ÁNGEL OLGOSO: «ASTERISMOS DE LA CONSTELACIÓN DE LA OSA MAYOR»

 

Sidney Hall

 

A Lilian Haydée Cheruse

 

 

Uno está hecho a lo suyo, decía García Pavón, y no hay manera más dulce de irse yendo que sobre el carro de la rutina. Sin embargo, en mi opinión, las profundidades de la familiaridad suelen ser confortables pero sofocantes, y podemos aliviar la espera con algunas ampolletas de sorpresas, con pequeños viales conteniendo la mixtura de lo extravagante, con los someros esplendores de lo feérico, de lo ignoto, con la vegetación suave de lo erudito. En nuestras desdichadas o mezquinas vidas, en nuestros destinos banales o crueles, nos puede aguardar por doquier -si no la salvación- al menos el consuelo en forma de belleza, de arte imaginativo, de compasión, pero también con los ropajes del despropósito, de la noticia curiosa, en el contacto con lo que no acertamos a ver o con lo que no existe. Además, todos tenemos acceso cada noche al Otro Mundo mediante los sueños, visitados regularmente por sus obsequiosas visiones o por sus desatinos, omnipotentes a la vez que indefensos como un sultán en un serrallo, como sir Thomas Browne elaborando el inventario fantástico de su Biblioteca Abscondita, como Ford recopilando creencias y hechos insólitos a lo largo del mundo, como Lafcadio Hearn pronunciando su exaltado credo: "Hago voto de entregarme a lo Extraordinario, lo Excéntrico, lo Extraño, lo Exótico, lo Monstruoso".

Agruparé aquí una pequeña muestra de estos caprichos, de estos apólogos de enseñanza incierta en coordenadas informales, al modo de esas estrellas menores que se conectan mentalmente a líneas, a patrones, a figuras astronómicas de vida efímera.

 

 

ALIOTH

 

La cantiga 103 de Alfonso el Sabio cuenta la historia de un monje que ruega a Nuestra Señora para que le permita probar, en vida, las delicias del paraíso. Una tarde, paseando por el jardín del monasterio, ve una fuente de agua cristalina y oye el canto de un pajarillo que le deleita. Al retornar al monasterio, creyendo que era la hora de la cena, se encuentra todo cambiado; le dicen que han transcurrido trescientos años desde su paseo.

 

DUBHE

 

El 18 de enero de 1949, un americano, James T. Mangan, registró una escritura con el notario de Cook County en Irlanda y, acogiéndose a la autoridad del procurador estatal, reivindicó la posesión del espacio en su totalidad. Después de dar a tan vasto territorio el nombre de Celestia, Mangan notificó su reivindicación a todos los países de la Tierra, les previno para que no intentaran hacer ningún viaje a la Luna y pidió a las Naciones Unidas su inclusión como miembro.

 

ALKAID

 

En la costa norte de Europa se cuenta la historia del joven que ve una manada de focas nadando hacia una playa desierta bajo la luna llena. Las focas se despojan de su piel para mostrarse como hermosas jóvenes que danzan desnudas en la arena. El joven roba una de las pieles, lo que impide que su propietaria vuelva a tomar forma de foca. Se casa con ella y tienen un hijo. Pero ella busca sin cesar la piel que ha escondido su marido. Un día caluroso, su hijo humano le dice: "Oh, madre, esta cosa hermosa que he encontrado en el viejo arcón de la cebada es más suave a mi tacto que la niebla". Rápidamente, la mujer foca se pone la piel con destreza, se dirige a la playa y, decidida, con un chapuzón, se aleja cantando melodiosamente su alegría marina por las frías aguas del océano.

 

MEGREZ

 

En un antiguo icono cananeo, aparece un rey eyaculando sobre la tierra bajo una palmera sagrada (Tamar). En las pinturas de las cuevas de Domboshawa (Rodesia del Sur) también un rey astado vierte su semilla para estimular la fertilidad del mundo, mientras una sacerdotisa que yace próxima a él imita su estertor.

 

MERAK

 

Borges habla a Bioy de un capítulo que Cervantes cuidadosamente evitó: Quijote se pasa la vida peleando, pero no mata a un hombre. ¿Qué pasaría si matara a alguien? ¿Enloquecería del todo o se curaría de la locura? ¿O entendería que su locura fue simulada? Sancho se entusiasmaría; le diría que ha matado a un caballero de nombre impresionante; Quijote, con tristeza, le replicaría que no, que mató a su vecino fulano de tal, hijo de tal y casado con tal; y que haberlo matado es horrible. No habría que escribir ese capítulo con afectación arcaica -diz que, etc.-; a Cervantes no le interesaban esas cosas; habría que escribirlo lisamente.

 

MIZAR

 

El paisaje de Lárnaca le evoca a uno la "geometrización" del Dios de Platón: colinas bajas, conos casi perfectos, de cima aplanada, que sugieren los objetos euclidianos que se encuentran en los estadios del arte. ¿Erosión eólica? Pero el grupo de montículos geométricos parece hecho a mano. Y los valles alfombrados de ovejas de gruesa cola, de verdes sembradíos y, aquí y allá, una procesión de camellos y una palmera. Una extraña mezcla de sabores: la Biblia, Anatolia y Grecia.

 

PHAD

 

Roberto Calasso recuerda una estrambótica conversación entre Baudelaire y el pintor Méryon, al que Baudelaire deseaba proponerle una publicación que los asociase en palabras e imágenes, pues veía en Méryon cierta afinidad, la de vivir en un territorio inaccesible, lejos de la sensatez. Méryon pregunta a Baudelaire si conoce a Poe. Baudelaire le dice que lo conoce "mejor que nadie". Méryon prosigue, impertérrito. Pregunta a Baudelaire si cree que "ese Edgar Poe existe de verdad". Baudelaire pregunta, estupefacto, a quién si no "atribuía todos sus cuentos". Méryon: "A una sociedad de literatos muy hábiles, muy poderosos y al corriente de todo". Después sigue argumentando, según sus criterios inescrutables.

