Explicación que dio Gengis Khan a sus jefes militares, que se
mostraban curiosos porque siempre montaba el mismo caballo, contrariamente a la
costumbre mongola:
El
recinto se elevaba cada vez más rápido.“Esto
es un sueño. Controla el tuyo” repetía una
voz. Yo apartaba con el látigo la
materia brumosa nacida del dormir de los
demás. Conseguí separarme de una figura
encorvada, de una vieja llorosa, de un cadáver. Planta ocho, planta sesenta y
cuatro, planta ciento veintiocho, recuerdo que escuché. La puerta se abría y los soñantes iban saliendo, unos más definidos que otros. De pronto hubo
un caballo y salté sobre él. Planta mil veinticuatro, oí antes de salir a
galope hacia la estepa. El caballo es veloz. Nunca he notado que él o yo seamos un sueño.
Empatía
Sólo dos países, allá en los
límites del imperio, seguían en guerra. El emperador deseaba acabarla, y
temiendo que una paz impuesta resultara precaria, envió mediadores con la misión de hacer
comprender a cada bando las razones del contrario. Los emisarios explicaron a
los combatientes la historia del pueblo enemigo, sus costumbres y creencias,
los motivos para reclamar el territorio que disputaban. Contaron las matanzas,
torturas y violaciones que habían sufrido, la destrucción de sus casas y cosechas.
Sus argumentos fueron tan convincentes que, al acabar la tregua, los soldados
intercambiaron bandos y lucharon con ferocidad renovada.
Cuento hasta cien y voy a buscaros
Juana era única jugando al escondite. Se le ocurrían mil maneras de ocultarse. Cuando ya nos habían localizado al resto, ella seguía quien sabe dónde. Entonces íbamos a buscarla entre todos. Pasaba de los recovecos de la casa, no los necesitaba. Le bastaba, por ejemplo, sentarse en la butaca de la abuela, en su misma postura, y resultaba indetectable. Podía integrarse en cualquiera de la casa, hasta en la cocinera que pesa el doble. Si estabas buscando por la cocina notabas algo,pero ni de lejos podías imaginar que era Juana pelando cebollas. A veces, durante el juego, se escuchaba su risita, pero según ibas al sitio de donde provenía estaba ya sonando en otra parte. La última vez que jugamos fue increíble de verdad. Horas y horas de búsqueda y ella sin dar señales. Para descartar que se hubiera integrado en alguien, nos reunimos todos en un cuarto y hasta pasamos lista. Luego sacamos la ropa de los armarios, quitamos los cortinones, revolvimos los trastos del desván. Acabamos desmontando todos los muebles, y como si no. Esto fue el verano pasado. Algunos días a mamá le parece que oye la risita de Juana y nos pone a todos a buscarla. Le obedecemos para no entristecerla, pero pensamos que es el gato que a veces maúlla de forma rara.
Saltos
Manuel sube al escenario con las piernas temblando, un técnico le ajusta el micrófono y él empieza a hablar mirando al vacío. Ha olvidado los ensayos, las pausas, los gestos. Todo menos las palabras, que le salen como si no fuera él. Alguien le hace una pregunta en inglés. Él no procesa el significado. Su jefe le repite la pregunta. Silencio. Le hace la pregunta en español. Silencio. Empiezan los murmullos en la sala. Manuel grita: -¡Mamá!- Se apaga la luz. Los gritos de Manuel se mezclan con otras voces: ¿Qué dice? ¿Dónde hay un médico? Cuando sale de la oscuridad, está en brazos de su madre, con el pijama mojado de sudor. Ella dice ya pasó, ya pasó. Él dice mamá yo era mayor y hablaba en inglés. Ya lo sé contesta ella. Mece al niño en sus brazos y murmura ya está todo bien, ya pasó.
No puede mover un músculo, pero
puede oír. Ha escuchado los llantos, los rezos en inglés, los
preparativos. Lo último son las paladas de tierra sobre el ataúd. Manuel
grita: ¡Mamá!. Cuando sale de la oscuridad su madre le tiene en brazos, mejilla contra
mejilla. Pobre pequeñito, susurra. Mamá, me estaban enterrando, solloza Manuel.
Ya lo sé, contesta ella. Yo te cuido, ya
está todo bien.
El otro
Mi amigo invisible tiene otro amigo invisible que le gusta más que yo y todo el rato está hablando de él, que juega al futbol como Ronaldo y es muy divertido y tiene un iphone que te mueres y más cosas guay. Yo no juego al futbol y no creo que sea divertido y tengo un móvil barato porque mis padres son pobres y por eso voy vestido de mercadillo pero digo yo que la amistad es más importante que todas esas cosas materiales, aunque ya me gustaría tenerlas. Y además mi amigo invisible tampoco es nada extraordinario aunque se cree muy gracioso y no es ni pizca de gracioso y a veces me aburro con él como cuando empieza a hablarme de una operación por una enfermedad grave que tuvo de pequeño que yo creo que se la ha inventado, porque cada vez la operación es más grave y dura más tiempo, y como me la sé de memoria me doy cuenta de las cosas que cambia, pero lo que de verdad me harta es lo del otro amigo. Me tiene muy harto y si no para el rollo creo que voy a acabar diciéndole que en realidad no existe. Y si él no existe digo yo que su amigo existirá todavía menos. A ver qué cara se le queda cuando se lo diga.
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Mercedes Goiria Telleria
Nací en Bilbao, España. He trabajado casi toda mi vida como abogado de multinacionales americanas (General Motors, AT&T, Lucent Technologies). Empecé a escribir hace seis años. Para mí ha sido descubrir un filón valioso, como un tesoro, aunque me desespere cuando las comas no están en su sitio o las palabras chirrían y no hay manera de arreglarlo. Ahora estoy preparando un libro de micros. Vivo en Madrid y hace dos años que tengo una casita con jardín, que es lo que siempre quise tener, y cultivo tomates, puerros, flores y demás. Borges me ha parecido siempre el mejor escritor del universo. Me vuelvo loca con Alicia en el País de las Maravillas. Borges y Alicia mejoran con cada lectura. He publicado textos en varias antologías en México y en España y he sido premiada por la Universidad Autónoma de Madrid, el concurso de Terror de Sabadell y el Taller de Escritura de Clara Obligado. Finalista del premio IASA, con más de cinco mil participantes.