MERODEOS EN TORNO A LO CALLADO: «PAN DESMIGAJADO», DE NÉLIDA CAÑAS.

 


Por Lilian Elphick

 

 

«Cuando escribo sólo puedo dar merodeos en torno a lo callado. Lo que digo en la escritura es el nudo ciego que desata el lenguaje».

 

Nélida Cañas

 

Con este epígrafe tan conmovedor se inicia el libro Pan desmigajado, de la autora argentina Nélida Cañas. Hay otros dos que lo acompañan que también sirven de faros para guiar al lector/a en la travesía de la lectura. Porque este magnífico libro es un viaje de universos desmigajados. Nélida nos ha nutrido y enseñado diferentes modos de apreciar y aprehender sus mínimas historias. Somos sus pájaros y hemos comido de sus migas y hemos sido capaces de embriagarnos con sus minificciones. Cada una de ellas puede llegar a ser aquel nudo ciego que posibilita la apertura al lenguaje, la esencia de la palabra. Hay una delicadeza extrema en algunos textos, como si les hubiese llegado el rocío de una mañana aún no nombrada:

 

ALUMBRAMIENTO

 

De uno de los rollitos de papel arrojados en la noche escapó una palabra, que rodó como una lágrima en el vidrio de la ventana. Me quedé mirándola largo rato hasta que pude ver en su transparencia las vestiduras de un ángel de Soldi. El ángel se corporizó como si aquella lágrima hubiera sido su crisálida. En el piso había un universo desmigajado. Con infinita paciencia alisé los bollitos y los puse sobre la mesa. Los miré una y otra vez. La noche había hecho su trabajo. El poema tomó la leve forma de un ángel y casi sin proponérselo levantó vuelo.

 

VÓRTICE

 

Había caminado largamente por el desierto cuando llegó el poema que un anciano escribía en el empedrado de un parque. Un poema escrito con agua, que se iba diluyendo a medida que el pincel trazaba los signos. El poema hablaba de un hombre que había caminado largamente en el desierto. Las dunas se deshacían en nubes de arena, que formaban otras dunas. El hombre fue una imagen ligera. Un vórtice en el poema escrito con agua en el empedrado de un parque.

 

Entre vuelos y vórtices la palabra nos alimenta y nos saca de nuestro centro; logra que nos cuestionemos no una, sino varias veces sobre la misión de la literatura en y dentro del tiempo. Todo no es sino tiempo, nos recuerda Gloria Gervitz. Esta certeza se refuerza con la idea de la «monstruosidad» de la literatura: La literatura es una bestia, una criatura mutante, dice María Belén Aguirre. La función de los epígrafes es esencial en este libro. Están muy bien elegidos, porque, de algún modo, nos alisan el camino y nos preparan para enfrentarnos con el monstruo de la literatura. Monstruo, en su raíz latina, significa prodigio, pero también es lo que se muestra tal cual es. Entonces, la literatura, en su esencia, va desnuda. Muchos de los microrrelatos de este libro llevan esta marca. De tan desnudos son inefables, como los aquí citados anteriormente, y es como enfrentarse a Matsuo Basho. Son textos muy lejanos de la estridencia y la pirotecnia. Es el caso, entre otros, de  «Alumbramiento», «Vórtice» y «Bósforo», que nos remite de inmediato a la película El paciente inglés, basada en la novela homónima de Michael Ondaatje (1992).

 

BÓSFORO

 

La historia ha comenzado antes, mucho antes. Cuando ella leyó aquel poema frente a la hoguera en el desierto. Ahora Lazlo, la lleva en brazo hasta la Cueva de los nadadores. La deja con suavidad cerca de los helechos y el rumor del agua en la penumbra de la piedra. Ella respira con dificultad. Él enciende la lámpara y le deja su libro de Heródoto donde dibuja los mapas y escribe sus notas. La acaricia con delicadeza. Recuerda cuando detenía su mano en la leve depresión en forma de S. Entonces vuelve a decirle que aquel mínimo estrecho, que se abre en su pecho en su sitio en el mundo. Mientras se marcha de su lado en busca de ayuda recuerda su nombre, Bósforo. El estrecho que se abre entre dos continentes y recibe agua de dos mares. No la mira. Llora. Todavía hay luz cuando se aleja.

 

 A Lászlo Almásy

 

 

Este notable texto certifica lo que la misma autora opina del microrrelato:

 

Escribir microrrelatos no es fácil. Brevedad y concisión, dos de sus características, no nos habilitan a escribirlos sin compromiso. Si no es fácil su escritura, tampoco lo es su lectura. Una novela, por ejemplo, propone un universo, por complejo que sea, al que ingresamos en la primera página y salimos en la última. La lectura de micros nos propone un universo en cada página. Un universo en que nos quedamos rumiando sentidos. Y nos exige nuevas lecturas. (Apostillas para la lectura y la escritura, de Nélida Cañas. Publicación en FB).

 

El universo en unas pocas líneas y el arduo trabajo del lector/a para merodear en esos parajes, como tener muchas llaves para una sola cerradura. O presentar dos universos en un solo texto, dos visiones que a veces se contradicen o se repletan de la carga semántica del binomio:

 

OTROS FUEGOS

 

El hombre salió a la noche de la llanura. El fuego de los ratrojos teñía el horizonte. Los pajonales arrastrados por el viento eran quemados para preparar la tierra. Encendió un cigarrillo y recordó al muchacho corriendo entre las trincheras, huyendo de la hambruna de la guerra. Recordó la devastación de la casa solariega. El barco carguero donde viajó como polizón. La humillación y la miseria. La rabia que le crecía por dentro hasta teñirle el horizonte de rojo. Terminó el cigarrillo, busco refugio en la cocina. Su mujer alimentaba a su pequeño hijo y el farol alumbraba el tiempo de la siembra.

 

 

SOSTÉN

 

La llanura tiene sus milagros, pensó merodeando recuerdos, desde su mínimo departamento en el vértigo de la ciudad. Sus padres campesinos la ayudaban a cumplir su sueño y ella, que no alcanzaba a ver el horizonte entre los edificios, rumiaba fragmentos de vida: el sahumerio de la alfalfa recién florecida. El horizonte desangrando su pasión de lejanías. Su padre calentándose los pies en las madrugadas de invierno. Y el caballo. Su amado alazán sostiendo a destajo la llanura.

 

    

 

En estos dos microrrelatos se puede apreciar claramente la mostración de dos mundos, de dos fuegos muy diferentes entre sí. Por un lado, la guerra y la migración; por otro, la dicotomía campo-ciudad y el deseo de estar y ser en el locus amoenus, el lugar ameno, el predilecto, que no es otro sitio sino la tierra mojada por la lluvia o quemada para preparar una futura siembra.

     Luego de estas lecturas, sólo queda el silencio, lo callado. Celebro este nuevo libro de Nélida Cañas, por su escritura tan significativa y repleta de sentidos. Pan desmigajado nos nutre y nos otorga esa inquietante valentía para seguir leyendo y escribiendo.

 

 

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Pan desmigajado, de Nélida Cañas es una obra de la colección digital de microficción iberoamericana, versión Kindle, dirigida por Homero Carvalho Oliva. Editora BGR, octubre de 2022.