 

ALCOR

 

Los recogedores de fresa de Terranova eran a menudo extraviados por la Buena Gente, para ser descubiertos más tarde desaliñados, magullados y con amnesia. Sólo al cabo de cierto tiempo empezaban a recordar lo que sucedió: la música sobrenatural que los atrajo, la danza a la que fueron arrastrados. Otros vuelven después de años de ausencia, apenas reconocibles o terriblemente envejecidos.

 

TALITHA BOREALIS

 

Anuncio del doctor Van Butchell publicado en el St. James's Chronicle: "Van Butchell, que no desea estar sometido a circunstancias desagradables y sí convencer a algunas buenas personas de que han sido mal informadas, hace saber a los curiosos que ningún desconocido puede ver a su esposa embalsamada a menos que se la presente él mismo (a través de un amigo personal) todos los días entre las nueve y la una del mediodía, excepto los domingos".

 

TALITHA AUSTRALIS

 

El demonio Titivillus -patrón de los escribas- inducía a los cajistas a cometer errores durante la composición de los textos que iban a ser impresos. Un demonio que recordaba y que vigilaba a los que incurrían en mala pronunciación, omitían sílabas y palabras enteras o arrastraban yerros en la copia de un manuscrito a otro. Los libros con erratas eran introducidos en el cesto que llevaba a la espalda y todas las noches anotaba los nombres de los cajistas e impresores de la edición para reclamarles en el Juicio Final los descuidos cometidos.

 

AL KAPHRAH

 

Los Ermitaños Decorativos se presentaban tras leer un anuncio en el periódico ofreciendo un salario vitalicio de 50 libras al año a cualquier hombre que viviera siete años bajo tierra, sin ver a ningún ser humano y sin cortarse el pelo la barba y las uñas de pies y manos, con aposento subterráneo muy cómodo, baño de agua fría, órgano de cámara, tantos libros como deseara y víveres procedentes de la misma mesa del caballero benefactor.

    

MUSCIDA

 

El cuento Blagdaross de lord Dunsany es una historia alegre sobre la melancolía de los objetos que fueron útiles. En un final de esperanza y resurrección, unos niños devuelven la ilusión a un viejo caballito de madera, que exclama: "¡Aún soy Blagdaross!". Ser Blagdaross equivale a ser Bucéfalo y Rocinante, a ser cabalgado por Alejandro, por San Jorge y por Orlando. Porque mientras haya niños, mientras haya hombres, habrá sueños, y aunque en nada queden, nada puede quitarles el placer de haber soñado.

 

ALULA

 

Álvaro Cunqueiro consigna que solamente las "aguas de la luna" de Taliesin y el zumo de los melocotones de oro de los chinos permiten a los drogados soñar en color.

 

TANIA BOREALIS

    

La madrugada del 15 de abril de 1912, el Titanic se hundió por culpa del sobrepeso de los viajeros del tiempo que se habían trasladado allí para asistir al naufragio.

 

TANIA AUSTRALIS

 

Uno de los estilizados monstruos que Juan Rodolfo Wilcock describió en su muestrario de seres asombrosos: Anastomos está todo hecho de espejos, más pequeños en el rostro, más anchos en la espalda y en el pecho. También los ojos son espejos, gruesos espejitos móviles y azules en los cuales nos vemos reflejados sobre un fondo turquesa como en un cielo feliz, como en aguas irresistibles. A la luz del sol, en la playa, es una aparición tan deslumbrante que la gente se queda con la boca abierta y no se atreve a acercarse, dominada por una mezcla de terror y de fascinación como frente a algo sagrado e intocable; sólo los niños corren tras él. Cuando después entra en el mar, en medio de las olas espumosas, es tal el reverbero recíproco de destellos irisados de los espejos a las gotas y de las gotas a los espejos que es como ver a una divinidad primordial de forma humana surgir del agua y del fuego al mismo tiempo. Y quizá sea una divinidad, porque no está concedido a los hombres ser tan bellos. En sus espejos vemos reflejadas aquellas cosas que verdaderamente, sin hipocresía, amamos; no las cosas humanas, tan abrumadas por la caducidad y por el cambio, sino los árboles y las nubes, los pájaros y las flores, las cascadas y las islas, los astros y las llamas, todo lo que en nuestra mortalidad sentimos como eterno, y que no amaríamos si no lo sintiésemos, oscuramente, intocable. Con su piel de espejos, Anastomos es para nosotros la geometría, y por ende la música.

 

LALANDE

 

La erección permanente puede conseguirse -según Hemingway- golpeándose en un accidente la duodécima vértebra.

 

CHALAWAN

 

Cuando el conde Sternberg, un noble austríaco viejo e ingenuo, estaba en su lecho de muerte, el capellán le instó a confesarse. El conde, tras devanarse los sesos durante un rato, dijo que no recordaba nada digno de confesión. "Vamos, algunos pecados habréis cometido en vuestra vida". Tras una larga pausa, perplejo, el conde dijo: "He abatido unas cuantas liebres", y expiró.

