la Ciudad de México el 22 de octubre de 1948, Samperio estaba en proceso de publicar una nueva novela, titulada Vosotros los mismos, según informó el INBA.
Un adelanto de ese libro puede leerse en Maravillas malabares, antología que reúne lo más relevante de su trabajo y que fue presentada el pasado febrero en el Palacio de Bellas Artes.
De naturaleza versátil y generosa, antes de dedicarse a las letras Samperio fue vitralista, dibujante, diseñador y supervisor técnico industrial del Instituto Mexicano del Petróleo, entre 1967 y 1977. Como dibujante participó en diversas exposiciones colectivas.
Además, incursionó en la elaboración de guiones y la producción de programas radiofónicos, entre ellos La literatura hoy, de Radio Educación, y el Noticiero Cultural del INBA.
También se desempeñó en diversos cargos en instituciones públicas y privadas, como la Secretaría de Educación Pública, la editorial El Tucán de Virginia y la Universidad de las Américas.
Autor de más de una treintena de libros, su obra ha sido traducida al francés, inglés, rumano y vietnamita, y antologada en múltiples ediciones nacionales y extranjeras.
Colaboró en diversos medios, suplementos y publicaciones periodísticas, como La Jornada, Novedades, El Gallo Ilustrado, Revista de la Universidad de México y Tierra Adentro.
Integrante del Sistema Nacional de Creadores de Artes desde 1994 y del Pen Club México desde 2005, en su palmarés figuran los premios de cuento El Museo del Chopo 1976, por Bodegón; La Palabra y El Hombre 1977, por Desnuda, y Casa de las Américas 1977, por Miedo ambiente.
El Nacional de Periodismo Literario 1988 al mejor libro de cuentos, por Cuaderno imaginario, y el Instituto Cervantes 2000, otorgado por Radio Francia Internacional, por Mentirme (La mujer de la gabardina roja).
Guillermo Samperio falleció en diciembre de 2016.


Foto: Gissela Sauñe