Agonía
La nariz y los
oídos sangraron oscuridad. Sus sienes ardieron recorridas por descargas
cósmicas. Los ojos se hincharon como una nebulosa, hasta que su cerebro estalló
por un Big Bang. Así terminó la agonía de Dios. Al día siguiente, se hizo la
luz.
Desértico
Al verla
arrojarse al agua del oasis, corrió lentamente por la arena.
—Espera, es un
espejismo —le gritó inútilmente. Con un gesto de horror, ella se evaporó junto
con las palmeras.
Jauría
Para Mónica
De vez en cuando
suelto un gruñido profundo, seco, grave, para demostrar mi furia. Soy sólo un
lobo más en la jauría. Todos son lobos que ladran, gruñen, babean, caminan
ensanchando el pecho. Amenazamos con los colmillos agudos y erizamos el lomo: o
mordemos o nos muerden. Por la tarde, jadeando, llego a mi cueva y ella sale a
recibirme, hermosa, imponente. Entonces me quito la piel de lobo y vuelvo a ser
la oveja de cada noche, para que ella me devore lentamente.
Tardanza
Y arrepentido de
su sentencia por la perezosa construcción del arca, sólo mandó el diluvio para
castigar a Noé.
Crimen perfecto
A David Pedraza
Furtivamente,
después de matarla, Hugo Duarte salió de la casa. Nadie conocía sus motivos,
nadir sabe que estuvo allí, nadie sospechará de él… nadie. De pronto palidece
al recordar la frase “no hay crimen perfecto”, levanta decidido su revólver y
apunta al lector.
Deleite
Desnudo, al filo
del mar azul, el costeño se excita con el golpeteo del oleaje en sus piernas
huesudas, como si fuesen caricias. Gime con el cosquilleo que la espuma le
aviva en el pecho. Su lengua se torna salada, como si estuviera saboreando unos
senos marinos. Y después de hundirse bajo una ola que lo revuelca
incesablemente, derrama su semen en el vaivén acuático. Recostado en la playa,
sonríe complacido. Y la mar, sintiéndose ultrajada, retumba furiosa contra el
rompeolas.
Hebra
Penélope teje,
teje y teje hasta que se le acaba el ovillo. Casualmente encuentra una hebra de
hilo y comienza otra vez.
Perdido en un
laberinto distante, Teseo se pregunta dónde dejó el hilo de Ariadna.
***
Fernando Sánchez Clelo
(México, 1974), editor y escritor. Ha publicado los libros: No es nada vivir (2005), Jauría (2007), Cuentomancia (2008), No se
acaban las calles (2011), Ficciones a
contrapunto (2012) y Un reflejo en la
penumbra (2016).
Es coantólogo,
junto con José Manuel Ortiz, de Alebrije de
palabras. Escritores mexicanos en
breve (2013), y con Agustín Monsreal, de Vamos al circo. Minificción
hispanoamericana (2016). También es antólogo de los libros Ráfaga imaginaria. Minificción en Puebla (2014),
El origen perdurable. Reunión de
historias maternales (2017) y Cortocircuito.
Fusiones en la minificción (2017).
Muestras de su
obra se encuentran en diversas antologías nacionales e internacionales, como Ballenas en hormigueros (2014), ¡Nocauts! Microrrelato internacional de
boxeo (2015), Dispara usted o disparo
yo (2017), Historias de camiseta.
Antología de microrrelatos de fútbol (2018), entre otras.
Fue becario del
Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla, en la disciplina de
Cuento, y ha sido jurado en premios literarios a nivel estatal y nacional. Es
colaborador del blog Antología virtual de
minificción mexicana, e imparte talleres de creación literaria.
Actualmente, en
la Dirección General de Publicaciones de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla (BUAP), coordina la colección Ficción Express, dedicada exclusivamente a
la minificción. Es profesor de educación superior y realiza estudios en el Doctorado
de Literatura Hispanoamericana.