 

SIDUS LUDOVICIANA

 

En las mismas páginas en las que Lichtenberg anota que en la ciudad de Brunschwig alguien pagó una fuerte suma, en una subasta pública, por una peluca confeccionada con los cabellos íntimos de una joven, se pregunta también qué es el hombre dormido: un verdadero vegetal; parece necesario que la obra maestra de la creación, se convierta todas las noches en una planta para funcionar como obra maestra de la creación durante el día. La historia sólo incluye testimonios de hombres despiertos. ¿Acaso son menos importantes los relatos de los dormidos? Toda nuestra historia se limita a la historia del hombre en estado de vigilia. A nadie se le ha ocurrido todavía la posible historia del hombre dormido.

 

POLARIS

 

Claramente, siempre he sido de los que prefieren un sabroso toque de delicioso asombro a la insipidez de una explicación racional, de los que gustan bordar portentos o desvaríos sobre la trama mediocre de la vida ordinaria, de los que se deleitarían ante aquella mandíbula de lucio que al parecer contiene una descripción completa de la Batracomiomaquia, la batalla homérica entre ranas y ratones. No es preciso recurrir a los estados de conciencia, ni a una labor interdisciplinaria de la psicología, la antropología o la neurofisiología: nadie recela de que contar historias sea sanador para el alma; de la imaginación como cartografía, como modo primigenio que tiene el hombre de entender el mundo, de sentir la evanescencia de lo real a pesar de sus sólidos contornos; de que la inclinación por las imposibilidades, de que el deleite por lo estrafalario, por lo peregrino, por lo ocioso, por la ensoñación en suma -con su caos liberador, su vuelo liviano y titilante a través del espacio y el tiempo- son una pulsión atávica, un placer innato e irrenunciable para nosotros, descendientes de los misteriosos Néfilim del Génesis, de los gigantes anteriores al Diluvio llegados de otro mundo y que "se unieron a las hijas de los hombres".

 

El capítulo “Asterismos de la constelación de la Osa Mayor”, pertenece al libro Madera de deriva, de Ángel Olgoso (Libros del Innombrable, España, 2025).

 


 

 

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Ángel Olgoso (Granada, 1961) es uno de los autores de referencia del relato breve y fantástico en español. Ha obtenido más de treinta de premios, entre los que destaca el Caja España de Libros de Cuentos y el Clarín de relatos convocado por la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Relatos suyos se han incluido en más de una docena de antologías del género. Ha sido traducido al inglés y al alemán.

 

 

Fuente: Páginas de espuma.

 


 

SOBRE «ASTERISMOS DE LA CONSTELACIÓN DE LA OSA MAYOR», DE ÁNGEL OLGOSO.


 

 

Por Lilian H. Cheruse

                       

Ángel Olgoso ha trocado ese "carro rutinario" que menciona García Pavón, refiréndose a  la vida cotidiana, en un carro cósmico: la constelación de La Osa Mayor, y lo configura como eje de este reflexivo texto central de su último libro Madera de deriva(Libros del Innombrable, 2025). Nuestro escritor ejemplifica su postura con la cita  de otros escritores y así, en vuelo narrativo, estructura un ensayo para combatir ese aburrimiento propio de “nuestras desdichadas vidas” y propone un sorpresivo viaje por el mundo de la creación. Nos invita a transitar por el misterio  donde la realidad y los sueños se combinan,  a correr tras nuestros límites, tras la imprecisión de lo fantástico, a bucear el “despropósito” y la “noticia curiosa".                                                                                                        

El  título del texto y los nombres de los relatos que integran esta especie de micro-libro simbólico se corresponden  con los asterismos de esa Osa de estrellas  que dotará a este mix de rutilante brillo. Una metáfora perfecta del poder de la palabra recreando belleza, volviendo extraordinario lo anodino,  como dice la cita de Lafcadio Hearn. Ángel, escritor artesano de la ficción, le ha adosado astros al andar de los hábitos para darle vuelo y espacio. Esos puntos resplandecientes transforman la visión. Alguno visible como la  estrella Polaris, otros más débiles a simple vista pero todos parte de esa trama de cuerpos celestes con diferente magnitud y color. Luz  naranja, amarilla o blanca, cuerpos  finitos en el tiempo pero inmersos en la infinitud de la ficción. Están Borges, Bioy  y Cervantes en “Merak” a modo de intertexto reafirmando esa realidad-sueño inseparable o deslizables entre sí que Olgoso configura desde su idónea mirada de hombre-escritor. Un texto articulado con vastos conocimientos e información. Las breves piezas poseen notas de curiosidad. Algunas son objetivas con el dato real y se completan con la personal visión olgosiana. Pertenecen al anecdotario del tiempo pasado, como “Dubhe”, “Megrez”, “Phad”, “Talitha Borealis”, “Al Kaphrah”. Otros construyen símbolos  a través de la leyenda y el mito (“Alkaid”, “Alcor”, “Mizar”) o del  texto literario, dignos homenajes a sus autores, por ejemplo “Alioth”, “Muscida”, “Tania Australis”. Nuestro autor también teje sus propios relatos: “Mizar” es la célula  de “Asterismos  de la Constelación de la Osa Mayor”. Hay un impecable desarrollo de forma y pensamiento donde se recrea el dios de Platón como referencia filosófica-cosmogónica. Las civilizaciones se tocan desde el mito y lo sagrado. Convergen en un punto como signos de la estética y la existencia. En “Tania Borealis” trastoca el final  dramático del Titanic con un micro de ficción e ironía. En  “Polaris”, la cola de la Osa, la más visible de la constelación y cercana al Polo Norte remata con su conclusión final, reafirma el valor de “contar historias”, “el deleite por lo estrafalario…”, la “pulsión atávica”, y los anuda a una afirmación  sobre los Nefilim. ¿Ficción?

En “Asterismos…” delibera sobre el rol del escritor y la técnica para jugar con el espacio-tiempo, conjuga las especias que condimentan los  sinsabores de la vida a través de la literatura. 

