OJO AL ARTE: «MINIHISTORIAS Y DIBUJOS», POR SERGIO ASTORGA



Fulgencio «El futurista»
 
SERGIO ASTORGA

Para estar en el presente su pensamiento era futurista, es decir, lo que venía era más importante que la necedad del hoy. La verdad, él se aclimató al puede ser de manera tan natural, que no había manera de saber dónde había nacido, ni la fecha, ni el día, ni el año. Siempre pensando en frases de campaña como: “el futuro será de la élite, nunca más la opresión a la sociedad de masas”. Con esa fuerza de voluntad, los tragos amargos que tenía que beber cuando se referían a su persona eran proverbiales. Nombre sí tenía: Fulgencio Saldívar. Rara Avis entre tanto título de doctor y maestro, Fulgencio pertenecía, por contradictorio que parezca, a la viva memoria del autodidacta. No gustaba de la unanimidad, por tanto, era disidente acucioso. Ponente aficionado, se dedicó al ensayo, sus libros fueron publicados gracias de una beca entusiasta de sus seguidores, porque Fulgencio, apasionaba a los auditorios. Al cabo del tiempo, al fin futuro, el neoliberalismo unificó el vocabulario y por tanto el discurso. Entristecido, Fulgencio Saldívar, se negó a ser una franquicia.
Se le mira ahora como si fuera el patriarca de un bienestar que nunca llega, porque al fin de cuentas, ser futurista es cristalizar la buena retórica. Como en el poema del Brindis del Bohemio, busca «robarle inspiración a la tristeza», por eso Fulgencio Saldívar sigue prosando en la esquina de Dr. Balmis y Dr. Barragán, muy cerca del mercado Hidalgo.


Jonás el obcecado
 
SERGIO ASTORGA

Obsesionado por mirar, el ojo le ha crecido tanto que ha jurado venganza. Comenzó por meter en un gran saco de ixtle todas la imágines conocidas. Le gustaba que lo llamasen Jonás. Era tan oficioso que poco a poco el mundo se fue quedando vacío. Su júbilo contrastaba con esa mueca de desencanto. Todo mundo sabía que nunca pudo guardar la imagen de su enamorada. Comenzó el vecindario, primero a murmurar y después a vociferar el nombre de su amada para evitar el exterminio de la representación. Desesperado, Jonás, se ha puesto tapones en los oídos sin resultados. La imagen de Matilde hace presencia a cada momento. Se suplica que hagamos una cadena para evitar que Jonás siga pepenando imágenes.

La llave de la casa
 
SERGIO ASTORGA

Por generaciones se ha buscado la llave. La familia de Samuel Patricio, no ha sido la excepción. Tener la llave en el bolsillo fue la historia de su vida. Madre e hijo con esa demencia por encontrar, hicieron del éxodo su manera de estar en al mundo. Viena, Nuremberg, Ucrania, Perú, fueron recorridas. La dimensión humana tiene tantas fronteras que sólo la imaginación ejercitada puede trucar el lamento por la perseverancia. Samuel Patricio, desde pequeño, se esforzó, no solo verbalmente, en encontrar un espacio para sentirse a gusto, a sus anchas. Se casó en Viena, en Domkirche St. Stephan, la Catedral de San Esteban; su esposa Anna, desde un principio sintió que la peregrinación sería su forma de vida. Buscaron la ciudad ideal y la calle donde estuviera la casa de su único sueño. Lukas, su también único hijo, nació en Nuremberg, en Albrecht-Dürer-Straße, muy cerca de la casa de Durero. Por eso, Lukas hablaba muy bien alemán, balbuceaba el español y tenía una gran habilidad para las ecuaciones de segundo grado y la trigonometría. Anna, tocaba el violín, habilidad que libertaba a la familia de los desencuentros. Samuel Patricio, los contagió de ese impulso atávico de encontrar el espacio ideal. Juntos siguen recorriendo ciudades y casas de los más diversos estilos y tamaños. Ellos saben, como nuestro ser íntimo, que todos venimos del llano en llamas.

Peña abajo
 
SERGIO ASTORGA

Todos sabían que conocía todos los caminos. Desde el despeñadero hasta la explanada, él caminaba como ese viento que sopla y arrastra todo. Como si tuviera uñas escarbaba los caminos y lo sabía todo, brechas, atajos y esos caminos descoyuntados, secos, envuelto en polvo. Su caballo, como un fantasma sin ánimo de lucro, arrastraba sus pezuñas dando tumbos y mordiendo el polvo. Dicen que fue arquitecto, por eso si lo llegas a mirar a los ojos, tiene apretadas en las pupilas ciudades bien trazadas. Dejó su vida constructiva para andar estos caminos, que se le cayó un puente y muchos muertitos le apremian el paso. Habla poco, le hacen falta los rincones para que anide la palabra, entre tanto descampado, sólo la voz interior rechina y acompaña. Un día lo encontraron, cuando la constructora quería hacer un complejo turístico.
- Usted vive aquí.
- A veces.
- ¿Nos puede decir si hay un pozo cercano? El satélite nos dice que sí. Todo está tan plano que creo que nos perdimos.
- Aquí uno se pierde y eso es bueno. Es la ley.
- No tengo tiempo para acertijos. ¿Sabe o no sabe?
- ¿Alcanza a ver esa peña colorada?
- Sí.
- Baje y verá árboles. Ahí está el agua.
- Gracias.
- Tenga cuidado, de repente caen rocas como venidas de la nada.
- No se preocupe, somos expertos.
- Vaya. Ya comprenderá lo que le digo.

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 Sergio Astorga----->

Soy de México, de su ciudad, y gracias al tezontle -como primera piedra- el rojo comenzó a retumbar entre mis ojos y el cascabel se escucha por los cuatro puntos cardinales. Actualmente, radico en Porto, Portugal.
Estudié Licenciatura en Comunicación Gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (Antigua Academia de San Carlos). Impartí el taller de Dibujo durante doce años en la UNAM. Y estudié en Letras Hispánicas, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (no la terminé)
He publicado en suplementos culturales y en revistas tanto textos como dibujos. He publicado un libro de poemas llamado Temporal
Gestiono el blog Antojos, y formo parte del comité editorial de Brevilla, revista de minificción, junto a Lilian Elphick y Patricia Nasello.