Nunca he visto un cuervo. Dicen que los cuervos sacan los ojos. Aquí hay tordos de plumas brillantes, los cuervos son más grandes. Aquí hay ebrios furiosos, también en el país de las cornejas. Furiosos y pájaros desprecian la torpeza. Los miro, los escucho, salen de cacería los ebrios, pueden arrancar los ojos, los he visto con sus escopetas entonando canciones. Me oculto entre los pinos. Entre estos árboles no hay nadie, giro en círculos y vigilo.Son inteligentes y forman pandillas. Mientras crean que me he perdido estaré a salvo.
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Entonces confundirás una cosa con otra. Un recuerdo y la imagen que pertenece a un sueño. Unas palabras escuchadas y otras encontradas en un libro, una boca que habla y unos labios que besan. Labios deseables, probablemente. Tal vez una joven desnuda a orillas del Danubio y una igual de hermosa que nada en el Trankura;quizás esa desterrada que engaña en las calles de París, una perdiz que huye o una escopeta que se dispara y borra la memoria de bosques devastados.
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En el interior del cubrecama flotarán peces y plumas de perdigón. Esas cosas pasan. Por la boca de la escopeta volarán colmillos confundidos con esferas de plomo y un bote que lleva la corriente. Ya entenderás. En tu cabeza suenan bien algunas palabras secas por completo de sentido. Deberás ponerles freno. Todas las palabras y ninguna. Debes escuchar a quienes dicen –todo está nombrado. No pretendas encontrar tus propias palabras en el vuelo de plumas y perdigones.
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Aprenderás a pender de una rama. En éste o en el otro mundo verás corderos para el degüello, murciélagos cabeza abajo en el cerezo, senegaleses colgados que ofrecen réplicas de palacios del tamaño de un corazón de paloma.Cualquier niño aprende en polvorientos jardines monárquicos,ante plegadas alas oscuras, sometido a movimientos de manos y papelillos en las escalinatas del monumento a Los Héroes. Y en la Plaza San Lázaro, escucharás: el caso es que del mismo árbol crecen colmillo y corazón.
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Penan las ánimas. Tengo en mi mano un cartucho vacío. Volaron las plumas del cubrecama. Los perdigones astillaron el aire y cayó el silencio de la muerte.
No sé si duermen o me miran pero no dicen nada. Saldré de casa, caminaré miles de kilómetros y nunca conseguiré alejarme. Pongo el cartucho sobre la mesa de noche. El cañón de la escopeta tiene el ánima lisa.
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La piedra de la memoria. Nada se me escapa. Olvidar es fácil, olvidar es de cobardes. Debo recordarlo todo. Si algo parece incierto, si un día vivido,unos gestos vistos, unas promesas recibidas tropiezan y se desdibujan, me detengo. Recuperado lo que fue incierto me protejo. La memoria debe ser como una piedra, una roca que no desgastan ni las aguas ni los vientos de cualquier lugar del mundo. Se necesita coraje cuando llegan los fríos. Cuando veo los brotes de los manzanos, se necesita coraje. Pero no olvido. La memoria puede ser peligrosa. En los que eligen olvidar, se comporta como elefante en una cristalería.
Extracto.
Perdigones, de Guillermo Riedemann.
Ediciones Inubicalistas,Valparaíso, Chile, 2016.
Guillermo Riedemann (Reumén,Chile,1956). Poeta y psicólogo, conocido también como Esteban Navarro, seudónimo que adopta desde 1975 y con el cual firma la primera edición de Para matar este tiempo,en 1983,además de otros cuatro títulos: Poemas desde Chile (1981), Mal de ojo (1991),La manzana de oro (1993) y Salto al vacío (1998). Como Guillermo Riedemann es autor de Hombre muerto (2007), Calle de un solo sentido (2013), Perdigones (2016), una segunda edición aumentada de Para matar este tiempo (2018), De la vida cotidiana(2019)y Después es siempre antes (Antología poética,2021)
Datos biográficos en: Viaje Inconcluso.
Foto: Macarena Reyes |