La estructura de “Asterismos de la Constelación de la Osa Mayor” nos prodiga un cosmos, un marco original creativo, poético y reflexivo del firmamento narrativo.

Sabemos que, de niño, las luciérnagas, como luces de la noche, fueron sus silenciosos testigos del misterio. Ellas, titilando guiños, alimentaron la imaginación de Ángel Olgoso, a tal punto que las ha trocado en estrellas e iluminan el cosmos en sus textos  con su presencia.

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Lilian Haydee Cheruse: Profesora en Letras, Escritora y Gestora cultural. Nació en Baradero y reside en Rosario, Argentina. Culminó su carrera administrativa  como Directora General de la Comisión de Cultura y Educación del Honorable Concejo Municipal de Rosario. Postgrado internacional de Cultura y Comunicación (Flacso. Argentina).

Sus obras literarias fueron declaradas de Interés Municipal. Recibió reconocimientos por su labor Cultural. Ha escrito literatura Infantil. Cuentos, microrrelatos y poesía. Ha participado en antologías internacionales y reseñado  o prologado obras de otros autores argentinos y extranjeros.

 


 

 

KARLA I. HERRERA: «NESCIENCIA»

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LECCIÓN APRENDIDA

Aquella tarde sombría, la empleada pública se disponía a emprender una labor asignada en otro despacho gubernamental. De manera que dejó sola su oficina por un instante, entretanto se arreglaba para salir. Al volver notó que su cartera había desaparecido, sin que pudiera entender cómo habían entrado a su pieza, aun con la puerta cerrada con doble llave. Días después encontró algunos de sus documentos personales adheridos a la pared de un baño unisex y un mensaje en letras mayúsculas que rezaba: «Bobalicona, la próxima vez no te confíes en la cerradura, aunque tenga doble, triple o cuádruple seguridad. Fíjate en las bisagras y el marco de la puerta de entrada a ese o a cualquier recinto de tu entorno. Nunca desestimes los detalles». Tarde comprendió que debió ser más precavida y menos distraída.

 

REMEDO NUTRICIONAL

Se cuidaba de no comer en exceso, de ingerir una cantidad proporcional de vegetales, de frutas, al tiempo que procuraba beber varios vasos con agua durante el día. Iba al gimnasio de tres a cuatro veces por semana y con regularidad vigilaba su peso corporal. Estaba convencido de que llevaba una vida sana y de seguir al pie de la letra una dieta balanceada. Sin embargo, ignoraba que comía demasiados carbohidratos, cuya ingesta había alterado los niveles de colesterol total, de HDL, LDL, de triglicéridos y de azúcar en la sangre. Lo supo cuando visitó al especialista en nutrición, quien le dijo que si no mejoraba su alimentación y su metabolismo, podría sufrir, en cualquier momento, un infarto de miocardio. Y, por si fuera poco, que ya padecía de diabetes tipo dos. Su vida, sin sospecharlo, corría el peligro de extinguirse, como ya se había presentado de poco en poco con la insulina de su páncreas.

 

LA TRAGA PALABRAS

Cada que alguien hablaba, ella debía estar allí, en medio de los adultos, del vendedor, de la vecina, del amigo e inclusive de la visita inoportuna. Le fascinaba tragar palabras, estar de metiche, oyéndolo todo para saborear y aprender los sonidos que aún no era capaz de pronunciar. Esa chiquilla era de lo más impertinente, de lo más atrevida, a tal extremo que al notar su presencia, era corrida de inmediato.

—¡Andáte de aquí, chavala! Dejá de escuchar las conversaciones de los mayores, andá estudia, ponte hacer algo de provecho.

Al crecer, en plena madurez, fue la más locuaz, la más extrovertida, la que deslumbraba con su vasto vocabulario y con sus destrezas de oradora.

 

AUTODESTRUCCIÓN

Priya maltrataba a su madre de una forma y de otra. No tardó en acabar con su vida a punta de lesiones y de insultos. Contrario a lo pensado, la mujer siguió con su racha de vicios y de excesos. Una noche, en medio de sus orgías, creyó ver a su progenitora con su vestimenta ceremonial, esta vez más decidida que de costumbre. Sintió que la miraba con piedad, con la compasión que nunca tuvo hacia ella y que ésta trataba de ayudarla, mientras otros seres atormentados la asediaban con vehemencia. Ahí volvió en sí y supo que se hallaba en el limbo del remordimiento y de la autocensura, pero ya era demasiado tarde, puesto que también había corroído los despojos de sí misma y de su eventual acompañante.

 

Fuente: Textos inéditos. Segundo libro de microficciones, 2023-2025.

 

 

EL AUTOENGAÑO 

 

Sufría de delirios, de alucinaciones al estilo de Juan Pablo Castel. Como este personaje de Sábato, estaba convencido de que su mujer le era infiel con otro hombre, en este caso, con un forastero proveniente de Extremadura. Por eso la seguía a todas partes, la vigilaba sin que ella lo intuyera o siquiera imaginara su desasosiego. Un día estuvo a punto de estrangularla hasta que se dio cuenta —en medio de su paranoia— que quien la apretujaba y la besaba con frenesí era él mismo. La sombra difusa que se proyectaba en sentido oblicuo reflejaba una doble silueta.

