De la bitácora de Federico Spoliansky |
¿Cuál es el panorama? Conocer el latido
del girasol, cómo responde el corazón del girasol al humor del viento, al humo
de un caño de escape. No hablo sobre girasoles, hablo con ellos; el diálogo con
los girasoles es el poema lindero. Algunos
capataces trompearían, le darían una tunda al girasol que se rehusase a rotar.
Que los girasoles sigan el rumbo sin detenerse por entuertos.
No existe mortaja para vela. No existe
cementerio ni momento vela. Una vela no recibe pensión ni se jubila, trabaja
hasta el no doy más. El lugar para una vela es un zaguán, un oratorio, un estar
vecino al kohinoor, una partida de
chinchón. ¿Qué profesión puede elegir? “¡Vamos!, ¿de profesión?”. “Vela”. “¿Qué
hace?”. “Velo”, responde trans. ¿Cuántos avatares puede resistir? Le exigimos a
una vela más que a un percherón.
Qué sol, qué superficie puede albergar
al corazón de un alcaucil. Atrapado en un remolino de Aceite, como si
disfrutara chupado, como si le hubieran dicho que Aceite, Disney y el Chavo son
del mismo palo, el alcaucil muere, no de un síncope.
El agua inquieta mueve aguas.
El cultivo debe volver al vientre,
transitarlo una vez más, ser cosecha que se mira, como mira el sol al grano
cuando acopiado lo lleva el camión.
La vizcacha va por el monte,
deslizándose, deslizándose pegada a la tierra, va soldada, la vizcacha montesa
del Sur.
*
Contratatapa de libro Atlántov, por Luisa Valenzuela:
El maestro desafía a su exdiscípulo: “Si
tuvieras la plata, ¿te irías de acá al aeropuerto” para volar a Rusia? El exdiscípulo
se indigna: “¡Voy a cambiar todas mis contraseñas!”.
A partir de esa extemporánea amenaza o —promesa—,
los textos de Federico Spoliansky se suceden rompiendo todas las normas y
guiándonos por un camino de desconcierto y encantamiento. Animistas,
protoplasmáticos, son tarjetas de invitación a nuevas imaginaciones. A partir del
infinitivo del verbo escribir acepta
que “solo hay música en el infinitivo ser
cantante”. He ahí la búsqueda siguiendo “la tramoya de la duda” en la cual “toda
charla parece interconsulta”.
Porque somos aledaños, atlánticos distintos, el cambiador de contraseñas avanza
por minimalistas, exaltados mundos. Como marcas de agua.
“Así es en la escritura: hay latitud,
longitud. Y hervor”, reconoce. Y en
ese hervor nunca más aludido de las olas del Atlántico, y en ojotas, el
observador de lo inobservable va atravesando refugios de palabras en los que “hay
goteras”. Quien habla comprimida y verborrágicamente deambula por playas,
sorpresas, adopciones, intuiciones, presencias, hasta alcanzar esa otra Rusia
del alma que es la voz del tenor: Atlántov.
Propongo aquí mi interpretación de este libro
escrito en total libertad que, como una ristra de koans, abre caminos de extrañamiento, reflexión y empatía.
*
Federico Spoliansky nació en Buenos Aires en 1970. Posee un
Master en Realización Audiovisual (London Film School & London
Metropolitan University). Es Licenciado en Psicología (Universidad de Buenos
Aires). Publicó los libros Atlántov, Duda patrón y El agujero. Escribió los ensayos sobre música y literatura Épocas de Galera, Apuntes sobre la caballerosidad rústica. Y los ensayos sobre ópera María Callas, Medea y el dragón, Prima Donna Siciliana, El libreto de Ópera: fuente y acotación.
Recibió el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía, Ministerio de
Cultura de la Nación (Bienio 1991-1992). En 2017 ganó una beca de Formación
(Letras) del Fondo Nacional de las Artes. En 2018 fue Visiting Scholar del
departamento de Estudios Hispánicos de Brown University (Providence, USA).