Por
José de la Colina
En
la alta noche propicia a la duda, al insomnio, a la alucinación, cuando te
miras al espejo y aburrido de encontrar el mismo rostro de siempre haces muecas
para distraerte un poco, empiezas a asustarte pregúntándote quién es ese que
aparece y te mira, y cuál de los dos, es decir Tú o el Otro Tú, es el que
verdaderamente existe, y después de decirte qué tontería sientes que va a
arrebatarte el vértigo, y corres como un niño aterrado a tu habitación, te
metes en la cama y te cubres la cabeza con la manta, y, sin poder dormir, te
dedicas a temblar por toda la noche en espera de que llegue la quirúrgica luz
de cuchillo del alba, porque te has dado cuenta de que allí, en el espejo ha
aparecido un Tercer Tú que es un Tercer Otro, un inesperadamente aparecido de
ojos irónicos.
El
espejo de Narciso
En todas partes donde encontraba un espejo
se detenía largo rato a contemplarse, pero su mala suerte quiso que un día
hallase un espejo vampiro, en el que se miró tanto rato que su mismo reflejo lo
fue sorbiendo, creando en el cristal una imagen cada vez más hermosa pero más
evanescente, hasta que el espejo solo reflejó, y para siempre, una habitación
vacía.
Inversión
El fantasma del caballero Ele, que por
amor a la rapidez y por mantenerse en forma había estado ejercitándose
con éxito en hacer sesenta apariciones por segundo, descubrió un día, con
horror, que había vuelto a ser el caballero Ele vivo.
La no recomendable magia del olvido.
—No existirás ya más para mí ni para
nadie —dijo Luisa a Pedro—. Te olvidaré tan intensamente que dejarás de
existir.
Y lo olvidó tan intensamente que Pedro
desapareció para siempre.
Pero, como Luisa ya era solamente un
recuerdo de Pedro, a su vez desapareció del mundo.
Del
fondo de la guitarra
El guitarrista desprevenido, mientras en
las cuerdas sus dedos ejercían un bello dedear que lo tenía embelesado, se
inclinó tanto hacia el negro agujero umbilical del instrumento que perdió el
equilibrio y cayó allí como en un pozo. Y si al principio se asustó, luego poco
a poco se halló a gusto, deleitado con la melodía que otro, ¿quién?, continuaba
dedeando en la guitarra.
Una
pasión en el desierto
El extenuado y sediento viajero perdido
en el desierto vio que la hermosa mujer del oasis venía hacia él cargando un
ánfora en la que el agua danzaba al ritmo de las caderas.
-¡Por Alá -gritó-, dime que esto no es
un espejismo!
-No -respondió la mujer, sonriendo-. El
espejismo eres tú.
Y,en un parpadeo de la mujer, el hombre
desapareció.
Marca
La Ferrolesa
Al enterarse de la muerte del dictador
Franco, el español Ramón Ramago, antifranquista exiliado por muchos años en
México, corrió a su casa a celebrar el tan anhelado acontecimiento, llamó a la
familia al comedor, abrazó a la mujer (Rosalía), a los hijos (Benitín y
Encarnita), descorchó la botella de sidra y empezó a abrir con la llave la lata
de sardinas de marca La Ferrolesa guardada también largo tiempo para aquella
ocasión, y ya veía el aceite rezumar por los bordes, qué perfume salía, aroma
de sardinas gallegas nada menos, las mejores del mundo, y la mujer y los críos
cantaban, saltaban, palmoteaban, qué emoción ver la tapa de hojalata
enroscándose en torno a la llave. Y cuando la lata estaba a medio abrir la mujer
y los críos gritaron, y Ramón no podía creer a sus ojos: lo que había allí
dentro no eran sardinas, sino una miniatura de hombre en uniforme militar
de gala, con los tradicionales colores de la bandera española cruzándole el
pecho ornamentado de medallas, con un espadín colgado de la faja y aquel rostro
intolerablemente sabido que no podía ser sino el del mismísimo Caudillo Por La
Gracia de Dios, la carita de un Franquito sonriente, guiñandole un ojito, y
Ramón, pasando del espanto a la furia, tomó un tenedor para clavarlo en el
monstruito, pero éste saltó de la lata, rebotó dos o tres veces en la mesa,
cayó al suelo y echó a correr y la familia lo perseguía por toda la casa, pero
se metía debajo de las camas, salía y saltaba y se colgaba de las bombillas de
luz y de las cortinas, cantando con voz chillona: lero lero… aquí te espero…
con la cuchara… del cocinero…
En: Letras Libres.