 

 

TRIÁNGULOS 

 

Jaén cuidaba de sus cultivos como de sus hijos y felinos, juntos conformaban su Santísima Trinidad que protegía e idolatraba. De unos y de otros profesaba un amor ilimitado y por todos imploraba con devoción a las divinidades. Había, sin embargo, un cuarto elemento que mantenía en sigilo y que intrigaba tanto a la familia como a su hueste de amistades. Pocos conocían la razón por la cual Jaén permanecía largas jornadas en sus invernaderos y casi nadie sabía de su pasión oculta: la cría de insectos considerados “depredadores”, pero que, en realidad, eran y son benéficos para la agricultura, ya sea en pequeña o en gran escala y con cuya función profiláctica, el aludido había logrado controlar las plagas que acechaban a sus plantaciones. De suerte que las catarinas (mariquitas), los ciempiés y los escarabajos, no eclipsaban ni competían con sus querencias, más bien completaban otra sagrada trilogía.

 

NESCIENCIA 

 

Trabajó en la Biblioteca Central de un país insular, en cuyo organigrama no existía el Fondo Reservado ni una Fonoteca, apenas las colecciones de Referencia, General y una pequeña Hemeroteca. En una ocasión, mientras revisaba un promontorio de papeles, encontró un folio amarillento, raído, carcomido por la polilla y estampado con una rúbrica entre señorial y heráldica. Inocencio no se inmutó, no le dio ninguna importancia, sin saber que se trataba de un verdadero incunable. De modo que no pudo distinguir a tiempo lo que era y lo traspapeló. Él ignoraba acerca del valor histórico e institucional de aquel pliego que daba cuenta del arribo de los peninsulares a dos ínsulas de las Antillas Mayores: a las costas de Juana (Cuba) y de Santiago (Jamaica), lo mismo que de reales provisiones emitidas circa S. XV por los reyes de Castilla y Aragón.

 

EXTREMISMOS 

 

Todo transcurría entre el tedio y la negatividad. No se casó, nunca tuvo hijos, no amó ni fue amado. Por si fuera poco, no tenía documentos oficiales de identificación, no sabía conducir, tampoco podía leer ni escribir. No tenía trabajo estable, casa propia ni dinero alguno y nunca viajó más allá de la cuadratura de su vida. En cierta ocasión, el sujeto de los noes y níes infinitos, pensó que había dado un «salto cualitativo» al lindar una inequívoca asertividad. Después de practicarse distintas pruebas de laboratorio, de negar y descreer los resultados, dio positivo respecto del cáncer gastrointestinal.

 

 

Microrrelatos extraídos de Sinergias. Villa María - Córdoba, Argentina, Tusca Editoras, 2023, 45 págs.

 

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Karla I. Herrera. Tegucigalpa, M. D. C., Honduras, Centro América. Es Licenciada en Letras, en el área de Literatura por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Tiene estudios de Posgrado en Literatura Iberoamericana realizados de 1996 a 1998 en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ha publicado varios trabajos ensayísticos, bibliográficos y de crítica literaria; posee cuatro libros publicados: Dos grandes latinoamericanos (ensayo, 1999), Silencios habitados (cuento, 2014), Interpretaciones crítico-literarias (ensayo, 2017) y Sinergias, (microrrelatos, 2023). Tiene en su haber literario otro libro de cuentos convencionales y un segundo texto de microrrelatos todavía inéditos.

Herrera Amador fue profesora universitaria adscrita al Departamento de Letras de la UNAH y coordinadora de la Unidad de Investigación Bibliográfica de la Biblioteca Nacional de Honduras “Juan Ramón Molina” de 1998 a 2005. Ostenta algunos reconocimientos y el honor de haber sido incluida en una veintena de antologías sobre microficciones, cuatro de ellas nacionales y el resto de impronta internacional. Desde enero de 2006 radica en forma permanente en el estado de New Jersey, EUA.  

 


 

RAQUEL M. ESPINOSA: «HUÉRFANAS»

                              

 

ESTACION ALEMANIA

Camino por las vías, por donde ya no pasa el tren. Las ruinas me sorprenden al borde del precipicio y, dócil, me cuelgo del paisaje. Ajeno a mí, el río sigue su curso. Me desplazo entre escombros: paredes carcomidas, techos ausentes, puertas de la vieja estación cerradas para siempre. Un deseo ancestral me invita a mirar. Avanzo, me acerco vencido por la curiosidad. “Aquí dormían los más jóvenes”, me susurra alguien, desde atrás. Yo, que no lo vi, lo miro con recelo. “Y aquí dormían los mayores”, dice, acercándose aún más. “En las paredes dejaron sus datos escritos. “Acérquese y vea”. Me animo y atisbo a través de las ventanas. ¿Qué me esperará?

Una larga fila de nombres y fechas se exhibe, desafiante, contra el olvido. Sólo cuando reconozco la letra de mi padre, que trabajaba allí, advierto mi error. Dispuesto a huir miro alrededor. El hombre ya no está. El río sigue en el mismo lugar inmutable. Suena el silbato de la locomotora, pero el tren llega sin conductor. El viento sopla, los viejos ejes rechinan. Yo desciendo y soy devorado por el arenal.

 

HUÉRFANAS

En El Destierro no conocieron el endiablado artificio hasta la llegada del maestro. Tras su inexorable tarea todos aprendieron la lección. A falta de papel escribieron en las arenas costeras del río, en los troncos de los árboles, en puertas y paredes, en los enseres de las cocinas, en los rústicos atuendos que vestían y en sus propios cuerpos. Fue tal la obsesión que pronto dejaron de dormir para seguir escribiendo. Amenazado por las autoridades el maestro huyó. Los escribientes abandonaron sus trabajos y sus diversiones. Ajenos a las penas y placeres se olvidaron de hacer el amor. Cuando el sol abrasaba o arreciaban los diluvios escribían. Con vientos o en calma escribían. Escribían de día y de noche. En el agua y en el aire. A conciencia o de memoria. Con su propia ortografía y a ritmo sostenido escribían. Enfermos de ilustración y sin descendencia los desterrados no advirtieron que llegaba el fin. Desde entonces sus historias deambulan, ilusionadas, buscando quien las adopte.

