LILIAN ELPHICK: «FUERA DE TIEMPO»

 

Sergio Astorga




 

SAKURA


Cuando florezcan los cerezos, mi vida, te levantarás temprano y caminarás entre las ruinas buscando tu casa, tu reloj, la carta que ya habías perdido y recobrado. Las mil grullas de papel aún esperan para echarse a volar por aires más limpios, sin el estruendo cegador, lejos del polvo y la muerte, distantes del fuego. Cuando florezcan, mi vida, esos abrazos, renacerás en cada pétalo y en cada aroma. La ceremonia será sencilla: besarás tu piel desintegrada y crearás otra forma que permita la caricia necesaria.


GRANADAS

 

A Sergio Astorga


Comimos la fruta roja de ese árbol y nuestras bocas se deleitaron con las semillas ínfimas. Ácidas, luego de las explosiones. Dulces, antes de la muerte.


AQUÍ NO HAY NADA


Luego de desbrozar el silencio que nos pertenece, de borrar las huellas y corregir nuestra escritura hasta el mismo vacío, llevando la mirada hacia otros parajes más agrestes aún, más enmarañados, repletos de significados que no comprendemos ni alcanzamos. Luego de todas las verdades, devoramos el cuerpo de lo real y caemos en esta miel, esta melaza, este sopor líquido y pegajoso llamado nostalgia. Porque no hay ni habrá vergüenza para la contemplación del silencio. Caen los símbolos y se azota el mundo entero, como aquellos árboles viejos desplomados por el viento.


                             

EL OLVIDO


Mientras tú leías aquella novela decimonónica de amores imposibles, en donde ella pertenece a la alta sociedad y él es hijo de un aceñero, yo me desnudé del deseo, dejé atrás la nostalgia y fortalecí mi piel para inscribirla en la cadencia del amanecer. Así, el silencio me bañó de luz y me hizo olvidar, de una vez por todas, ese afán tan literario de titular lo que jamás se gestó.


LO QUE NOS QUEDA


A Nélida Cañas


Los atardeceres del silencio, los cerros recortados contra el viento, tu amor y el mío, que no es nuestro, que no significa posesión, sino un vuelo. La mariposa que sucumbe en la mano del leproso, los charcos donde juegan las ranas, un tatuaje en el antebrazo, una herida en la cabeza, una destrucción convertida en polvo blanco, arena, desierto, piedra caliza, ceniza de volcán. El árbol más viejo y las semillas en el delantal de una muchacha. Tu rabia y mi insistencia. La recuperación de seres queridos. El lastimero aullido de los coyotes. La brújula. Eso que ya perdimos.

 

EL COLECCIONISTA DE GRILLOS


El poeta sobrevivió a varias guerras y exterminios, cabalgó por las interminables llanuras del hambre y bebió el agua de ríos donde corría la traición. Escribió en papeles manchados, en tablas y cartones. Anotó el mundo entero, ése que sus ojos no se atrevían a mirar. Pero, bastaron los grillos para sacarlo del insomnio. Los fue juntando y les fabricó un pequeño paraíso de ramas y hojas tiernas en una caja donde antes almacenaba el amor.

Los grillos, sin motivo alguno para marcar territorio, guardaron silencio.


LOS ANCIANOS


Primero, fueron los bastones. La casa entera acogía el cloc cloc del desplazamiento. Luego, fueron los andadores con patas de goma, inaudibles. Las sillas de ruedas llegaron con el peor de los inviernos, rayando las paredes y maltratando el parqué. Se deshicieron de las mesas de arrimo y las vitrinas. Las alfombras se enrollaron para ir a dar al altillo.

La casa quedó vacía y con eco.

Los ancianos quisieron morir, pero nunca murieron. Con los ojos apenas entreabiertos, en las camas clínicas, esperan salir del sueño de la vida.


ANA

«Me siento como un pájaro con alas cortadas, que se tira contra los barrotes de la jaula. ¡Déjame salir!, grita una voz dentro de mí».


Diario de Ana Frank


Querida Ana: Tenías sólo 15 años en Bergen-Belsen, aquellos barracones donde repartiste el pan, infestada de piojos y cubierta sólo por una manta raída. Eras un esqueleto y seguías consiguiendo comida para las más débiles. Aún sonreías cuando viste que a tu hermana Margot se le helaba la mirada.

Escribiste un diario y yo te escribo para traerte de vuelta, sabiendo que estás demasiado lejos y que será difícil tu travesía a través de las colinas de los sueños. Desde la muerte sonríes, niña hermosa. Toma mi lapicera: borra mi huella e imprime la tuya.

No perdones ni olvides el encierro y la muerte. Todos tenemos a un pequeño Hitler girando en nuestras conciencias. 

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Estos textos pertenecen al libro Fuera de tiempo, de Lilian Elphick, de próxima aparición.

 

Lilian Elphick (Santiago de Chile) Es Licenciada en Literatura y con estudios completos de Magíster en Literatura Chilena e Hispanoamericana por la Universidad de Chile; directora de talleres literarios desde 1990 y editora general de la página web Brevilla, dedicada a la minificción.

Ha publicado:

Cuentos: La última canción de Maggie Alcázar (1990); El otro afuera ( 2002); Praderas Amarillas (2019).

Minificciones: Ojo Travieso ( Chile, 2007); Bellas de sangre contraria (Chile, 2009. Premio Mejores Obras Literarias Editadas, categoría cuento, del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Santiago, Chile, octubre 2010); Diálogo de tigres (Chile, 2011); Confesiones de una chica de rojo( Chile, 2013); K (Chile, 2014); El crujido de la seda. Selección y prólogo de Gemma Pellicer (España, 2016). Capilar (Chile, 2018). El libro Capilar fue seleccionado por el Programa de Adquisición de Libros del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Chile, 2019.

Ha sido incluida en numerosas antologías de cuento y microrrelato, tanto en Chile como el extranjero.

Sus textos han sido traducidos a varios idiomas.