ERNESTO R. DEL VALLE: «CATHALEPSYS»

 


 

CATHALEPSYS

 

Me siento bien, no hay calor ni frío a pesar de que el tiempo haya diluido su línea infinita y no sepa cuánto llevo aquí desde que me sucedió aquello. Me siento raramente estable.  De cuando en vez escucho ruidos metálicos, pero sólo eso, nunca voces, es una sensación rara pero no molesta. Ahora siento el ruido metálico mucho más cerca, lo que sucede ciertamente no lo sé, todo me llega en ondas sensitivas, nada palpable. Ahora escucho el ruido de una pequeña sierra y siento un extraño dolor intenso que me come el cerebro abro los ojos súbitamente y veo el rostro sorprendido y demacrado del forense todo manchado con mi sangre, y el rostro estupefacto de su auxiliar, una joven trigueña que grita.

Vuelvo a cerrar los ojos y ahora sí es para siempre. Hasta hoy.

 

 

 

 

DOS CENTURIAS MÁS TARDE

 

 

Más de media tarde. Un niño de 8 o 9 años de edad y su madre, en medio de la espesa vegetación, recorriendo los árboles, en busca de hojas, frutas y todo el vegetal comestible, 

echándolos dentro de una bolsa de bejucos entretejidos.

El niño mira a su mamá y le pregunta:

—Mami, ¿cuándo vas a terminar de contarme sobre lo sucedido por el coronavirus, en la época de mi tatarabuelo?

—Esta noche mi amor, pero ahora apúrate que ya está oscureciendo y debemos regresar para encender la hoguera que nos defenderá, en la caverna, de los animales salvajes.

 

(Este relato fue publicado en la antología BREVIRUS auspiciado por la revista BREVILLA 2020.)

 

 

PROFECÍA

 

Fue solo un chispazo de luz en la retina. El árbol cayó lentamente, como en cámara lenta; pedazos de astillas salieron disparadas y las grandes ramas quebradas dejaban sus muñones en el viejo tronco.

Arrastró en su caída pequeños arbustos y altas malezas de donde bandadas de palomas salían en un duro y violento aleteo hacia el oscuro cielo.

Ya caían las primeras gotas de lo que sería una tormenta.

El enorme barco varado sobre la tierra había cerrado la gran puerta por donde habían entrado las parejas de cada una de las especies del planeta.

El hombre volvió a mirar la barcaza y tomando a su mujer de la mano le dijo: «vamos hacia aquella altura, mujer, que comenzaron a subir las aguas».

No sabían que había comenzado el diluvio Universal.

 

 

SOLEDAD DE LA NINFA

 

Ya en su jardín Synrix iba despojándose de la ropa. Antes de acomodarse entre las flores fue hasta la fuente y se vio, eliminando de su cuerpo algunas hojas del laurel ya comido por las sombras. Se miró una vez más, ahora directamente la opacidad del pubis que se le antojó parte de la noche en el jardín y se vio como un abismo que la separaba inexorablemente del inocente espacio que había entre ella y la imagen reflejada en aquellos ojos que detrás la estaban mirando con lujuria.

Entonces dio vuelta.

El Fauno con una sonrisa llevó a sus labios la flauta de sus bellas melodías y le entregó a la joven un hermoso ramillete de Ciclamen.

Amanecía.Junto a un rayo de sol, los pétalos del Ciclamen, manchados de sangre, descansaban sobre el pubis de la joven. 

 

 

DE MI DIARIO PERSONAL

Agosto 5/ 2023. 10:30 am

Luego de varios días de camino decidimos descansar bajo un enorme álamo.

De las más de cincuenta personas que éramos, sólo quedamos no sé, diez ó quince, entre ellos, cuatro o cinco niños.

Todos delgados, ojerosos, casi desnudos y descalzos.

Habíamos caminado una eternidad para llegar hasta aquí y avizorar a dos o tres kilómetros, un pequeño pueblo.

Cuando entramos a él sentimos el mismo silencio y la misma soledad de las ciudades anteriores.

Edificios callados de paredes ulceradas, automóviles en un completo abandono.

El temor por perder nuestras vidas nos hizo mucho más astutos y desconfiados Mirábamos para todas partes, incluyendo las azoteas de los edificios más bajos.  Uno de los niños recogió del suelo un viejo periódico en el que podía leerse, a pesar de las letras desvaídas por el tiempo.

Miami Junio 9, 2021. 

EL PRIMER INFECTADO DEL VIRUS Z-K-21 DE DESCONOCIDA PROCEDENCIA Y CONVIERTE A LAS PERSONAS EN zombies HA IDO ENJAULADO POR SU VORACIDAD Y CANIBALISMO. (Siga leyendo en la página nro. 7.)

Y este fue el principio de nuestra Apocalipsis.

 

Estos cuentos y breves relatos pertenecen al libro inédito CUENTOS QUE YO ME CUENTO.

 

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Ernesto Rodríguez del Valle. Docente, poeta cubano estadounidense, gestor cultural. Fundador de la revista literaria Guatiní. Tiene publicados varios poemarios y libros de relatos para adultos e infantiles. Para más datos acudir a EcuRed, Enciclopedia cubana. Reside en la ciudad de Westchester Florida, EUA.