 

INFRACCIONADOS

Ocurrió en un barrio del Oeste, hasta donde llegaron las fuerzas del orden. El desbande fue total entre los malevos del suburbio. Se llevaron un brete, veinte piqueras y otros elementos de interés. Acusado de crueldad, el organizador recibió una severa sanción y unos cuantos garrotazos. “Agujero Negro”, “Eclipse” y “Pantera” fueron conducidos al calabozo en calidad de secuestrados. Esa noche una mano aviesa dio dos vueltas a la llave y abrió la puerta. En el patio los estaban esperando el comisario y sus hombres. Ahora sí los tres gallos pelearían amparados por la ley.

 

CON PRECEDENTES

El Gran Conquistador avanza, como un gigante, con ímpetu asombroso. Lidia, derrota, humilla. Somete tanto a súbditos como a enemigos. La expansión de sus dominios conforma el imperio más grande, nunca visto. No obstante, la Historia anuncia su declinación: “nada es para siempre”. Los límites, otrora infinitos, comienzan a estrecharse ante la mirada atónita de los incrédulos. La estatura del gran hombre disminuye; los bríos del comienzo se extinguen. Su país vuelve al tamaño original. Los habitantes, sojuzgados ahora por los herederos de aquel poder, creen en la leyenda y se sueñan imperiales.

 

JUSTICIA TEXTUAL

El delincuente confiesa que salió de su cuento arrastrando el cuerpo del delito, que pasó la frontera, que no hubo controles ni persecución y que, al final, frustrado, se entregó. El cronista, que es otro delincuente, anota lo que escucha y, para imputarlo, lo devuelve a la ficción.

 

LEYENDAS

Al narrador inmortal

 

Sale del Sur por avenidas repletas de gente. Ya en el centro, una multitud lo espera aplaudiendo. Parapetado en su último bastión, el loco de los balcones se saca el sombrero a su paso. El cortejo se desvía hacia la antigua calle Urrutia. Suenan melodías de piano y violines, alguien recita. Juana Manuela ha salido a saludarlo; él prosigue su viaje. Cruza el puente de piedra y ve, por última vez, el Rimac, la plaza de Acho, el Paseo de Aguas y la soñada alameda. El convento de los Descalzos abre sus puertas, tañen las campanas. Las tapadas dejan caer sus mantos y mandan besos al aire; llevan en sus manos el libro más leído. Flora Tristán sonríe. Confundida entre las otras, María Micaela Villegas llora. Las ha seducido a todas.

¡Qué monumental despedida, Marito! Lima, femenina al fin, también sonríe. Ella contará tu historia.

 

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Raquel Milagro Espinosa es profesora en Letras (Universidad Nacional de Salta) y Especialista en Ciencias Sociales con Mención en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO), investigadora y escritora. Publicó ensayos, crónicas, novelas y cuentos. Primer Premio Ensayo (Secretaría de Cultura de Salta, 2006) y Primer Premio, género microrrelato, en el Segundo Certamen Literario Nacional “Alma en Letras” (Resistencia, Chaco, Argentina, 2021). Sus últimos libros publicados:  El último viaje (novela, 2023), En la piel del otro (microrrelatos, 2024) y No te distraigas (libro de microrrelatos de doce mujeres de las cuales forma parte).

 

                    

ARNALDO JIMÉNEZ: «MANCHAS DE BREVEDAD»


 

EL PERRO MÁS CHIQUITO DEL MUNDO

 

El abuelo le enseñó a vivir dentro de una caja de fósforo, donde el perrito podía orinar al pie de un árbol y mudar su pelaje y acatar las órdenes de no comerse los pájaros ni los saltamontes. Por fuera estaba tejido con estambres de regazo, tenía el color del séptimo día de la creación, algo turbio como el final de un camino. Cuando Emma lo vio, pensó que era el signo de una fórmula extraña en los mapas de la locura. Y el perrito no podía ser nombrado porque era una migaja de nube casi incomprensible. Su jadeo se escuchaba desde cualquier punto de la casa, y sus ladridos eran unas puntas de agujas fastidiosas y punzantes en los oídos, perturbadores del curso normal de la cotidianidad. Por dentro, el perrito tenía una armazón de cilindros y tuberías insondablemente compleja. Un fluido electroquímico semejante a un combustible rojo recorría una inmensa red de poblados y circuitos de historias distribuidos por la cara interna de la piel, engranadas a su vez a piezas mecánicas cuya cantidad de tornillos y arandelas era imposible escribir en cien cuadernos. La finalidad de este increíble andamiaje, era la de permitir que el perro aceptara las caricias, porque estas, como se sabe, si son infinitas. La niña solía sacarlo a pasear por las lomas de arrugas que la sábana dejaba sobre la cama, el perrito corría alegre, se dejaba caer por ellas, las subía con una extraordinaria rapidez y olisqueaba todos los puntos cardinales por donde la niña había dejado los rastros de su sueño. El perrito se entretenía mordisqueando el calor de Emma como si fuese un hueso de divina procedencia, y no se cansaba de lamer los restos de sonrisas dispersos por la sábana, porque esperaba, de un momento a otro, alcanzar el interminable brillo de la infancia.

 

 

UN TREN

Solo en los pasillos principales hay un ir y venir de encuentros; jamás dos personas pueden no encontrarse; aunque la única distancia que hayan mirado sea el mar. En trenes menos reales que este —esos que rechazan el silencio y se desplazan por rieles de hierro—, se les pregunta a los pasajeros si desean música o pesadillas; en el tren de Sarah, todos están embargados por un solo anhelo: llegar al final del viaje manteniendo intacta la alegría que las mariposas destilan bajo el sol.

