EL REFLEJO
En el afán de tener control sobre cada cosa en su vida, Javier planificaba a detalle cada actividad por realizar, había presupuestado cada segundo con el fin de lograr cada uno de sus muchos objetivos, estudios, trabajo, deporte, incluso el tiempo con los amigos y pareja, los cuales estaría por conocer según su agenda. Cada día revisaba nuevamente lo decidido, y dependiendo de sus nuevos intereses cambiaba ligeramente su plan de vida, nunca estaba conforme pues había demasiado que hacer y el tiempo era limitado, por lo tanto, todo debía encajar a la perfección.
Una noche, particularmente silenciosa, a tal punto de no saber si una idea había sido pensada o dicha, al modificar su proyecto por millonésima vez, finalmente quedó satisfecho al leerlo, eufórico saltó de su silla, ahora lo único que restaba era ponerlo en práctica. Se dirigió hacia el estante donde reposaban sus libros y con espanto se dio cuenta que un anciano estaba observándolo, aún confundido le preguntó con amabilidad la razón de su presencia, pero en lugar de obtener una respuesta, horrorizado se percató mientras dejaba caer sus apuntes al suelo, que le estaba hablando a un espejo.
EPIFANÍA
Sin reparos he navegado a través de las olas de la vida, sin pedir opinión, sin hacer preguntas, sin importar las respuestas, todo lo he sentido, cada experiencia he vivido, todo pecado he cometido y tengo nada que ocultar. Demasiado tarde me daría cuenta del desenlace que tendría mi travesía, y mientras más evidente se hacía, una única queja en mi alma vio la luz, al mirar hacia el pasado, entre encuentros y despedidas, bajo miles de lunas, eventualmente hasta mi sombra me abandonó, la soledad es el precio de vivir al desnudo.
INSOMNIO
¿Cuánto tiempo tengo antes que emprendas vuelo? Antes que me veas bajo la luz de la realidad y te des cuenta de mi verdadero valor. Te debo tanto por hacerte desperdiciar tantas sonrisas, por obligarte a amar a un muerto que, aunque tiene pulso, en alguna noche mientras miraba al vacío, termino perdiendo su alma.
Te veo mientras me dedicas el resto de tu vida, sabiendo que en realidad soy un monstruo al permitírtelo, con la desvergüenza de dejarme mimar por tu cariño, de ser salvado por tu pureza, aunque no lo merezco en absoluto, sabiendo que el tiempo corre en mi contra sin piedad, cada segundo más cerca de la revelación de mi verdadero rostro, o que la decepción cambie el tuyo.
¿Seré tan miserable de quitarte la sonrisa por la mañana y el sueño por la noche?
Me he dado cuenta de mi propia maldad, al no ser capaz de dejarte ir para que no sufras a mi lado, pero también de mi estupidez, al ser incapaz de dejar de amarte, al dejar que mi felicidad dependa de tu permanencia, sabiendo lo fácil que es llegar a odiarme, sabiendo que cuando me dejes, quedaré completamente vacío.
Mientras más te amo, más te temo, después de todo, me tienes en tus manos, preso de tu belleza e inteligencia, incapaz de salir de mi celda localizada en tus ojos, en la mirada con la que me dejas indefenso, atado a tu voluntad por el sol que reside en tu cabello, esclavo de la pasión al verte andar y ser, e hipnotizado por tus labios que me ordenan obediencia. Podrán llamarme desquiciado y loco de remate, podrán llamarme injusto o hasta cobarde, pero no cambiaría nada, y acepto cada uno de esos adjetivos con el mismo asco que sintió quien me los dedicó.
¡Pero, ¿Qué puedo hacer?!
Le tengo miedo a tu compañía, pero no puedo vivir sin ti.
Nada me aterroriza más que la soledad.
SOL
Por mucho tiempo sufrió en silencio una sombra en la noche, cuya existencia dependía del brillo que reflejaba la luna, un satélite que se creía estrella, cuyo ego se sostenía del sufrimiento que le provocaba, al recordarle que, sin su luz, ella moriría. La noche finalizaba y al acercarse el alba, observó a la luna reír mientras la dejaba a su suerte, y al ver la claridad, sollozó pensando que era su fin.
Grande fue la sorpresa de la pequeña sombra al darse cuenta que ante la luz de una verdadera estrella su existencia cobraba sentido. Al querer agradecerle al sol por darle un propósito, éste le detuvo, mencionando que su rol no fue el de otorgar, sino de revelar, cada quien tiene un papel que solo uno puede interpretar en el universo, y sin importar cuan oscura sea la noche, la luz del día siempre llegará.
Al regresar la oscuridad, la sombra encaró por primera vez a la luna, quien con furia arremetió contra ella:
——¡¿Es que acaso no ves que sin mí eres nada?! No eres ni la sombra de lo que alguna vez fuiste.
——Eso es porque ya no soy la sombra de un ser sin brillo propio, ahora soy mi propio sol.
TOROGOZ
Volaba un torogoz sobre las faldas del volcán de San Salvador, quien aproximándose a su nido fue directo a las manos de un hombre cuyo plan era lucrarse de la belleza y elegancia del ave. El plan era simple, por su rareza lo vendería sin problema a un buen precio, poco sabía esta persona sobre el orgullo que los torogoces poseen por su propia libertad.
La jaula en la que el pequeño emplumado fue violentamente depositado era fría y con poco espacio, lo único que salía de ella, era el péndulo que formaban las plumas de su cola, trató de escapar, pero no podía abrir bien sus alas, de todas formas, los barrotes no se dejarían atravesar por él.
——¿Qué sucederá conmigo? ¿Es que acaso ya no podré extender mis alas nunca más? ¿Tan poco valor posee mi vida, que es dependiente a los caprichos de otra especie?
Lamentándose por su destino en un canto, finalmente llegó a una conclusión.
——Yo no nací para permanecer en cautiverio. Si no puedo vivir libre, no deseo hacerlo.
Observó con odio a su carcelero y lo maldijo, mientras lentamente su vida se desvanecía a medida que recuperaba su libertad, su vuelo, sabiendo que, aunque moría prisionero, incluso en sus últimos segundos, vivió soberano.
***
Roberto Aguilar. Nació en 1994, en San Salvador,El Salvador. Escritor autodidacta, con textos publicados por E-Axolotl y R-A Editores. Seleccionado para la antología «Letras 2022» (La Oca Loca). Finalista en el 12° Certamen «Picapedreros» de Poesía, Microrrelato y Guión (España).