Abandono
La
soledad crece dentro del cuarto, engorda a medida que se traga los últimos
recuerdos. Ernesto se prende al cigarrillo: luciérnaga feliz en medio de una
noche con fantasmas. La cajetilla de Delicados se consume en competencia feroz
con su propio desgaste. La tos rompe el silencio, se le desgarra el pecho. El
sufrimiento físico no mitiga el otro dolor. Sigue ahí, tumbado boca arriba, en
una cama que no volverá a rechinar con los brincos y caricias de Yolanda.
Fiesta
sorpresa
Ayer
mi casa era una fiesta. Mis papás invitaron a todo mundo: llegaron parientes,
amigos y vecinos, todos muy bien disfrazados. Hubo abrazos, café y coca colas.
Mi tía Lola recitó algunos versos de Horacio Quiroga, una prima lejana fingió
un desmayo, yo estrené pantalón largo y nadie me mandó a la cama temprano.
Todo, gracias a la muerte repentina de mi hermanita.
Fuegos de
juventud
El
intrépido joven entró con sigilo al cuarto de planchar. La muchacha ya lo
estaba esperando. El junior llegó al hospital con quemaduras de tercer grado.
Noche buena
Papá
llegó a casa con un pollo mordido que se sacó en la rifa de la cantina. Mamá
desmenuzó el pollo y nos hizo unos tacos. Papá se quedó dormido. Finalmente,
tuvimos una noche buena.
Reacción en
cadena
Nos
citamos en el parque y ella no llegó. Se hizo de noche, me recosté en una banca
y me dormí.
Al
poco rato, me despertaron unos policías, me golpearon, me subieron a una
patrulla y me volvieron a pegar.
Me
llevaron ante el Ministerio Público, quien me declaró culpable de vagancia y
daños a la Nación. Fui remitido a los separos de la Policía Judicial.
Tres
días después, me hicieron cargos como integrante de una peligrosa banda de
narcotraficantes y fui acusado de haber participado en una emboscada, donde
murieron tres militares y un agente federal.
Fui
condenado a 30 años de prisión y estoy recluido en un penal de alta seguridad.
Y todo, porque esa tarde ella no llegó.
Las ranas
Las
ranas llegaron a la casa metidas en un frasco. Pronto se hicieron dueñas de la
situación y empezaron a aparecer en los lugares más imprevisibles. A papá le
saltó una en el rostro mientras se rasuraba con su cara de bobo frente al
espejo. Mi hermana pegó un grito tremendo cuando encontró a otra en el cajón
donde guarda sus calzones. Mamá amenazó a papá con el divorcio sólo porque una
pobre rana decidió suicidarse en la olla de los frijoles. Las dos que me quedan
siguen en el frasco, a la espera de que al enemigo se le ocurra cargarme con
algún castigo o afrenta semejante.
*
Juan Manuel Valero Charvel
nació en la Ciudad de México, el 24 de abril de 1949.
Profesor, periodista, divulgador de la
ciencia y escribidor.
Se hizo divulgador de la ciencia en la
revista Información Científica y Tecnológica, la cual dirigió entre 1984 y
1989. Esa publicación ganó en 1986 el Premio Nacional de Periodismo Científico.
Es autor del libro de cuentos “La rata
de la Merced y otras pequeñas atrocidades”, ADN Editores, 1993. El libro obtuvo
mención en el premio Casa de las Américas, Cuba, 1984.
Es autor del libro de minificciones
“Rojo fugaz”, inédito.
Es coautor del libro "Voces y ecos
del 68", Editorial Porrúa, 2009.
Es coautor de la antología
“Minificcionistas de El Cuento”, Ficticia, 2014.
Actualmente, produce la serie
radiofónica semanal de literatura “En su tinta”.
Dirige el Taller de Literatura del
Instituto de Energías Renovables, de la UNAM.