La estación mantiene un ritmo de pulsaciones que empujan al tren hacia las entrañas de las casas, y la gran máquina de múltiples vagones se desliza por una intrincada red de vías llenas de alianzas, costumbres de misericordias y pequeños asomos de abismos. Cruza por ventanas que ostentaban las médulas de los muros y se adosa a las ondulaciones de los espejos y los muebles; arranca los espíritus que arman trampas en los rincones y sube y baja la espesura de las luces. Allí, en las casas, conoce el infinito porque se le añade un vagón en el que nunca se acaba el pan de compartir, y el tren sigue viajando hacia dentro…

 

 

PRIMERA NOCHE EN EL HOSPITAL

El hospital estaba cruzado por una amplia calle; por ella pasaban personas huyendo rumbo a las balas, al mareo de los barrios, mujeres apuradas, niños huérfanos mamando la pega de las noches, hombres de luto, gimiendo, padeciendo dolores que traspasaban el cuerpo y seguían más allá del alma, directo a la indiferencia de la historia. Allí vio nacer a un niño y morir a un anciano, la misma noche y a la misma hora. Y escuchaba cómo forcejeaban los humanos contra la fatalidad, vestidos de blanco, tratando de extraviar a la muerte hacia otra pureza. Allí escuchaba la persecución mortal de las bacterias que salían del quirófano, sacudían las paredes, se aferraban a los pulmones, destajaban los ojos, se incubaban en pequeños seres y convertían el sitio en un castillo de verdadero horror con sus demencias simuladas, con sus pasillos curtidos de gritos, auténticas crucifixiones que dialogaban con las dislocaciones de las piernas, los cuellos volteados hacia la miseria, los brazos quebrados por los celos y el cansancio de acunar el dolor una y otra vez. La bacteria era afectuosa con los algodones del silencio, con las amarras de la nada. Y Artemio iba de un pasillo a un banco, de un rechazo a la lástima; al igual que muchos otros, arrastraba consigo los cartones de la pernocta.

 

 

LA MUJER DE LAS CARTERAS

Bajo techos apenas alumbrados por las luces mortecinas de los postes cercanos, vi a la mujer de las carteras. Una señora de andar demorado y sombrío, ataviada por ciento diecisiete carteras y veinte bolsos de todos los tamaños, diseños y colores. Allí los tenía en hileras simétricas, recostados contra la pared. Bolsos de flores golpeadas por torbellinos, con un asa tipo aro y dos broches de aluminio. Un bolso donde vertió el rechazo de Dios y aceptó el amor por la deriva… Le colgaba uno de limo y areniscas, capaz de cargar los mensajes de los muros. Algunos eran memoriosos, ajenos a los sobresaltos del amor; otros eran idénticos a la dicha, rasgados por las abreviaturas de las ánimas. Unos confeccionados con fugas irrevocables, profundos como una ventana. Carteras que conducen a los templos, divididas en los diferentes instantes del silencio. Una para guardar la exactitud de la misericordia. Otras para proteger las lianas de los recuerdos, con lentejuelas de soledad y el maquillaje de una edad persistente. Carteras de dril, con mechas doradas y escondrijos para guardar asperezas. Unas servían para irse de viaje y anunciar el advenimiento de otras sombras; otras se podían utilizar para captar emociones lucífugas, con una urdimbre de cuero ilusorio y un departamento interno donde se incuba el escalofrío de las distancias. Más allá, bajo el techo del baño externo del hospital, instaló su cama de estropajos.

 

 

VOLCÁN CON OLOR A DUENDE: en la mitología nórdica se asegura que los duendes fueron los primeros seres creados por Dios, son eternos, y pueden aparecer y desaparecer a voluntad. Sus únicos y grandes defectos fueron la fascinación por el color del oro y por la burla. Jugueteaban y se burlaban incansablemente, sobre todo del dios Ukko, quien se parecía mucho a Vulcano: era tuerto y cojeaba de un pie. Sus grandes velocidades, no le permitían a Ukko atrapar a los duendes y estos se le subían al cuerpo y le clavaban en los ojos un millar de agujas de plata; además, lo enredaban y le hacían caer aumentando más las risas y los gestos de burla. Así fue como Ukko ideó un plan para vengarse de ellos y construyó un camino de oro hacia un volcán, cuyo cráter tapó con un enorme y fastuoso castillo. Les prometió que si no se burlaban de él habitarían allí para siempre y todo lo que tocaran se convertiría en oro de manera inmediata.

Obsesionados por la promesa aceptada y llenos de la mayor alegría, los duendes subieron el camino de oro y llegaron a la puerta principal del castillo, la cual era enorme, elaborada con piedras preciosas y marfil, al dar un paso hacia la sala la alfombra se abrió mágicamente y los duendes fueron cayendo al fondo del volcán. Los últimos duendes se dieron cuenta y huyeron haciéndose invisibles, se desperdigaron por la tierra, pero en un número muy escaso; aún se mantienen así por temor a la ira del dios. El dios Ukko metía la mano en el volcán y sacaba un duende, le daba forma de animal en sus moldes y luego lo engullía. Se dice que todavía quedan duendes calcinados en su interior, por eso, el volcán mantiene constantemente un humito que contiene el olor de sus pieles chamuscadas.

 

 

VOLCÁN DEL DIABLO: tiene forma de un gran ángel arrodillado mirando hacia las profundidades del alma de Dios. Su sonido parece decir palabras en arameo. El diablo entra por las grietas laterales y se esconde cuando ya no soporta tanta maldad ajena, vomita una sustancia incandescente, la cual representa su dolor y su falta de valentía para seguir ayudando al ser humano en su afán de destruir lo creado. El humo del volcán le ayuda a olvidar por breves instantes esa orden divina. Entonces en su pecho se abre un espejo y él puede observar el grado de horror que ha alcanzado su orfandad. Recobra sus fuerzas y se sumerge en su propia sustancia para adquirir el aspecto con el cual se le conoce.

 

 

PLUMAJE PECTORAL

Admiró tanto las migraciones, la convivencia de las aves con la deriva del viento; padeció tanto el rigor de los relieves: un vagabundear de antorchas en la urdimbre de la soledad, el rechazo a penetrar la entraña de la noche, y la condena a estar ligado a un cuerpo sin nombre; anheló tanto una membrana de vuelo para su espíritu que, un día cualquiera, mientras miraba el color de la lejanía, le brotaron desde el centro del esternón un desorden de plumas luminiscentes que ninguna otra fe ha podido extender entre la piel y el vacío. Así fue como ensayó una develación de prohibiciones y alcanzó la misericordia de las nubes; pero su anatomía ganaba peso con el luto que prometían los abismos. Y quiso profanar los árboles con la insistencia de su imagen, aunque su palabra abandonara la oquedad de los sonidos, prolongara una ambición de sentido y amenazara con invadir las sombras y convertirse en ligadura, sostén de la luz, caja de los días. Iba desnudo, asumiendo la desmesura de los pájaros, acrecentando un devenir de umbrales. Iba desnudo, como reclamando viejos escombros, acaso la constante acechanza de un amor perdido. Y ostentaba ese batir de espigas emplumadas en el pecho, a veces plateadas, como un incendio de cuchillos, casi siempre bermejas, como el instante de una herida.

 

 

ESPUELA DEL CALCÁNEO

En raras ocasiones fue usada para finalizar la agonía de la víctima, hundiendo su fuego en los diversos hospedajes de los pálpitos. Este órgano sirvió: para aferrarse a los costados de las montañas, escarbar en la aridez, desentrañar el cadáver de pequeños animalejos. Estaba incrustado en una base interna carente de terminaciones nerviosas, esto, precisamente, le permitía al humano dar fuertes embestidas contra las superficies rocosas, además de soportar que la espuela se partiera sin causar ningún tipo de dolor. Era un garfio ardido con semblante de signo, afilado en la punta donde moraban y se evaporaban los vértigos. En la parte central, apenas se notaban cinco gránulos que ostentaban el color de la primera sangre; su funcionalidad anatómica pudo haber sido puramente decorativa. El huesecillo parecía contener una protesta vidriosa, capaz de evitar la caída y, con esta, la vergüenza. Aunque se regeneraba espontáneamente, cada vez lo hacía con más lentitud y con menos belleza. En su lugar quedó un hueso de forma redondeada que aún intenta continuarse hacia el lado exterior del pie.

 

 

Estos textos están incluidos Manchas de Brevedad, de Arnaldo Jiménez,EOS Villa,2025.

 

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Arnaldo Jiménez, La Guaira, 1963. Poeta, narrador, ensayista, articulista y corrector. Licenciado en educación en la especialidad de Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo. Maestro de aula desde el 1991 hasta el 2014. Es miembro del equipo de redacción de la Revista internacional de poesía y teoría poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida, de la misma Universidad. Corrector de estilo de la Revista de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela y de Rubiano Ediciones.

En poesía ha publicado: Zumos (2002). El silencio del agua (Recopilación y notas. 2007). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Luz Amontonada (2012). Álbum de mar (2014). Salitre (2014). Resurrecciones (2015). Ráfagas de espejo (2016). Truenan Alcanfores (2016). Álbum de mar (2da edición, 2021). El gato y la madeja (2021). Truenan Alcanfores (2da edición, 2021). Inventario para el más allá (Venezuela-Ecuador, 2021). Dama de noche (2024). En narrativa ha publicado: Chismarangá (2005), “El nombre del frío”, cuento infantil ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2014). La roza de los tiempos (2014). El muñequito aislado y otros cuentos (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Bogotá, 2019). La rana y el espejo (Perú, 2020). El viento y los vasos (2da edición, 2021). El libro de los volcanes (2021). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). 20 Juguetes para Ema (2021). Un circo para Sarah (2021). Ysabel (Novela, 2024). En ensayo ha publicado: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016 y 2021). Y los libros de aforismos: Cáliz de intemperie (2009) y Trazos y borrones (2014).

Primer premio en el concurso nacional de cuentos Fantasmas y aparecidos clásicos de la llanura en el 2002. Premio nacional de las artes mayores 2005.Obtuvo dos premios nacionales del libro región centro occidental por El silencio del agua y La honda superficie de los espejos en el 2008. Recibió la orden Juan Antonio Segrestaa en el 2008.Mención especial en el concurso nacional de cuentos Salvador Garmendia 2010. Finalista en el concurso nacional de microficción Los desiertos del ángel 2010. Finalista en el concurso nacional de cuentos Guillermo Meneses 2011. Mención especial en el concurso nacional de poesía Festival mundial de poesía 2011. Finalista en el concurso de microcuentos, Cada loco con su tema, México,2012. Premio nacional de poesía Rafael María Baralt 2012. Premio Nacional de poesía Stefanía Mosca 2013.Premio nacional de poesía bienal Vicente Gerbasi,2014. Premio nacional de poesía Rafael Zárraga,2015. Ha publicado en diferentes periódicos nacionales y en revistas literarias de Perú, Argentina y España. Es columnista del diario Ciudad Valencia, Edo. Carabobo, Venezuela.